viernes, 27 de agosto de 2010

No habléis de amor. Ni os enredéis con historias a estas alturas. ¿Os gustáis? ¿A ti te gusta ella? Una declaración no debe contener por norma general el verbo amar. ¿No merece la pena saltarse los pasos de las películas y besarla lentamente para ver qué se siente? La vida está hecha de riesgos, y el camino que seguimos lo tejen éstos mientras se cruzan. En intentarlo está la clave. Nadie se enamora con sólo mirar a alguien a los ojos, es una mentira. Cupido murió hace mucho, y no hay nadie que haya perpetuado el legado de sus flechas.
Sólo sé que no hay que tener miedo a equivocarse. Ni tampoco aspirar a encontrar el amor eterno en esas pupilas que nos observan, sin intercambiar una palabra, un roce de manos, o el sabor de otra piel distinta. Hay que probar y aprobar miles de cosas. Por ese motivo, no habléis de amor si estáis todavía en el maravilloso juego de los nervios y las primeras veces. Si quiere venir, vendrá. Os enamoraréis y será otro mundo... Diferente. Extraño al principio.
No obstante, ahora... no estropeemos el presente con un futuro que no sabemos si llegará. Y menos en los asuntos que incluyen latidos de corazón que encienden el alma.

jueves, 19 de agosto de 2010

Es que te falte algo, a pesar de que sabes que lo tienes siempre y que acabas de dejarlo. Es sentir en tu piel algo distinto pero del mismo nombre, un cosquilleo que quema en las yemas de los dedos cuando te roza. Es hacer todos los días lo mismo, pero seguir estando lejos de la rutina; cuando es rutina y te la quitan, lo agradeces, esto, sin embargo, te falta en silencio si desparece. Aunque no desaparece del todo, sino que solamente se vaporiza unos días y te lo trae el viento, en cada vez que suspiras. Él está conmigo. Es su olor, su voz, sus sentidos que son los míos, sus ojos que chispean en la memoria, el calor, las ganas.

Echarlo de menos aún hoy... Hoy, hoy mismo, como la primera vez que me marché y nos separamos. Eso sigue siendo magia.

jueves, 12 de agosto de 2010

Hay muchos tipos de amor y eso es algo que he aprendido con el paso de los años, a base de conversaciones y ojos abiertos, alguna comparación (de esas odiosas) y escuchar mucho. Pero si hay algo de lo que estoy segura, al mismo tiempo, es que el sentimiento, en su esencia más pura, es idéntico. Y no es contradictorio, de verdad que no. Es como un cuadro que todos vemos pero del que sacamos impresiones distintas. El corazón nos late de distinta manera ante un mismo signo, y por eso, a veces, caemos en el error de juzgar que eso, eso que vemos, no es amor.

La diferencia radica en que, a mi juicio, quien no ha sentido amor jamás sentirá si eso lo es o no, si merece la pena luchar por una persona. Porque no lo entiende. Y de veras que me apeno muchísimo cuando esa persona, vacía de este grandioso sentimiento y llena de inquietudes de plástico, sólo demuestra estar llena de odio y de rabia acumulada, la cual trepa poco a poco por su alma escupiendo celos. Lo peor es cuando esa persona cree que de verdad sabe de amor.

Y fijaos que no me gusta hablar de esa palabra, que en ocasiones se me antoja gastada y llena de costras de lo que la han maltratado, pero me siento feliz cuando en mi interior soy consciente de que lo he sentido y he tenido ese privilegio. Por eso, desde mi cuarto y mi retahíla de experiencias en estos viajes prohibidos que nos otorga sentir, deseo que se pase. Que se pase todo ese odio y esa inexperiencia que acaba malgastándote desde adentro, haciéndote sentir mecánicamente especial, sabiendo en tu interior que es todo mentira.

Alguna vez te llegará, cuando dejes de resguardarte en esa coraza de falsedad, y entonces... Sabrás cuánto has errado.

domingo, 1 de agosto de 2010

Yo corregía tus textos con alma infantil mientras tú marchabas a aspirar otros olores. En mi corazón palpitaban tus palabras porque era una niña, e inexperta, y en mis ojos resonaban tus frases como los mismísimos mandamientos. Mientras tanto tú... no sé. Tú no sé. Pero después de tres años he recobrado la cordura, me he cortado los hilos de ese tiempo, y aunque ya soy una persona distinta también fui la niña de quince, y por eso en lo más hondo me daña. Porque soy la misma, con la espalda más cargada o no, pero la misma. Y por ello sé que mis ojos han cambiado esta noche. Ya no verán igual.