jueves, 24 de diciembre de 2015

Como si buscara el mar en una caracola.

Se abraza al traje angosto y frío, de hierro poroso poblado de cráteres de viruela, aleación de carne y metal, pegada a él, como si le auscultara el corazón o buscara el mar en una caracola, mientras en sus cabezas suena una melodía de juguete antiguo, de caja de música olvidada en una estación de tren, que les invita a bailar en la frontera de una baldosa, una baldosa inexistente y un compás imaginario, en una combustión de cariño y energía que desafiaba al tiempo y a las leyes naturales, la superación de un hombre que no quiso obedecer, insumiso ante la dictadura de la muerte, atrapado en el cuerpo de un buzo noctámbulo llamado Otto en el Canal Imperial de Aragón.

Una vida en porciones es mejor que el olvido.


Otto, de Leyendario: Monstruos de agua.
(Óscar Sipán Sanz y Óscar Sanmartín Vargas)

miércoles, 23 de diciembre de 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Ya puedes mirar.

Todo lo que pensé en escribir y al final no escribí, fue por algo.
Y todo lo que escribí y el azar acabó borrando, también fue por algo.


Y espantar el 
frío
 que venía 
conmigo:
 lo voy a 
quemar.

jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Por qué afrontar la realidad si puedes culpar a otros?


Esto ha hecho que vea las cosas realmente claras. De todo lo que va mal en tu vida, culpas a alguien: a tu madre, a tu ex, incluso a tu abuelo muerto, joder. Lo cual significa que, si algo va mal entre nosotros, vas a culparme a mí.
(...)
Mira, te quiero, Cole. Pero no puedo deshacerme de tu "maldición". Tienes que hacerlo tú mismo.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Noviembre.

"Es que, Elena, tú no sabes cómo te ha cambiado el humor en este tiempo. Bueno, sí lo sabes, pero me refiero a cómo se te ve desde fuera. Es que no tiene nada que ver. Estás recuperando la luz de la mirada. ¡Tienes hasta menos ojeras!"

Él la observa y ella baila. Desde el segundo piso de la discoteca, zona acotada sólo para selectos, la visión de la pista es completa y desnuda. Al compás del juego de luces brillan las miserias, las borracheras y las escasas sonrisas que las burbujas etílicas todavía no han torcido y parece que aún seducen. Él no sabe si ella lo pretende, si quiere en efecto seducir, pero desde que la ha visto abrirse paso con sus amigos no puede quitarle las pupilas de encima. Ella a veces lanza miradas a los balcones que rodean la pista de la discoteca, construida en forma de teatro, pero él está seguro de que no logra verlo porque las luces en los pisos de arriba no son tan intensas como para iluminar los rostros de los que observan a la plebe que se acumula abajo, agitando sus huesos. Pero eso da igual. La mira, la mira, la mira, y quiere probarla. Primero lento, luego acelerándose, después recorriéndola dejándose notar y arrebatándole el aliento.

No, ella no lo ve. Lo sabe. Baila, pasea su mirada sin ninguna pretensión, mueve las caderas según le susurra la música y, sobre todo, ríe. No para de darle forma a su sonrisa y él la mira, la mira, la mira y la mira sin poder evitarlo. Llega a ver cómo aparta a manotazos contundentes y cortantes a un par de babosos que se le acercan, y eso provoca que tenga más ganas de probarla. Tiene carácter, se rinde y piensa, pero luego añade que qué gilipollez, si no la conoce. Pero le gusta mirarla. Quiere conocerla. Ropa negra, labios color vino. No quiere dejar de mirarla.

Las músicas varían, se mecen, se apagan y vuelven, las luces no paran, cada vez parece que hay más hombres en la pista, ella habla con sus amigos, se balancea, parece moverse ajena a las decenas de personas que -está seguro- se arremolinan a su alrededor intentándose contagiar de su electricidad.

