jueves, 2 de agosto de 2007

"Sólo hice lo que recuerdo. Sólo hice lo que recuerdo. Sólo hice lo que recuerdo"



El frío ya se hacía demasiado insoportable para seguir caminando por la calle. Pero él no quería dejar de hacerlo, se arropaba de una extraña seguridad cuando andaba sin rumbo fijo, sintiéndose poderoso por tener agallas de recorrer la ciudad a esas horas de la noche, ajeno a los peligros que se escondían tras callejones lúgubres y siniestros.
Así que siguió caminando.

Si alguien se hubiera cruzado con él esa noche, hubiera percibido una dureza que atemorizaba marcada en sus austeros ojos grises, que hacía juego con la palidez que embargaba su rostro. Las paredes de los edificios que iba dejando atrás parecían estar pintadas de desgracia, desprendiendo un halo de desesperación que hubiera encogido el corazón más valiente. A pesar de ello, él seguía caminando. Y sonriendo. Siempre, sonriendo.

Continuó con su ritual hasta que algo, de forma inesperada, se cruzó en su camino. Se sobresaltó en un principio, pero recuperó la compostura antes de que ese algo pudiera percibir lo acelerada que se había tornado su respiración.

Entornó los ojos.
Reconoció la silueta que temblaba ante sí y soltó una carcajada que hizo crujir el viento.

-Pero, ¿aún estás suelto por ahí? Me sorprende que se atrevan a dejar a alguien como tú campar a sus anchas. Ahora, apártate, ¿quieres? No me apetece jugar.

Hizo ademán de dar un paso adelante, pero la silueta se le adelantó y la luz de una farola cercana que bizqueba bañó su rostro impertérrito, a pesar de que sus ojos reflejaran un temor inhumano.

-No-dijo el otro, intentando reprimir el tartamudeo que atenazaba su gargante- No. Vengo a hablar contigo.
-¿Ah, sí?-Volvió a entornar los ojos.
-Sabes que sí.-Retrocedió de nuevo, brindando a su rostro una oscuridad total- ¡No te entiendo! Dios, ¿cómo puedes caminar alegremente? ¿No te das cuenta? ¡Eh! ¡Estás enfermo, diablos!

El otro recibió la acusación con un estremecimiento. Notó al sangre agolparse en sus sienes y la rabia enrojeciendo sus pómulos. Con un rugido casi gutural, se lanzó contra el que acaba de hablar y provocó que ambos cayeran en medio de la calle, haciendo sonar un charco que había recibido la caída.

-¡Cállate! Escúchame una sola vez. No estoy enfermo. Y no tienes derecho a venir a decirme nada. ¿Vale? ¡Nada! Es... -carraspeó para disimular su titubeo. Odiaba ir perdiendo seguridad.-¡Oh, es culpa vuestra! Me molestáis. ¡Mucho! Y el que más, tú. Así que déjame en paz. No quiero hacer nada de lo que luego me pueda arrepentir.

Contempló al otro temblando sobre el suelo. Vio sus ojos empañados y se sintió más feliz que nunca. Era poderoso. Y nadie podría cambiar eso nunca.

Se puso de rodillas mientras el otro permanecía aun en el suelo. Lo miró de nuevo y le propinó un puñetazo no demasiado fuerte.
Éste recibió el golpe y se levantó. Vio alejarse a aquella bestia... Y siguió sin creer que, en otro tiempo, meses atrás...
Aún no podía creerlo.

-¿De qué te vas a arrepentir tú? ¿Eh?-le gritó mientras empezaba a alejarse-¡Por favor! Jamás podrás arrepentirte de nada. ¿Te arrepientes acaso de haber matado a papá y mamá? ¡No me hagas reír!-vociferó.-Eres un monstruo. Los monstruos no sienten remordimientos-dijo esto último pausadamente, con voz suave, como sabiendo que acababa de condenarse.

-¡¡Oh, cállate de una puta vez!!

Y, sin pensarlo, sacó una gran daga de su abrigo y arremetió contra el otro con toda la ferocidad de la que era capaz. El otro intentó huir en vano.
Lo inmovilizó y elevó el brazo. El filo del arma brilló casi mágicamente.

-Hermano, hermano... No lo hagas. Por fav...

Pero ya no pudo continúar.
La bestia había sido liberada y descargaba el cuchillo contra su hermano una y otra vez, una y otra vez.
La sangre empezó a correr por la calle desierta, acusándolo de su crimen tras manchar sus ropas, mientras sus carcajadas eran el eco de los agonizantes gritos que su hermano lanzó antes de expirar.
Esos gritos quedarían grabados en su memoria, en un recoveco que evitaría sin problemas durante el resto de su vida.

Cuando se calmó, se levantó lentamente del suelo y se dirigió a su apartamento.

Echó una mirada atrás y, allí, contempló cómo la rabia lo había poseído extasiándolo.


Sonrió de nuevo y se perdió entre las brumas de la madrugada.







Ahogando un grito, despertó envuelto en sudor y malas sensaciones. Recordó su sueño y fue consciente de que no era la primera vez que mataba a alguien cercano en sueños. Se extrañó esta vez, no obstante, de que en este sueño se le reprochaba lo que había hecho en otro. Suspiró, aliviado, por haber despertado. Ahora las imágenes del sueño iban perdiéndose, como le ocurría siempre, pero aún podía sentirse empuñando esa daga, riendo, disfrutando de matar a su hermano.

Miró el reloj y se tranquilizó: aun podía dormir un par de horas más. Se arrebujó debajo de las mantas-hacía un frío que mordía-y se dio la vuelta hasta encontrar la postura más cómoda.

Sin embargo, no se dio cuenta de que ni siquiera se había quitado el abrigo cuando se acostó. Los primeros rayos de sol alcanzaron su cama e iluminaron, ajenos al que dormitaba sobre ellas, unas sábanas impregnadas de sangre y confusión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bonito relato, con muerte ademas ^^ curioso, no tiene sentido en lagnas partes, keda en el air, eos me gusta u. ume gusta nada mal, de verda ^^

lo dice tu comentador estrella

u. u

weno pipi,

saludos

De

Xy~~

Javi dijo...

un sonámbulo asesino? xDD. Está bien la historia, he sido capaz de leerla aún a las 0:20 y teniendo que madrugar(y mucho), pero ha merecido la pena. Sigue así y, quién sabe, algún día escribirás un libro... si no lo has hecho ya, porque te veo todo este verano aburrida en casa.

Pobre Pip.

Un besazo!! Javi.