viernes, 29 de noviembre de 2013

- ¿Por qué has venido ahora? ¿No habíamos quedado luego?

Se pone una camiseta con torpe rapidez. Es la primera que ha pillado, pero ni le da tiempo a mirarla. Piensa en peinarse un poco pero acaba concluyendo que eso va a provocar que parezca todavía más estúpido. Espera su respuesta mientras le late el pulso en las sienes con ese frenesí de una situación incómoda y que le llena a uno de culpabilidad. Incómodo y lleno de culpabilidad, en eso se ha quedado el orgasmo.

- Ya. Pero prefería venir ahora. Ya me marcho.

Ella abre la puerta de casa y antes de que pueda irse él sale a su paso y le corta el paso.

- ¿Por qué? ¿Pero qué cojones haces?

Ella sonríe ligeramente. Es una sonrisa amarga pero entera. Una sonrisa que no esconde nada.

- Quería ver esa vergüenza. Quería ver cómo la sentías. Así puede ser que la próxima vez que me eches en cara que me tiro a otros mientras intentamos arreglarnos te lo pienses dos veces y recapacites. Y al menos te calles. Porque si tienes dos dedos de frente, y sé que los tienes, sabrás que sé que no puedes exigir nada que tú no quieres ofrecer. Ahí está tu problema. En que crees que no tienes dueño pero que, ante todo, sigues siendo el mío. Cuídate. Y mis cosas puedes quedártelas-. Rápido vistazo. - Incluida esa camiseta; te queda a ti mejor.

Y se va. Él, perplejo entre el salón y la cocina, se rasca la cabeza mientras en su pecho se va abriendo un vacío hondo, lacerante, implacable. De su ensimismamiento lo saca otra voz femenina; esta segunda proviene del dormitorio.

- ¿Qué ha pasado? ¿Qué quería esa loca?

jueves, 28 de noviembre de 2013

Soy piel y huesos. Soy una sonrisa burlona devuelta por el espejo. Un aliento más, el pecho hinchado de vacío. Soy un fracaso que duele. Un fracaso que enseña. Soy la penúltima nota de un violín que arranca desde sus cuerdas una melodía rota. (No) soy la chica de 15 años que se enamoró casi sin razón y respiraba pasión en el invierno más frío. (No) soy la chica que se enamora. Soy los resquicios de lo que algún día fui. (Cómo pude ser) así. Soy algo diferente, evolucionado, envejecido, desganado. (Ya no) soy esa chica. Soy la misma piel y los mismos huesos. Soy la incredulidad de quien ha sentido el sufrimiento en el estómago y la tristeza profunda agazapada en lo más primigenio, sin que quisiera marcharse. Soy un verano negro y de lágrimas. Soy las cenizas de las que volví a nacer. (Todavía) soy esas cenizas barridas debajo de la alfombra más gruesa. Soy resignación, ausencia de paciencia, ausencia de impaciencia. Soledad, ansias de viajar, independencia. Soy el silencio de quien no tiene que darle explicaciones a nadie. Soy aquella que camina rápido con una maleta y que no quiere que venga a recogerla nadie al aeropuerto. Soy la que sonríe por amabilidad aunque sea un día de mierda. (Ya no) soy Tina Leone. Soy otra ilusión que parece diluirse. Soy ese espejo. Esa chica que me mira desde el otro lado. (Ya no) esa chica que me mira desde el otro lado.

Soy ausencia de carne ahora, hoy, en este segundo. De espíritu. De alma. De esperanza. Sólo piel y huesos.
Y juras otra vez que no quieres volver
a despertar muerta de sed
y con un puñal hundido en el pecho.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Me pregunto si alguna vez se acabará esta empatía. Cada vez que me comprometo con una historia en la que el dolor juega un papel importante acabo sintiendo las uñas del pasado en el estómago. Acabo sintiendo ese dolor de una manera casi personal, reviviendo la tragedia de la manera más intensa que  permite una posición ajena. 

El recorrido, hasta hoy, es siempre el mismo. Me intereso, leo, pregunto, veo, compruebo, leo más, anoto, escribo, señalo y, sin poder volver atrás..., ya estoy perdida. Estoy metida en la historia sin remedio, y sé que no saldré de ella hasta que no componga las palabras para poder hacer saber a otra gente que esa tragedia existió y que hay vidas humanas que sufrieron y sufren mientras nosotros seguimos respirando.

Por ello, por todo ello, a veces me pregunto si, en el caso de que continúe en esto, de que quiera seguir contando historias, me iré volviendo más y más insensible. Personalmente prefiero un periodismo intenso, humano, impregnado de la realidad latente y cruel si así debe ser. Sin embargo a veces me entran las dudas y lanzo al aire este interrogante. ¿La vejez me hará menos empática? ¿Es necesario un mayor alejamiento, no es nocivo dejarse doler, dejarse comer por una historia siempre que se mantenga la cordura?

Hasta hoy, no me importa este dolor. No me importa sentirlo. Para mí es parte de la pasión de querer informar de algo, de querer contar una historia que merece la pena ser sabida por todos. Es como un reflejo vivo de que existe. Porque existe. Y si esa existencia va ligada al dolor, a la injusticia, a la miseria, la crueldad, o a tantos otros sentimientos que nos hacen pequeños, ¿por qué no contarlo así? ¿Por qué no sentirlo así? Me pregunto, también, si acaso se puede contar y conocer una tragedia sin sentir absolutamente nada. Si el alejamiento debe o no debe ser la manera correcta de hacerlo.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Existe la posibilidad de que el cielo y el mar se tiñan de un color similar y parezca que se funden. Ocurre de noche, y a veces sólo un tímido reflejo lunar es el rostro de un mar en calma, negro a mis ojos, contemplado únicamente por esas pinceladas blancas y amarillas. Pero cuando ocurre en un día nublado o al atardecer, sin que tenga que ser la negrura el catalizador de esta maravilla, me parece magia. El mar y el cielo unidos en un manto uniforme, sin fisuras, provocando que no eche de menos ningún horizonte.

Entonces todo es calma, espíritu tranquilo, y la vida entera se me antoja sencilla. Como si pudieran unirse las mentes y nadie tuviera que entenderme. Sólo ser parte de ese manto infinito, entre el gris y el azul, y no tener que preocuparme de otra cosa que no fuera sentirme libre.

domingo, 3 de noviembre de 2013

If you're gonna try
and 
walk 
on water 
make sure you wear 
your comfortable
 shoes.


Submarine