martes, 26 de febrero de 2008

Como si el tiempo se hubiera parado para morderme la oreja y hacerme saber que siempre está allí. Mientras escuchaba a mi compañero hablar, me he fijado en cómo se iban humedeciendo sus ojos conforme dejaba escapar las palabras una tras otra. En cómo su garganta subía y bajaba tiñendo su voz de gris. Él se ha zambullido en sus recuerdos compartiéndolos conmigo, yo estaba dispuesta a lanzarle el salvavidas cuando fuera necesario. Pero no ha hecho falta. Ha preferido sonreír y llenar el silencio pincelado con murmullos de esa clase huérfana de profesor con un paseo por su memoria y por los momentos que, aunque perdidos, permanecen impasibles ante la erosión del mismo tiempo.

Más tarde, después de largas horas de sesenta minutos, le he hecho un comentario a otra compañera con la que llevo cortos años de trescientos sesenta y cinco días y el tiempo ha vuelto a soplarme en la nuca. Ha sido extraño. Me he dado cuenta de que ya no teníamos doce años. La he mirado como si hiciera meses que no me fijara en la forma de sus mejillas o en la sombra que le hace el flequillo sobre los ojos. He sentido que crecíamos y, por increíble que parezca, ha sido una sensación totalmente inesperada. Ella ha vuelto a concentrarse en el ejercicio que nos planteaba el profesor, sin sospechar que había activado cierta idea que sigue turbando mi cabeza...

He sentido al tiempo. No he lamentado su paso ni temido su llegada, simplemente he sido consciente de que es algo que nos va modelando con paciencia hasta que casi no nos damos cuenta. Los segundos, los minutos o las horas no son más que nombres con los que creemos que lo atamos, pero no nos damos cuenta de que es un nudo que nos condena a ambos. He sentido al tiempo latiendo a mi lado, para luego volver a aceptar que, en realidad, anida en mi interior, en el interior de todos. Que comparto mis latidos con los suyos, sin poder añadir el viceversa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Adoro sentir el tiempo transcurrir, notar como sus arenas no descansan. Hacia mucho que no me volvia a contemplarlo y a adentrarme en su dimension.

Gracias por recordarme el recordar.

Soñadora Empedernida dijo...

A veces no está de más ser conscientes de él, supongo.


Gracias a ti por leer y comentar. Siempre es dulce leer a nuevos visitantes.
:)