Pasan las canciones y los minutos y él la mira, la mira y la mira. La mira. Apura su vaso, sereno y decidido, y se la come con los ojos sabiendo que seguramente ella no estaría de acuerdo. Que tal vez hasta lo apartaría de otro manotazo, y eso le haría sonreír, y la esperaría a la salida para hablarle y decirle que él no es otro baboso más. Lo sabe. Va a ir a por ella. Va a hacerlo. Acodado en la barandilla de su balcón de privilegiados, rodeado de estúpidos que se beben las botellas de la zona VIP, sigue mirándola y, sintiendo algo de temor por que en un parpadeo desaparezca, se dice a sí mismo que va a ser suya. Va a ser suya; ya no tiene dudas.

Lo que ignora, porque a veces ocurre, es que, a pesar de que ella no sabe que alguien la mira, la mira y la mira, ella no se siente de nadie. Ella no es de nadie. Y ella no va a ser de nadie.




jueves, 26 de noviembre de 2015

For (E)Lena.



Creo que lo importante de los recuerdos es lograr volver a ellos sin ningún tipo de amargura ni dolor. Para mí es importante trabajar, y haberme esforzado, en resolver todos los asuntos conmigo misma para desterrar cada atisbo de rencor, ira o ganas de venganza. En la vida uno se encuentra ya suficientes trabas como para, además, añadir algunas que se construyen desde el interior y cerrar los ojos a los escasos aspectos buenos que pueden sobrevenir y ayudar a que uno se sienta mejor persona.

Doy un paso, me lleno los pulmones de aire fresco y sonrío ajena a los curiosos que me miran por la calle preguntándose, imagino, por el motivo de la curvatura positiva en mis labios. 

Les diría: Suena música, me encanta el frío, y no hay dolor.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Y qué bonita es la vida así.

Canciones y circunstancias y circunstancias que hacen que escuche canciones que ya conozco como si estuvieran llegando por primera vez a mis oídos.

Sonrisas y caminos que se separan.


Todo lo que ocurre, ocurre por una razón.

jueves, 5 de noviembre de 2015

"Eres tan peligrosa, tan peligrosa, mi amor..."

Él se levanta de la cama, pero, al ver que ella, perezosa y niña, se da la vuelta y deja su espalda desnuda a la vista no puede evitar inclinarse de nuevo y comenzar a besarla.

- ¿Te gusta?
- ¿El qué? ¿Que me beses así? - le contesta ella con los ojos cerrados y tanteando con su mano el colchón resentido buscando la de él.
- Sí.
- Claro que me gusta...

Y ella sonríe de manera natural, sin pretenderlo, y él intenta adivinar sus sueños y vuelve a tumbarse a su lado.

- No me quiero ir.
- Pues no te vayas. Quédate.

martes, 27 de octubre de 2015

Hasta que cesó el ruido de las balas.

El otoño tiene algo que me empuja a caminar con fuerza, a llenarme de luces naranjas y a renacer con cada hoja que cruje debajo de mis pies.

Mientras, cruzo la calle y en mi mente sigue resonando Fue tan sólo un pequeño trámite, tan sólo una excusa idiota...

jueves, 22 de octubre de 2015

¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué es lo que está pasando? Está pasando una vez más.

Otra vez volví a creer, aunque fuera por un día,
cuando aquel ángel cicatrizó todas mis heridas
y me cubrió con sus alas
hasta que cesó el ruido de las balas.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Pero fue la última parte,
la parte más difícil.
Esta vez fue mi propio miedo,
fue mi propio miedo que casi me deja ciego.

Ahora entiendo el sentido de las cosas,
el equilibrio de la balanza,
el polvo de las estrellas,
las rocas que ahora son arena.

Ahora entiendo que cada espina
y que cada pequeño arañazo,
cada cuchillo por la espalda,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota,
Tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota.

Hace tiempo que yo ya no sonreía tanto...

viernes, 9 de octubre de 2015

Y la playa llora y llora.

...y desde mi casa grito:
que aunque pienso en abrazarte,
que aunque pienso en ir contigo,
el doctor me recomienda que no me quite mi
abrigo,
que no esté
ya
más
contigo.
Y yo no puedo negarme, pues el tipo soy yo mismo.
Estudié mientras dormías, y aún repaso las lecciones, una a una.
Cada día.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Volverás cuando estés limpia 
Y yo no te haga falta 
Gritaré lleno de orgullo 
Tu nombre en el andén 

Feeling Good.


