domingo, 17 de agosto de 2008

Esto ha formado parte de mis recuerdos desde que éstos alcanzan. Porque es algo normal y, por lo visto, algo que suele ocurrir con facilidad. Sin embargo siempre siento el mismo pánico absoluto, que me deja clavada, cerrando la puerta, pegada la oreja a la pared, con cualquier pensamiento totalmente congelado.

No está en mi mano hacer nada, ni tomar parte. Considero que hay problemas en los que es mejor no meterse si a ti no te incumbe para nada, y desde los encierros aterrados en el baño hasta hoy mismo he ido aprendiendo que es mejor guardar silencio mientras se desata la tormenta. Lo que no sé es si ellos recordarán todo esto, todas sus palabras, todos los reproches y amenazas que llegan a soltar en un cuarto de hora. No sé si lo recordarán como se me queda grabado a mí en las entrañas, pero apuesto a que sí, aunque también sé que hay otras acciones dulces que siempre rebajan el dolor y alejan las almas del rencor.

No quiero hablar de amor ni de compromiso ni convivencia. Pero a veces, escuchándolos, me siento como un lastre de acero que les recuerda cada día que están condenados para siempre. No debo tomar parte, no obstante tampoco sabría de qué manera hacerlo. Odio estas situaciones y este miedo, pero hay otro mayor que me empuja a cuestionarme todos mis deseos de que no se vuelva a repetir.

El miedo a que sea la última vez, las últimas voces quebradas. El miedo a que resulte que ya no hay nada que arreglar ni pedazos que recomponer con paciencia. A una rutina partida en dos brutalmente, el corazón espectante, confuso, buscando su otra mitad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace mucho tiempo, iba caminando con un chico con el que salí más o menos, cuando le expliqué que jamás mantendría una relación como la de mis padres, jamás perdería el respeto a una persona. Tiempo m-as tarde, ese niño rubio de ojos marrones, de mirada inocente, y yo, nos faltamos al respeto e hicimos daño de forma sonada.

No creo que un hijo ate, no creo que sirva de excusa, creo que es el miedo a perder lo que se conoce en todo caso. Las discusiones entre pareja, pertenecen a la pareja.

Sólo es una opinión. Recuerdo que tuve una novia con la que me quería casar, uan que es así de tonta cuando quiere, que cada vez que sus padres discutían o ella discutía con su madre, llegaba a odiar tanto el mundo, creo que incluso a ella misma que, me llamaba por teléfono para decirme que quería irse de casa, escaparse conmigo a tal sitio, y yo que andaba tres años más vieja, pensaba: pasará, con el tiempo, la edad, pasará.

Y, ciertamente, al final, pasa. La tranquilidad de las canas te hacen ver las cosas de otro modo.

Si lees este comentario de arriba abajo parezco una fresca "salí con un chico, novia que tuve", no debería argumentarlo pero, antes de encontrarme, me tuve que buscar.

En fin, cuídate y mil saludos.