sábado, 24 de mayo de 2008

A veces me creo dolorosamente prescindible. Y es entonces cuando me vuelvo más vulnerable, cuando me doy cuenta de que sigo sola, rodeada de gente, con el ruido de la tele y el mantel sin limpiar, pero sola.

En otras ocasiones creo que pierdo, y no sólo partidos u oportunidades o tiempo, sino que me pierdo a mí, a mí misma. Que pierdo parte de mí entre las aceras mojadas de lluvia de tormenta, que voy dejando un rastro gris que se me lleva, para acabar tal vez en alguna alcantarilla invisitable que probará mi olor, saboreando lo que fui. Y me da miedo esta sensación de perderme y no poder retenerme, porque pienso que pierdo lo que me ata a la gente. Lo que les hace caminar y pararse, un instante, a mirarme.

No rehuyo esta sensación aunque se quede en mi garganta. Sí que animaría a la confusión a marcharse esta noche... Esta confusión de no saber quién escribe ni por qué, de no conocerme a pesar de la condena de estarme siempre dentro de mí. Sensación de que mis palabras no son nada, absolutamente nada, y que no van a salvar la barrera de la incomunicación.

A veces hasta yo prescindiría de mí. Y así comprendo por qué me siento dolorosamente prescindible, por qué sigue la noche en mi pecho, la rebelión en mi garganta, el sueño aguardando impasible a que pase de largo.

5 comentarios:

Rubbens dijo...

El sueño queda, más hondo o menos, pero queda.

Después de todo, ¿sabes una cosa? Somos prescindibles. Al fin y al cabo es lo que creo.

Lo bonito es que, a pesar de ello, podemos conseguir no serlo. Al menos en algún momento, para alguna persona.

Anónimo dijo...

Lo bueno de la humanidad es que fuimos diseñados para sentir lo mismo, para comunicarnos, y abrazarnos, aunque algunos se dediquen a dar patadas.

Todos nos hemos sentido, nos sentimos, y nos sentiremos fuera de juego. Lo malo que tiene la humanidad es que, muchas veces, cuando nos sentimos así, nos abrazamos a la persona que nos dice que somos especiales, que nos ve, que somos maravillosos, cuando lo único que tenemos que hacer es saberlo sin que nadie te lo diga. Al fin y al cabo, si estás aquí es porque tú fuíste la "pistolera" más rápida de "tu primer jardín de infancia", y ya, por eso, mereces este premio, La Vida.

Una cita clásica dice: "conócete a ti mismo", para mí, es mi mayor ambición, poder un día decir, que al fin, me he conocido, y me he gustado tanto que he decido prescindir de la antesala de irme a vivir conmigo misma para comprometerme y casarme conmigo, porque me quiero, y no puedo vivir sin mí (como dice la canción).

Un saludo muy cordial desde Gotham Zity.

Yonseca dijo...

Yo creo que todos somos hasta cierto punto prescindibles para los demás, pero que para uno mismo, somos imprescindibles.

La gente puede olvidarse de ti en ciertos momentos, pero si te olvidas de ti misma... entonces creo que tu ya no eres tu. Te empiezas a dejar caer.

Y eso es malo :)

Un abrazo, Soñadora.

Anónimo dijo...

Hala!!!
Yo te había firmado ayer, leñe.
Donde te escribía que tus palabras sí sirven de mucho...

Y que creo que de alguna extraña manera encuentro más rastro tuyo =S

Hasta pronto, pequeñuela.
^^


[Y esperemos que esta vez, sí que sí, se quede grabado el comentario]

Soñadora Empedernida dijo...

Se grabó, se grabó.
=)



¿Rastro mío cómo?