- Quería hablarte un minuto antes de que te fueras. Mira... Lo que pasa es que... Bueno, mi padre ha muerto.
- Oh, Troy, lo siento muchísimo.
- No...
- Lo siento mucho...
- Lo que ha ocurrido es que... Tuve una vista arcana del universo. Y lo mejor que puedo decir sobre eso es... No lo sé. Tengo un... planeta de arrepentimiento encima de mis hombros. Y no te imaginas cuánto me gustaría poder regresar a esa mañana después de que hiciéramos el amor y hacer todo diferente. Pero sé que no puedo, así que... Pensé que vendría a decirte algo. Y lo que quería decirte era que te quiero, y quería estar seguro de que eso quedaba claro para que no hubiera ninguna confusión. Bueno, entonces... ¿adónde vas?
- Iba a buscarte.
- ¿Para qué?
- Quería ver... si estabas bien.
- Tuve una semana de mierda.


PD: Gracias por una buena, y sencilla, noche de sábado.


sábado, 26 de septiembre de 2015

Luz compartida.

Vidas corrientes (09/11/2014)



Creo que a veces nos perdemos en el miedo a equivocarnos. Y por eso no somos capaces de admitir que los errores también tienen cabida en nuestras relaciones más profundas.

No siempre escogemos a la persona adecuada. A veces nos enamoramos de alguien con quien no dejamos de fantasear con lo que vendrá después. Despreciamos una vida corriente porque entendemos que lo mejor está por llegar.

El problema sobreviene cuando despojados de esa ensoñación nos vemos solos. Entonces nos damos cuenta de que en el hecho de anhelar una vida mejor no estábamos acompañados de esa persona a la que pensábamos amar de esa manera tan prístina. Es en ese momento cuando debemos darnos cuenta de nuestro error. De que no amamos sino idealizamos; de que hemos disfrazado el hecho de sentirnos solos con el pensamiento de que esa persona a nuestro lado algún día haría que dejáramos de sentir ese desamparo tan silencioso.

No hay nada de malo en amar a alguien y descubrir después que no era la persona a la que habíamos estado esperando. Que no nos completa. La vida no deja de ser un cúmulo de ensayos y errores que a veces confirman nuestras hipótesis y otras nos dejan el regusto de una prueba frustrada pero llena de vivencias que nos construyen desde lo más esencial e intrínseco.

Es a través de ese motor de búsqueda imparable que exploramos y analizamos el concepto de vida corriente. Pero, al mismo tiempo que no siempre acertamos, hay veces en las que para acertar debemos dejar de estar solos. A veces son otros los que nos destapan la luz. Los que nos ayudan a limpiarnos la mirada de legañas y fantasmas y alumbran nuestras ideas dotándolas de una perspectiva diferente.

Lo mejor que puede ocurrirnos entonces es comenzar a apreciar una vida corriente. Porque el hecho de esperar que nuestra vida empiece y se llene de grandes cosas deja de tener sentido cuando conoces que las grandes cosas pueden acumularse en el reflejo de nuestro rostro en los ojos de alguien a quien amas de verdad. Desaparece el anhelo de una vida mejor mientras tomamos consciencia de que no hay vida mejor que vivir como queremos la que ya tenemos. Sentirla como nuestra.

Creo que es en ese instante, y sólo en ese instante efímero que cubre una mirada o un roce de pieles, cuando no necesitamos arroparnos con fantasías y alcanzamos la plenitud de una vida vivida de verdad, a cada segundo, sin esperar a que los días tomen otro brillo. Tampoco se trata de conformarse; sólo se trata de ser capaces de ver. De entender nuestros errores y por qué las personas que desfilaron antes por nuestros pechos no nos terminaban de llenar. Se trata de aceptar nuestro pasado irregular y disfrutar de lo que se tiene y alimenta el espíritu. Aunque sea lo que siempre dijimos despreciar y apartar de lo que queríamos que fuese nuestro futuro.

“Aunque” sea una vida corriente.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Me quito la mochila que tenía llena de piedras.

