jueves, 10 de julio de 2008

El chirrido de la escalera que portaba en su hombro derecho interrumpía la siniestra quietud de todos los principios de noche. Caminaba apresurada porque sabía que ya llegaba tarde, para variar, y no quería desatar la tormenta cuando llegara a su destino. Observó a una chica rubia que caminaba, deprisa también, por delante y echaba inquietas miradas de vez en cuando al lugar de donde provenía el desagradable sonido. La que llevaba la escalera pensó que, en la situación de la chica rubia, también se hubiera sentido incómoda, como acechada por una especie de peligro insalvable. La joven rubia aminoró el paso para que la otra la sobrepasara. Así las dos respiraron, sencillamente, más tranquilas.

Más tarde, ya en casa, bajo el agua fría de la ducha, volvió a recordar a la muchacha de pelo claro que la había visto como una posible amenaza. Mientras el agua le limpiaba la suciedad, la del alma, pensó en los gritos y en las miradas hoscas. En las palabras malintencionadas y en las preguntas que son lanzadas con cerbatana justo a donde duele. Se paró un minuto en rememorar las pocas ganas de abrazos y las muchas ganas de marcharse y encontrar un sitio donde estar a gusto. Le encantaba la ducha porque siempre pensaba, y estaba solamente ella; a veces, en cambio, la odiaba. Demasiada sinceridad.

Se preguntó también si tal vez un día saldría de la ducha con verdaderas ganas de salir de la ducha. Una tregua. Una regresión. Lamentó tener que dejar la fuente helada de pensamientos y que aquella chica rubia no se volviera para decirle algo, o incluso le gritara, retrasándole. Provocando que tuviera que interrumpir el camino que siempre la dejaba en casa, lejos del hogar y de chirridos de escaleras viejas que molestan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Llevaba un tiempecillo sin poderme pasar, pero he leído estos dos textos que me había perdido y, aunque el anterior me ha resultado algo chocante (por llamarlo de alguna manera), lo veo tan 'real'... Es increíble, sinceramente; quizá pueda ser también debido a alguna semejanza...

La cuestión es que me encanta como escribes pequeñuela x)


Un besote y cuídate mucho =)

Anónimo dijo...

El agua como elemento de purificación y la pluma como instrumento para crear un mundo ficticio que a todos los lectores aboca a su propio mundo. Me encanta la naturaleza de la literatura.

No dejes de inundarnos de magia.

Un saludo desde la ciudad Gótica.