sábado, 23 de abril de 2011

Curiosamente, entre la taquicardia, las pocas horas dormidas y la fiebre de esta noche -o día, técnicamente, por cerrar los ojos después de que hubiera amanecido- lo único que me calmaba un poco era pensar que no estaba en mi cama sino en mi cama postiza y que en unos segundos iban a sonar esos nudillos en mi puerta. Siempre los nudillos, excepto cuando tengo la música muy alta y no te escucho. Y yo iba a abrir echa un guiñapo, todavía con lágrimas en las mejillas, te iba a hacer pasar con un gesto cansado y en mitad del pequeño pasillo me ibas a abrazar de esa manera que tenías guardada hasta hace poco. Y así me iba a poder apoyar en el hueco que hay justo encima de tu clavícula y no haría falta decir nada, aunque seguramente me dirías eso de Tranquila... y a mí me daría igual que nadie más supiera que estoy así porque ese silencio mientras te arrugo la camisa cogiéndote fuerte con los dedos sería suficiente.

Se me han mezclado los estampados de rayas en diferentes camisas, el sonido de la guitarra y la armónica, las letras que he acabado aprendiéndome y las miradas cómplices en cualquier sitio si notabas que por dentro estaba temblando. Creo que, en ese momento, con una canción que me enseñasteis en la cabeza, he logrado por fin coinciliar el sueño.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=vxfW8lKIYa0

Tranquila, pequenia...

Soñadora Empedernida dijo...

Es lo que más echo de menos.