viernes, 13 de marzo de 2009

-¿Sabes dónde nació?

Como respuesta obtuvo una efímera mirada, ya que los ojos los tenía fijos en la figura que tenían delante.

-En París -le dijo, siguiendo él también la estela de sus pupilas y fijándose en la escultura.

Estaba absorta. En la gracia del movimiento, los cabellos alborotados, los brazos describiendo un arco de libertad absoluta. Una escultura inmóvil, pero ella la notaba bullir de vida. Viento... Él, en cambio, se recreaba mirándola sin más. Contagiándose de sus ganas de permanecer allí para siempre.

Un para siempre eterno, convertidos en frío mármol, o elegante bronce, sin moverse de ojos para fuera. Pero siendo dueños de sí mismos por dentro. Viéndose azotados por la presencia del otro, permanentemente juntos. Con todo el tiempo por delante del mundo para conocer sus aromas, desearse hasta el infino, pues sería estar cerca pero no llegar a tocarse.

Él pegó un respingo, saliendo de sus deseos enfermizos, y sonrió al recordar el hilo de sus pensamientos. Convertirse en esculturas... Ahí, delante de Viento de Rodin, siendo una atracción más para los visitantes. Los mismo que verían, al contemplar sus espaldas, cómo la mano de él intenta asir la de ella. Sin que la joven se entere, solamente entregándose a un anhelo irracional. Intentando aferrarse a un para siempre eterno.

1 comentario:

R dijo...

Igual me equivoque con el término pero, muy romántica esa personificación.

Sigo esperando librolibrolibro by Brempita tirurii!! :)