Si algo deja cualquier guerra son tumbas. Para los dos bandos. Pero acaban siendo ocupadas por los cadáveres de aquellos que pelearon en ellas, no por quienes las causaron.

Y hasta yo misma sé que un día seré capaz de recoger flores en cualquier jardín y las llevaré a ese nicho donde descansarán, o simplemente estarán, tantas cosas como tantas tuvimos y dejamos ir.

Y volveré a nuestra tumba, dejaré las flores y con las yemas de los dedos recorreré la inscripción de la lápida, que no serán los nombres por los que todos nos conocen, sino aquellos dos con los que nos llamábamos cuando nos amamos, y que ahora comenzarán a disiparse junto a todo lo demás, mezclados entre la tierra y la tristeza.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cambio y movimiento.

<< A mí me gusta pensar en el futuro, porque es donde voy a vivir. El pasado, pasado está; es en el futuro donde yo voy a estar de verdad. >>
Si de algo me sirve este pequeño archivo de mis adentros es de descubrirme, y redescubrirme, una y otra vez. Hace cuatro años el otoño acudía a mí hablándome de mi espíritu, al que yo llamé mi animal, y en el que pensaba ensangrentado y desnudo, pero fortaleciéndose día tras día. Y ahora vuelvo a esa canción que me dio fuerzas y que en un día como hoy me habla de que todo ocurre por alguna razón. Que las heridas cierran y cicatrizan, y los otoños siguen viniendo, con grises y naranjas, sin amarillos esta vez, pero acudiendo a mí para curarme y para invitarme a seguir saliendo ahí afuera y acariciar y cuidar a mi animal.



<< Una muesca más en tu fusil, que seguirá disparando. ¿A quién le interesa un fusil sin usar? >>

martes, 22 de septiembre de 2015

Eutanasia.

El que quiere luchar, lucha.
Aunque duelan las heridas.

And I thought I heard you call my name.

But don't you dare
Let our best memories bring you sorrow
Yesterday I saw a lion kiss a deer
Turn the page
Maybe we'll find a brand new ending
Where we're dancing in our 
tears

But are we all lost stars, trying to light up the dark?

domingo, 20 de septiembre de 2015

Aceptación.

Se despiden de mí y antes de abrir el portal me vuelvo a mirarlos y veo que caminan, alejándose, abrazados. Pienso que es curioso que un gesto tan sencillo pueda esconder tanto, y noto la alegría sincera de que hayan sabido torear todas sus tormentas y ahora caminen abrazados una noche cualquiera, en Zaragoza, donde ahora viven los dos, a pesar de haber vivido separados durante meses y con demasiados kilómetros de por medio. Pudo parecer en ocasiones que la batalla les haría rendirse pero imagino que en esos momentos de casi desfallecer ellos se abrieron los ojos el uno al otro y continuaron porque sabían que vendrían tiempos mejores. Porque merecía la pena. Y porque, efectivamente, vinieron.

Cualquier día puede comenzar a ser parte de esos tiempos mejores si así lo queremos.

Ella así lo quiso, así lo quisieron los dos, y ahora vive aquí, acostumbrándose al zierzo y a los nuevos rostros, las nuevas calles. Con trabajo, ilusión, ganas, y durmiendo todas las noches con él.

Me han acompañado hasta casa por si, han dicho, me ocurría algo en el breve camino.

En un momento, cuando entre la música alta del bar y las frases un poco a rastras sobre el futuro y los latidos del pecho, él me ha hecho una pregunta que, como muchas otras cosas en estos días tan largos, había estado dejando de lado:

- ¿A partir de diciembre qué harás? ¿Te quedarás en Madrid? ¿O sigues pensando que no te importaría volver a Zaragoza?

He respirado dos segundos y le he contestado con sinceridad. Que no lo sé. Que antes lo sabía pero, ahora, la verdad... Es que ya no lo sé.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

“Todos tomamos decisiones, 
pero al final, 
nuestras decisiones nos hacen".
(Andrew Ryan)

martes, 15 de septiembre de 2015

Doble graduada.

