sábado, 27 de marzo de 2010

Soy una romántica empedernida y además una cuentacuentos que está algo loca -difícil combinación-. De esas que esperan besos de cristal que no se rompan nunca, y atardeceres de película en los que, se supone, el corazón late con fuerza. De esas que inventan historias que se hacen imágenes en su mente y acaba viviendo su propia película. De esas despistadas y que a veces se comportan de manera extraña, como si no fueran ellas. De esas que sorprenden un viernes noche porque se ha pintado los ojos y ya no lleva botas de montaña. De esas que son conscientes de que también pueden ser una mujer cuando ellas quieran. De esas que, en general, prefieren ser una niña. De esas que juegan al amor y se estrellan con los revoloteos en su estómago.

De esas románticas, cuentacuentos y locas. Que a veces se sienten especiales y otras la mujer más corriente del mundo. ¿Mujer? Bueno, lo que sea. Persona. Personaje. Cuento. Vida.

jueves, 25 de marzo de 2010

Estoy triste, señor desconocido, y por eso llevo el pelo recogido y no me he pintado los ojos. ¿Lo ha pensado al verme entrar? Seguro que sí, que estaba poco atractiva... Estoy triste, y por eso hoy no me importa su nombre, y es probable que en otro momento de mi vida me habría hecho la dura, para que me invitara a una copa y se lo ganara un poco. Pero hoy no puedo, ahora mismo no puedo, y lo he visto mirando su vaso y sus ojos me han recordado un poco a los míos. ¿Eh? No, no, por las ojeras no. No me gustan, pero siempre las tengo. Hoy sólo necesito que alguien me recorra para borrarme de la piel el fracaso y la frustración como acto caritativo. Seguramente le parezca una loca, una pobre desequilibrada, pero es así, señor desconocido, estoy así... Sólo seamos los desconocidos que menos se conocen del mundo. Sin que importen nuestros nombres o de dónde venimos. ¿Nuestro trabajo? Qué más da. Somos dos cuerpos que quieren que dejemos de hablar. Míreme a los ojos, de veras, míreme. ¿No se reconoce? Vamos a bebernos la tristeza el uno al otro. No perdemos nada, salvo el aliento. No me mire así, señor desconocido, en serio lo necesito... Necesito saber todo de usted, pero sin que hablemos. Ni una palabra. Nada que pueda comprometernos a que se nos escape el alma.

domingo, 21 de marzo de 2010

-Yo también sé ser sexy-me dice. Y le da una calada a mi cigarro, lo apaga en la mesa de madera y se marcha de la pequeña cafetería.

Me he quedado de piedra. No sé por qué ha hecho lo que acaba de hacer, pero lo más sorprendente es que tiene razón. Me ha parecido el gesto más sexy del mundo. Estoy como loco por subir las escaleras y mirarla hasta que se moleste conmigo. Entonces sonreiré. Y me volveré a levantar de la mesa, para que ella me siga. En cualquier esquina le escribiré mi vida en la piel de su espalda con las uñas. Le pediré que cuente mis cigarrillos y que me deje sin aliento por cada calada que quiera volver a robarme. ¿Me seguirá? Espero que sí. Porque voy a arriesgarme y así lo hago.

Subo las escaleras muy lentamente. Me parecen mil peldaños que nunca se acaban. Entro en la sala y allí está. Se ha recogido el pelo y parece la chica que siempre me había parecido hasta que se ha acercado a mí y a mis labios llenos de humo. ¿Pero qué me pasa? No entiendo por qué, si ella es tan, tan así. Con esa coleta tan fea y el pañuelo en la mano porque está resfriada. En la otra el bolígrafo que muerde sin dudarlo y esa pesada manía de estudiar tanto. Luego que no se queje si le dicen que es rara. ¿Cómo no van a decírselo? Y además esas deportivas que lleva siempre y que no realzan nada su figura. Pero, bueno, ¿por qué no le enseñan a vestirse?

Rehago mi camino. Me he puesto de muy mala leche. Salgo al frío exterior de la pesada biblioteca y respirando hondo enciendo otro cigarillo.

sábado, 6 de marzo de 2010

No me reconozco. Por favor, ¿quién quiere nata cuando existe chocolate? He preferido dormir en mitad de la tarde que abrir el libro. Me soltaría el pelo si aún lo llevara largo. Y este sabor de boca... No sé qué hago. Excepto hacer daño. Todo sería más fácil sin Internet que me invitara a soñar. Las hadas no lloran porque tienen miedo a la sal en sus mejillas. ¿Y si me dedico a pensar? Quién me haría caso. Palabras vacías que no son nada. Por qué no quiero hacer fotos. Me parece más interesante mirar fijamente ese punto en la pared y que el mundo se siga moviendo sin mí. Yo ya no soy un hada. Es como si estuviera sangrando sangre gris. Nunca lo he sido. Necesitaría un desdoblamiento de personalidad y así no tener miedo a decir lo que siento. Es difícil acallar mis adentros. Y ponerle un nombre a este sentimiento. Si el amor funciona a base de adjetivos podría doler demasiado. Duele demasiado. En realidad mi nombre comienza por la i de incertidumbre. Lo hago todo tan difícil. Sin puntos suspensivos. Me estoy cansando de vivir siempre conmigo. Porque a veces olvido que hay más. Corazones. Alientos. Recuerdos. Prisas. Deseos. Vidas. Por qué le ponemos un nombre a todo. Y luego nos obligan a aprenderlo. Camino sin rumbo porque no quiero agarrarlo. Es más fácil así. Mis pies son más felices así. Pero no es cierto. No lo es. El día que consiga dejar de ser una cobarde seré feliz o quizás estaré muerta. ¿Muerte? Marzo significa muerte. Muerte no. Abandono, materialización del nunca. Sky is over. Se me mete la voz de Serj Tankian hasta el alma. Y mira que es difícil, en estos tiempos que corren, que no me reconozco ni a mí misma, y me toco adentro, lentamente con las yemas de los dedos, porque parece que se haya escapado o esté escondida, y no tenga alma.