martes, 12 de abril de 2011

La muerte es la muerte y da igual cómo te llames. Quién haya sido tu padre o tu abuelo, de qué color sean tus ojos o qué bandera palpite con tu sangre en el pecho. En el campo de batalla se acaba mezclando todo el líquido rojo y los uniformes se vuelven negros con el barro, negros con el cansancio, el tedio, el saber que estás arrebatando alientos porque en teoría eso venías a hacer. Todo negro. Tan negro que ya no se distingue al amigo del enemigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre.