sábado, 2 de julio de 2011

Ante tu ausencia prolongada mi mente ha explotado en mil hipótesis que me asustaban. A los que me preguntaban que por qué estaba triste, podría haberles contestado que simplemente imaginaba. Porque no es otra cosa. ¿Habrá decidido alejarse al verme así? ¿Tal vez se haya cogido un bus al pueblo para estar tranquilo? No, él no tomaría la inciativa de coger un bus por sí mismo... ¿Estará durmiendo, para olvidarse de todo? Le daré un día, o dos, luego le llamaré, porque él me enseñó que huir no es el camino.

En realidad, fumabas marihuana con un colega y supongo que tú estallabas en risas, como el sábado pasado volviendo al amanecer, cuando tus carcajadas rasgaban la quietud de la ciudad, mientras mis lágrimas seguían brotando muy silenciosamente. Ojalá fuera como tú. Tan despreocupada, tan liviana, tan individualista. Sigo pensando cosas que no te definen, cosas que fueron las que nos mataron. Su ausencia, en verdad, nos asesinó despiadadamente. Pero el apoyo más grande de ese crimen fue mi mente soñadora y confiada. Confiada en que ibas a corresponder aquello que anhelaba.

¿Sabes qué? Que no se puede huir si no se ha comprendido a la otra persona, por eso yo no necesitaré recordarte nunca que no se debe escapar. Y, por supuesto, aquel que sufre realmente... no estalla en carcajadas. Yo... No te conozco. O tal vez erré la primera vez que lo hice.

1 comentario:

galmar dijo...

Hay muchos motivos por los que sonreír y reír, ojalá mañana tengamos alguno, aunque sea pequeño, aunque no llene el día, aunque no tenga que ver con nuestros sueños, un besoooo