lunes, 23 de junio de 2014

A veces la música en aleatorio daba en el clavo respecto a su estado de ánimo. Algunos de sus amigos se empeñaban en confeccionar listas de reproducción minuciosas que iban empleando según cómo se sintieran. Pero a Isabel le gustaba escuchar su música en aleatorio, sobre todo cuando cogía el metro, arriesgándose así tanto a la más grata sorpresa como a la más desagradable caída de su estómago.

Esta tarde no se sentía agotada, pero sí algo desconcentrada, alejada de la burbuja en la que procuraba protegerse a diario. Ni siquiera tenía ganas de escudriñar los rostros de sus compañeros de vagón; el temor a verse reflejada en alguna de esas caras cotidianas de cansancio y vida normal la echó para atrás esta vez. Y justo sonó la canción.

Lo primero que le vino a la mente fue por qué seguía estando allí. Por qué no la había borrado.

Lo segundo que supo es que iba a ser incapaz de saltarla, de ignorarla y meterse con la siguiente. Así que dejó que las notas le levantaran silenciosamente la piel mientras se preparaba para el chaparrón de ese día tan seco de Julio. Y tan lleno de nada.

Cerró los ojos sintiendo su peso cansado coronando sus mejillas y se dejó ir mientras a su cabeza volvían los interrogantes y esa voz ligeramente rasgada le traía con acento argentino una historia que se repite, el azar del que a veces parece depender una situación tan sencilla y tan compleja. La caída de la moneda. La cara de la soledad.

El pitido de la próxima parada aflojó la garra que notaba en ese momento en el pecho. Como un autómata, se levantó mientras se le caía el teléfono móvil al suelo y los cascos se le resbalaban de las orejas. Lo recogió sin apenas mirar y se colocó delante de la puerta. En el cristal se vio a ella misma. No necesitó ningún rasgo de vida normal. Mientras las puertas se abrían, se colocó de nuevo los cascos y echó a andar. En sus oídos, muy lejos de allí, unos siete años más o menos, sonaban las últimas notas. El dedo de Isabel pulsó el botón de repetición. Suspiró y siguió adelante.

No hay comentarios: