miércoles, 27 de enero de 2010

Tus flores siguen fuertes, como hace una semana. Las he traído a mi cuarto, así que que me perdonen tanto desorden. Pero así puedo mirarlas cuando quiero. Y descubrirlas en la penumbra de mi habitación por la noche como dos soles naranjas, con sus casi cientos de pétalos que me recuerdan a las rayas de atardecer que decoran tus iris.

Puede que sigan fuertes para que no te sientas flaquear a ti mismo, por algún tipo de conexión mística que va desde tus dedos de escritor a mi mirada de niña que las contempla ensimismada, notándote en el ambiente de mis días. Para que no flaquees y así no tenga que cargar mi dolida espalda con tu cuerpo; debo acallarla, está como loca por hacerlo, dice que sería capaz de aguantar tu cuerpo mil veces sólo por ser tú. Y yo la creo.

Mi confianza es cuanto puedo ofrecerte, porque mi realismo ya lo conocemos tanto tú como yo, y ahora de eso nos sobra. Creo firmemente que puede salir bien, porque equivocarme en mis determinaciones sería infinitamente menos doloroso que verte a ti dolorido por lo mismo. Por las tuyas. Que no son más que una conjunción hija de puta, si se me permite la rabia, de mala suerte que nos acecha. Estaré loca, pero sé que el sufrimiento se nos verá devuelto cuando contemplemos París desde un sueño de los míos. Que ya no estará hecho de vapor de estrellas, sino que será real.

Y, ¿quién sabe? Puede que entre nuestros cuerpos abrazados se asome una cabeza blanca de orejas moteadas pidiendo un poco más de atención. El mundo será nuestro, como lo es ahora la tristeza. Pero hasta ese momento déjame invitarte a mi cama y dormirnos juntos, así tendré dos pares de soles naranjas que me calienten en esta noche... que parece tan oscura.



viernes, 22 de enero de 2010

Dirán que los adolescentes no sabemos amar pero en realidad pienso que son ellos los que han olvidado la pasión y los riesgos que queremos correr. ¿Por ser jóvenes? Por ingenuos. Porque cuando somos adolescentes todos somos artistas. El arte se va quedando por el camino, y es en la adultez oficial cuando recapitulamos y volcamos la locura en crear. Los artistas somos como eternos Peter Pan.

Crecemos pero por dentro seguimos siendo unos preadolescentes nerviosos que vierten sus ganas de ¡inventar el mundo! en sus historias. Sobredosis de palabras. Añoranza de tiempos mejores... e intentamos camuflar estos. Imaginando.

¿Pesadez extrema con el verbo crear? Y ganas de amar a lo loco, de no crecer nunca, de sentir siempre.

martes, 19 de enero de 2010

-Lloras demasiado bien en silencio... Eso no me gusta nada.

La primera vez que me viste llorar recuerdo que te dije "te he manchado", como en una comedia romántica cuando ella se derrumba en el hombro de él. Después vinieron muchas otras, incluso veces en las que mis lágrimas no eran más que gritos en medio de la calle mientras discutíamos. Pero siempre han encontrado una fuente de calma seca en tu pecho, en tus ojos de sol vespertino y en tus manos amarradas con fuerza a mi cintura.

Por eso no es justo. No es justo tanta vida que explota de repente y no es justo que esto sea eterno para nuestra vida ínfima en esta inmensa cadena de la Historia. No es justo que un hijo tenga que crecer sin su padre, no es justo que una de las cosas que el hijo recuerda es el momento en el que le dijeron que se había ido, ni que tenga que pagar los errores de su progenitor. No es justa esta carga de dolor que no se acabará; sólo cuando el alma se apacigüe, siempre que quieras limpiarte, mi amor, limpiar tu alma del dolor sordo que a veces necesita chillar de veras.

