jueves, 11 de septiembre de 2008

Me da miedo que te pierdas a ti mismo. Que crees un pozo de desesperanza y frustración y te caigas dentro. Pero lo que de verdad me atemoriza es que creas que mis palabras son nacidas de la rutina y hayan perdido el significado que intento darles, que ya no te sirva mi aliento cuando el tuyo escasea y eres más niño que nunca. Me da miedo porque mi mente surca todas las posibilidades y consigue que se me erice el vello al imaginarte vencido. O al pensarte abatido y solo, con miles de preguntas, y verme más muda que nunca mientras comprendo que no puedo darte las respuestas que buscas. Todo ello me produce un encharcamiento del alma y los ojos que se hermana con el vacío de mi estómago y me destroza desde dentro.

Pero escalo el archivo de tu blog, los pedazos de tu alma, y evoco sensaciones y momentos que me hacen imaginarte frente a la pantalla, lleno de ilusión, coordinando tus grandes manos para dedicarte a lo que te gusta y seguir sabiendo que lo amas. Y sonrío a medias comprendiendo que mi miedo puede que no llegue a ser más que eso, que no soy capaz de pensar en ti como otra cosa que no sea escritor. Porque sé que escribes siempre, constantemente, reforzando tu alma y moldeando el silencio para hacerlo tuyo. Dotando de magia frases y líneas que ahondan en los corazones de todos los que hemos pasado por allí alguna vez. Por tu museo de instantes y deseos. Tu santuario.

Porque las palabras no son de nadie al cien por cien. Y si encima les das alas pueden volar y marcharse lejos, dejándote acongojado, para luego volver confusas y besarte en la frente mientras vuelves a lo que te gusta. Porque tu mente no funciona sin ellas, igual que ellas no funcionan sin tu mente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Buenos e irlandeses días!!!

Hay personas muy peculiares que son incapaces de tomar el momento, lo que hacen es correr, no daben detener el tiempo y afrontar lo que una siente. Esas personas se llaman Peter Pan y todas las consecuencias que comporta su comportamiento, sólo lo hacen por no marearse, por no pensar, por vivir y disfrutar del Carpe Diem.

Otras, en cambio, ya de muy jóvenes, son observadores, saben ver cuando el tiempo se detiene, conocen el dolor de otras personas y saben perfectamente lo que siente, y por qué lo sienten, pero se paran más en pensar por qué gira y gira el mundo, que en avanzar dándole, precisamente, a este mundo que no deja de girar la espalda.

Unos dicen que son almas jóvenes, idealistas, poetas. Otros...que son unos raros tristes que no saben divertirse. Yo, creo, sinceramente que hay gente que madura por naturaleza propia y otros que ni a los treinta saben lo que es madurar.

Unos crecen, otros crecen y maduran. Cumplir años no significar ser maduro. Las experiencias alocadas, no te hacen ser maduro.

Conocerse uno mismo, eso es madurar.

Rock'n'Roll, Soñadora. ¡Feliz Sábado irlandés!!!