Cuando, dentro de varios años, me pregunten por mis últimos días de universitaria, ¿de qué les hablaré? ¿Les relataré los madrugones mientras en realidad acuden a mi mente los ojos hinchados? ¿Todavía recordaré las visitas al baño del trabajo, los dedos manchados de rímmel y la sonrisa impuesta y frágil mientras tecleaba con el alma vacía? ¿Vendrán a mí los pinchazos en el pecho y la desorientación cuando me pregunten por si fue duro hacer dos Trabajos de Fin de Grado a la vez?

Les contestaré que algo sí, pero estaré pensando en otras cosas.

En los desayunos de Ikea que ya no comeremos y en los muebles que ya nunca compraremos para un hogar que no existirá. En esta habitación de paredes desnudas que no llegaste a conocer, y en todos los japoneses de mi nuevo barrio en los que nunca entramos. En todas las canciones que descansarán en el cementerio que de vez en cuando activarán nuestra memoria mientras tal vez rememoramos también todas las películas que se quedaron en planes, y todos los viajes que no fueron más que proyectos cuando finalmente se separaron todos los caminos, y las estepas, que pensé que íbamos a recorrer juntos. Pensaré en las sábanas sin arrugas, las almohadas húmedas y la soledad de todas las casas llenas de gente pero vacías porque tú no estabas, en todas las fiestas que di y a las que no viniste y en todas las nevadas que observó sola tu ventana, sin mi nariz y mi cuerpo medio desnudo pegados al cristal. Tal vez no piense en videojuegos, ni en reportajes, ni en tribunales, sino en todos los capítulos de nuestra historia con los que quise llenar todas mis estanterías y que ya no escribiré por respeto, por pérdida, por olvido, por la batalla -finalmente- perdida a pesar de que en este cuerpo todavía quedaban fuerzas y ganas de llenarme las uñas de tierra y las rodillas de magulladuras para no hundirnos, ni que te hundieras.

Pensaré, quizás, en aquella tarde de septiembre, en las que el cielo ya comienza a ser gris y naranja, en la que Carmen me encargó un poemario lleno de desamor y se me encogió el espíritu mientras entre las nubes veía destellos de ojos amarillos y leía, sin poder evitar el torrente salado:

(...)
Pasará el tiempo
y no seremos esa pareja de ancianos
que se dicen día a día sus defectos
pero necesitan el uno del otro
para poder dormir,
vivir
y sobrevivir al terremoto de los años.

Nos olvidaremos,
como se olvida el tacto de los manillares de tu primera bicicleta
o la textura de los labios de tu primer beso.
(...)
LS.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Cuando algo malo ocurre, y ya no estás para compartirlo contigo.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Yo, robot.

Desde que me despierto y entierro las últimas legañas en el fondo de mi taza de café hasta que me cubro con la sábana, me recuesto de lado y suspiro antes de dormirme pueden ocurrir muchas cosas. De lunes a viernes, y hasta dentro de no mucho, ocupo unas ocho horas más o menos en ir a trabajar, trabajar y volver. También suelo verter una media de dos horas en desayunar, comer y cenar. Luego, por supuesto, hay variaciones.

En ocasiones voy en metro, otras cojo el tren de cercanías. Leo un libro o escucho música si estoy pensativa. Por lo general, mientras como me veo un capítulo de alguna serie o hablo con mis compañeras de piso. Sonrío más o menos en el trabajo, me angustio más o menos, me aburro más o menos. A veces puedo incluso tomarme unas cañas, ir al cine, dar un paseo o incluso salir de fiesta, aunque cada vez menos. El fin de semana suele ser más voluble y mi rutina cambia: vuelvo a casa, veo a gente, me tumbo en el sofá, veo una película, vagueo, paso horas delante del ordenador.

En las horas que se extienden desde que me despierto hasta que me acuesto existe un gran abanico de actividades y tareas en las que ocuparme. El tiempo va discurriendo mientras yo me dedico a eso que nosotros, los humanos, conscientes de nuestra consciencia, llamamos vivir. También vivo cuando duermo, pero de eso me entero menos.

Como se suele decir, se pueden hacer muchas cosas. Pero si bien es cierto que ocupo mi tiempo de una manera o de otra para procurar no aburrirme, también debo admitir que sin ti todas esas actividades y ocupaciones se me antojan algo mohínas. Las manecillas del reloj pierden su brillo si no puedo compartir mi día contigo.

Entonces pasa otro día y yo sigo viviendo esas horas de consciencia de una manera casi robótica, mientras detrás de mi pecho mi alma sigue adormecida, perezosa sin poder agarrarse a tus brazos e iluminar así el fondo de mis ojos.

No puedo decir que esté vacía, porque no lo estoy; sin ti sigo teniendo todas esas cosas que tenía mientras estabas tú. Pero sin poder hablarte de ellas, sin poder disfrutarlas contigo, el día pierde fulgor y desde que despierto hasta que vuelvo a dormir en mi pecho sigue oscuro un pequeño vacío que nada ni nadie puede llenar si te vas.

No voy a pedir que el mundo se pare si tú no estás, porque soy perfectamente consciente de que sería un deseo absurdo. Prefiero guardar mis esperanzas para algo que sí vea factible, como vivir los días contigo, mientras mi despertador sigue sonando y mis ojos siguen cerrándose todos los días independientemente de la falta de calidez en mis paredes metálicas. Quiero decir... En mi piel.

viernes, 4 de septiembre de 2015



Tal vez la clave no es pedirle a alguien que no se vaya,
sino
que ese alguien
se quede
porque quiere
quedarse.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Septiembre: quiero

Cada vez estoy más cansada de los nudos; creo que perdemos mucho tiempo intentando desenredar algo que a veces simplemente ha perdido ya su orden. Quiero sencillez, quiero que aquellos a los que quiero conservar sigan poniéndole color a los hilos de mi tejido más gris. 

Quiero deshacerme de los lastres que sólo me aportan retraso en avanzar, en crecer, en superar todos los miedos del pasado para mirar atrás y sentirme tranquila, y sobre todo enfrentar el futuro con valentía. No quiero arrepentirme de nada, y mucho menos de todo lo que pude y quise hacer y al final no hice. Creo que quiero más que nunca cosas auténticas. Sencillas; sin nudos, sin enredos. Sólo hechos que me abriguen, palabras que me alimenten y gestos que me cubran la piel de complicidad, ternura y comprensión. Quiero todo lo nuevo, pero también quiero que lo bueno no cambie.

Septiembre está aquí, con los primeros coletazos de frío. Toca taparse, y seguir adelante. Siempre hacia adelante.

And here I go again.

viernes, 28 de agosto de 2015

"Vale"

Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Joel: ¡Espera!
Clementine: ¿Qué?
Joel: ¡No lo sé! Solo espera.
Clementine: ¿Qué quieres, Joel?
Joel: Solo espera. ¡No lo sé! Quiero que esperes. Solo... un rato.
Clementine: Vale.
Joel: ¿En serio?
Clementine: No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
Joel: No veo nada que no me guste de ti.
Clementine: ¡Pero lo harás!
Joel: Ahora mismo no lo veo.
Clementine: Pero lo harás... No sé, ya se te ocurrirán cosas. Y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
Joel: Vale.
Clementine: (Llora) Vale. (Sonríe) Vale.
Joel: (Sonríe) Vale.

domingo, 23 de agosto de 2015

viernes, 21 de agosto de 2015

Islas.

Él dijo extasiado que si su avión se estrellara en esa isla, jamás querría volver. A ella se le amortiguaron el resto de palabras en la cabeza conforme iba sintiendo una losa sobre su cuerpo y pensaba: Entonces yo no te volvería a ver.

Pasó algo de tiempo y aunque ella no le dijo nada sí lo escribió, y él reaccionó desinteresadamente y le dijo que sí, que volvería a por ella. Ella forzó media sonrisa mientras notaba el corazón más duro y fortalecido y, de nuevo, pensaba en silencio:

Es demasiado tarde, escuchó esta vez su propia voz retumbando en las paredes de su cráneo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

martes, 18 de agosto de 2015

Compañero de viaje.

Notas de viaje, I.