Te abrazo porque me encantaría poseer el bálsamo perfecto para tus heridas. Para mí no es justo ver las lágrimas que se pierden en tu barba, y por eso se solidarizan las mías, en silencio como bien sé hacer, para que no te enteres. En todos los otoños hay tormentas, encharchándose el manto naranja que cubre las aceras. El que me cubre a mí, cuando te miro, Otoño. Mientras suena que soy tuya, y así siento tu dolor, y así te siento a ti entero caminando por las venas de mi sangre. Te abrazo porque te quiero, de una manera u otra, siempre en latido constante en mis adentros.

viernes, 15 de enero de 2010

Somos criaturas maravillosas. Ninguna otra especie es capaz de sentir culpa o remordimiento, y aunque a veces se ve como un inconveniente, a mí me parece fascinante. ¿Cuándo hemos visto a un animal hablar con su actual pareja antes de lanzarse al cuello de un nuevo anhelo? ¿Cuándo?

Y sin embargo nos echamos a perder. No somos conscientes de lo que somos capaces de hacer porque vivimos constantemente atrapados en una realidad que creemos nuestra. ¿Quién nos ha dicho que esta es nuestra realidad? En más de una ocasión me he incluido (pretenciosamente, tal vez) al afirmar que sólo los locos somos capaces de crear. Y por qué.

Por qué nos arrojamos a un abismo entre dos realidades si ya tenemos la nuestra, por qué nos volvemos locos en este mundo para vivir otros. Estoy siempre imaginando, creando en mi mente hilos que más tarde se enredan y acaban invadiendo la parte que es real... Si es que la hay. Si no es todo un sueño que otro tiene y que me tiene a mí tecleando en zapatillas de estar por casa, preguntándome un montón de cosas que acaban con mi cuerpo en pijama, leyendo a poca luz.

Así es. Somos las únicas criaturas capaces de sentir con una fuerza capaz de hacernos girar en torno a un sentimiento días. Semanas. O tal vez segundos eternos que se estremecen en nuestra columna vertebral para acabar muriendo en un suspiro inacabado. Somos criaturas maravillosas y sin embargo nos echamos a perder. O es lo que mi mente enferma cree, mientras al mismo tiempo inventa una realidad perfecta y no real que convive conmigo; o yo con ella.

sábado, 9 de enero de 2010

Tengo un vecino al que no saludo nunca. Sin quererlo ni beberlo he creado un odio hacia él inmenso. Lo saludaba sin obtener respuesta todas las mañanas, hasta que le dediqué un gilipollas demasiado visceral. Ahora intento no cruzarme con él. Sin embargo, tengo otro que siempre saluda, pequeño, aunque pronto me alcanzará mientras yo sigo viendo el mundo desde aquí abajo.

Lo pienso. Lo pienso conforme van pasando las luces de la ciudad que ya duerme ante mis ojos. Y también intento imaginar por qué sonríe de repente esa mujer madura que viaja sola en el bus de los que vuelven a casa de madrugada. Como si la pillara por sorpresa, vuelve a sonreír, al tiempo que mi mente maquina que se ha vuelto a enamorar... Y recuerda ese beso y esas manos por todo su cuerpo.

Mi percepción ha evolucionado. Y mi mente busca en los archivos de mis recuerdos hasta dar con una pequeña que escribía en su diario -en el que casi nunca escribía- que estaba madurando. ¿Cuántas Elenas habrán pasado desde entonces? Y ahora está esta chica torpe que, según las lenguas nocturnas, parece salida del musical Chicago.

Cuando cruzo el portal soy yo la que sonríe porque interrumpo a otro vecino con su novia resguardados contra los buzones y expuestos a la pasión. De nuevo recuerdos. ¿Habrá habido muchos más? Muchos más que impactaran provocando el sonido metálico de la chapa y la espalda, otros esperando en el portal, un vistazo antes de subir las escaleras.

Soy torpe hasta para irme de fiesta, claro está. Mi estómago monta en rebelión cuando intento que sea mi cuerpo el que se comunique, y por ello me veo luego en el bus, y pensando en escribir todo este manojo de nervios y pensamientos. Escribir. Porque no somos más que locos que sueñan demasiado; hasta tal punto que piensan en realizar su sueño. De verdad. En jugárselo a una carta, y les -nos- brillan los ojos cuando charlan de ello y llevo a mis labios un sorbo más de café. ¿Locos? Claro que sí. Somos los locos los que nos inventamos historias.

Pero esta noche habla mi cuerpo en susurros mientras me voy desprendiendo de la ropa frente al espejo. Una chica salida de Chicago con el maquillaje corrido y dos pares de medias. Hoy el frío empapa hasta el alma. Y decido que el dolor de estómago no ha estado tan mal si ahora me arrebullo en mis sábanas negras y poseo a esta madrugada leyendo las locuras que otros escribieron. El silencio y yo, con la luna lejana, en un arrebato impropio de esos míos... De sentir el mundo como mío.

miércoles, 6 de enero de 2010

Estaba loca. O eso decía ella misma. Estaba como una regadera porque le regalaba sus miserias a una foto colgada en la pared azul de su cuarto. Casi cada día se tumbaba en su colchón de muelles infernales y se limpiaba bien el alma mirando a la foto. A veces de sus ojos de azabache salían dos lágrimas o se reía provocando que sus rizos castaños se desordenaran. Otras veces, sin más,se quedaba mirando la fotografía porque tan desequilibrada andaba su pequeña mente adolescente que pensaba, emocionada y triste por no tener una emoción mayor, que la miraba.

El chico de la foto. ¿Por qué él? De cara conocida, pero no lo suficiente para imprimir pósters con su rostro. De ojos penetrantes, en una simple foto que capta la magia de un momento que reposa allí, en la pared azul de su habitación.

¿Por qué él?


-Pero, bueno, ¿en qué piensas? Atiende. ¡Atiéndeme, joder!
-Perdón...
-Últimamente estás que no estás. Y no lo entiendo. Tienes el mundo a tus pies.
-Eso no es cierto, y lo sabes.
-¿Que no? Cada vez vas mejor. Te llueven las ofertas, estos últimos meses están siendo de locos. Por dios, mira por la ventana, las chicas te esperan a la salida del hotel. ¿Estás loco o qué?
-Puede. Porque me da igual todo esto.
-Si fueras una tía te diría que te va a venir la regla. Dios mío.
-Quiero dormir, anda, por favor, déjame un rato. Luego seguimos, ¿vale? Dame un par de horas. Y estaré más atento en serio.
-Más te vale, muchachito. Nos vemos en un rato.

Y se marchó dejándolo solo para que durmiera, como el joven le había pedido. Porque a pesar de que la suerte le sonriera en los últimos meses él ahora sólo quería dormir. Sólo cuando dormía podía disfrutar de ese reflejo de noche. Cerraba los ojos para encontrarse con ese pequeño aliento de ojos negros y cabello moreno. ¿Por qué ella? Inexplicablemente, en sus sueños la veía y la escuchaba, la miraba deseando una sonrisa, e incluso -creyéndose loco- comenzaba a quererla. Siempre la misma chica.

¿Por qué ella?

lunes, 4 de enero de 2010

Es una maravilla seguir sorprendiéndonos a nosotros mismos.Yo acabo de descubrir -otra vez- dónde quiero que se sitúe mi futuro. Pero de una manera distinta. Sabiendo que sentir es lo que mejor se me da, y que lo que mejor quiero que se me dé es que los demás compartan mi sentimiento.

Me he levantado de la cama dejando la almohada mojada porque una vez más mi alma se ha anudado siguiendo los pasos que una vez, hace años, soñó alguien. Y más tarde los escribió, y luego se leyeron en voz alta, se pactaron, se tradujeron en imágenes, llegaron hasta nosotros. Es fantástica esta sensación. Es como si me regalaran sentir.

Pienso, también, que tiene que ser horrible perder a quien amas. A quien amas de verdad, a quien, como dice la chica de mi película, lleves la vida que lleves, trabajes en lo que trabajes y tengas todos los amigos que tengas, no va a estar. Y por eso tú tampoco estás. Me abruma la idea porque mi mayor deseo es que sea inconcedible. Que seamos eternos y trabajemos juntos, y yo pueda leerte y tú verme. Compartiendo nuestros trozos de vida que decidimos regalar. Para que sientan.

Sorprendida aún, y escuchando la misma canción, redescubro que quiero dedicar mi futuro a regalar sentimiento. Porque me parece lo más eficaz y necesario para el alma humana, salvando las distancias...