domingo, 20 de julio de 2008

De repente, inerme, me han asaltado mientras leía textos ya conocidos que me han dejado un regusto amargo. Y desde entonces no han dejado de sangrar las transparentes y saladas heridas de mis ojos. Tal vez haya sido el temor. Un miedo tan brutal como desconcertante que me ha empujado de lleno contra la realidad.

Creo que todos tenemos el derecho de elegir. El mismo derecho que lleva implícito el riesgo a equivocarse y el deber de aceptar nuestros propios errores. Los mismos errores que nos conducirán por un camino u otro y pintarán de distintos colores nuestras noches de insomnio. Y por ello creo que me ataca tan de frente esta soledad especial, la que duele con picardía, la que enseña los dientes cuando estás rodeado de personas. Porque este camino que me estoy construyendo poco a poco se está desviando demasiado.

No sé por qué me está carcomiendo tan dolorosamente el alma este viaje. Si todavía no ha empezado. Quizás porque siento que comenzó hace semanas. Un tránsito tembloroso hacia otra etapa, una etapa de pasos decididos y cada vez más alejados por el que empiezo a llamar mi camino. Me asusta. Esta sensación de vacío que me espera al doblar cada esquina de esta casa que se me viene encima, el sentirme una desconocida, el evitar los espejos de madrugada porque me devuelven una mirada que brilla demasiado. No voy a rehuirlo; espero afrontarlo a pesar de todo, a pesar de que ya no sienta que puedo llamarle a esto hogar. Si me equivoco el riesgo estará cumplido. Si no me arriesgo nunca podré escarbar más allá de la monotonía gris y llana que me aplana los sentidos.

Sin embargo ahora no deseo otra cosa que apartarme de todos los caminos, del que intento seguir y del que intentan que siga. Ahora sólo quiero que cuando despierte dentro de unas horas no lo haga en mi cama sino en la suya. No quedarme dormida abrazando un libro sino apoyada en su pecho y atrapando los sueños que se le escapan. Estar atenta a los temblores que lo agitan y delatan que ya está profundamente dormido. Dejarme nutrir por su aliento, y nada más. Que se acerque y tapone mi mirada herida, mientras me besa para deshacer el nudo que aprieta inclemente el centro de mi garganta.

4 comentarios:

Soñadora Empedernida dijo...

Me marcho a tierras asturianas. El sábado espero volver con mucho norte que escribir...

Anónimo dijo...

Buen viaje!

Anónimo dijo...

Me había perdido dos de tus textos, pero mis visitas no se apagarán ni por asomo ^^


Ahora que los he leído, he de decirte que me parecen, como otros tantos, magníficos.

El anterior a este hacía que me embargase esa tormenta, que yo tuviera lugar en esa noche. Y este me ha recordado a mi propia realidad, que parece tan ficticia que ni hecha adrede.


Espero que pos esas tierras lo hayas pasado genial, Asturias es preciosa *-*

Soñadora Empedernida dijo...

Después de la desconexión total, vuelvo. Con la cabeza embotada pero necesitando las palabras, para variar.


Me has animado a actualizar, mi anónima.
:)