viernes, 10 de julio de 2009

Siento la deliciosa necesidad de escribir. La calma que me he impuesto como objetivo está tejiendo sus horizontes, para que sean los míos, y se ordene un poco este caos. Este caos en el que me encuentro, mis seis últimos años plasmados en hojas de papel, apuntes locos, ansias de libertad y muchas resignaciones. Ah, por eso supongo que estoy nostálgica. Siempre me pasa cuando me zambullo en el recuerdo de ordenar mi habitación.

Una vez, un artista de la palabra me ofreció un relato que hablaba de esto. De la nostalgia de ordenar tus pertenencias, que acaba siempre en bolsas de basura llenas de cosas que no sabes por qué guardaste -o sí lo sabes, y lo escondes-. Su relato desembocaba en un encuentro con su antiguo amor, después de ordenado su piso; hacían el amor, se entregaban casi en silencio, en un halo de tristeza, y a la mañana siguiente el protagonista decide deshacerse de esa parte de su pasada. Como cuando limpia su armario, su ex reposa en bolsas de basura al lado del contenedor. Este brusco final es cosa del señor de la melancolía, es decir, Carlos Castán, y su capacidad de transmitirte nostalgia por cada poro de tu piel... Y leer sus novelas en gris.

A mí ordenar no me da ganas exactamente de romper con mi pasado. Más en concreto, me da ganas de viajar. Observo los maravillosos viajes que llevan a cabo a mi alrededor y pienso que por eso me entristezco, porque al fin y al cabo todo gira en torno a dos cosas en relación a tu capacidad conocedora de mundos: el dinero, cómo me machaca esa palabra, y saber arriesgarte.

No obstante, mantengo la esperanza de que algún día podré hacerlo. Soñaré en otros países y pisaré otras tierras que acabarán mezcladas todas en la suela de mis botas. Cuando me angustio sobre la desembocadura de mi futuro, me tranquiliza saber que, haga lo que haga, lo quiero hacer viajando. Me quiero mover. Conocer, experimentar, sentir. Darle otros olores al alma.

Pero empezaremos por el comienzo, por asir lo que alcanzo, bañarme en naturaleza cercana. Dame la mano, mi amor, y dime cuándo nos vamos.

4 comentarios:

Candela MG dijo...

A mí tampoco me entristece ordenar y recordar momentos buenos o malos. Me gusta el orden, me gusta saber dónde buscar cuándo necesito algo y no sería capaz de vivir mucho tiempo en un antro sucio y con las cosas por el medio...
Hay quién me llama maniática, bueno, pues vale.
Muchas veces me identifico con Mónica de Friends, la estupenda serie estadounidense, siempre limpiando... :)

Unknown dijo...

Exactament elo que escribiste ahi es lo que sentia.
La verdad ami la nostalgia.. nunca me gsutó y de eso hablaba hoy..
Al recordar me hundo en lágrimas.. sabes? A veces me pasa...
Al encontrar esa cancion.. que me recuerda a un rincon muy oscuro o tal vez a un jardin lleno de rosas..pero eso.. no se puede elegir.. solamente surge.
Tambien se.. que esta vida es corta y hay que apresiarla y disfrutarla.. ppor eeso quiero VIAJAR. Viajar muchisimo... Y como dices tu que todos queden en la suela demis zapatos mezclados.
Un beso , me encantó leerte hoy , la verdad un GRAN honor.

Soñadora Empedernida dijo...

:)

El placer son estas sonrisas.

Trid dijo...

Un viaje por el mundo, ya sabes :)
Lo tenemos pendiente, bueno más bien pendiente tenemos aquel viaje a Paris a aquel sitio donde nuestros padres aun no nos han llevado
:)

Primero probare eso del volar, como un personaje de Heroes o como Superman aunque a mi ese tio no me gusta xD
Y luego será ir más allá del mar...

:)


Un besop^^