Ámsterdam es bonita, pero estoy segura de que lo es más con lluvia. Vuelan los chubasqueros. Un autóctono en bermudas corre para alcanzar a su pareja, con un jersey donde se repite el logotipo de Batman. La lluvia no para. Hace algo de frío, afuera y adentro. Los trenes vienen y van a la hora estipulada. Bebo té en la habitación del hotel y me pregunto si así se sienten los escritores que viajan solos de un sitio a otro arrastrando en su equipaje su pena y su cuaderno gastado. Me digo que no quiero saberlo. Pero escribo. Vuelco las turbulencias adquiridas ya en el vuelo en el papel preparado para ello, y un gato negro, famoso y parisino me mira desde su portada. Ámsterdam es la ciudad de los gatos y las bicicletas. También he visto un ratón. Quería hundir mi mano alérgica en el pelo de ese precioso gato de ojos verdes, que se ha sentado a mi lado, dueño del bar, y se ha ido quedando dormido poco a poco. Creo que con quien más quiero hablar es conmigo misma. Pero no. No es así. La lluvia repiquetea en la ventana, mis pies ya no están mojados y en mi pijama se dibujan otros tiempos. No sé si mejores; cómo podría saberlo. La taza de té ya está vacía, como mi tripa. Vacía. Qué ocurre con los distintos tipos de vacío, qué pasa con esta certeza en el estómago que quiere disfrazarse de incertidumbre. Pero Ámsterdam es maravillosa. Sobre todo por sus gatos, y por sus bicicletas.

jueves, 13 de agosto de 2015

La sección trabaja. Se nota, porque son más de las ocho y siguen aquí. La subdirectora mira por encima del hombro lo que el redactor escribe a toda prisa. ¡El Mundo ya lo ha dado, El Mundo ya lo ha dado!, vocifera el redactor jefe.

Anoche aparecieron los cadáveres de dos chicas que habían desaparecido en Cuenca, y el principal sospechoso, el ex-novio de una de ellas, acaba de ser detenido en Rumanía. Trabajan rápido, para que la información sea dada bajo el yugo de un logo lo antes posible. También ayer a una becaria le mandan transcribir los cortes de unas declaraciones para televisión. Un bebé de tres meses ha sido degollado por su madre en la capilla del cementerio y el empleado que lo encontró y el hermanastro del niño responden como pueden a los envites del micrófono. ¿Qué puede contar el que ha descubierto el cadáver de un bebé o el que acaba de perder a su hermano en manos de su madrastra? ¿Por qué se ríe a carcajadas una de las redactoras mientras habla por teléfono de un crimen? ¿Cómo se tranquilizan las familias con los golpes constantes de la Red, del morbo, del debate, de los juicios, de las fotos, de los párrafos que se repiten? Otra carcajada.

Duele el cuerpo de cansancio, de ausencia, de lejanía, de tiempo, de saturación, del mundo, de lo que hay ahí fuera, de los teléfonos que suenan, las risas, los gritos, la rapidez, los logos, el hambre, las teclas. 

Está atardeciendo. Los párpados se caen.

miércoles, 12 de agosto de 2015

AM, II.

La estación estaba llena de gente y, aun así, como por un golpe mágico y brutal, la vio. Caminaba rápida, escuchando música y con la melena ondeando tras su estela de prisa. ¿De qué la conocía? La conocía de algo, pero no recordaba de qué.

Esa noche, cuando volvió a su apartamento, dolorosamente vacío, supo responderse: la conoció en un taller de escritura... ¿Cuándo fue? ¿Hace un año, un año y medio...? Recordó que le quedaban seis meses para casarse. ¡Mierda! Parecía que todo tenía que girar en torno a la boda.

Relajó su ceño, y se acostó. Por primera vez en meses, durmió tranquilo. Y por eso, sintiéndose un ser casi enfermizo, pero en parte liberado, motivado, renovándose, volvió a la estación algunos días después. A la misma hora. No sólo porque quisiera verla, pero sí. Esperando verla. Y la vio.

***

¿Cuántos años tendrá? Era joven... ¿Alrededor de 20? Uf, no más de 25. Aunque igual engaña. En fin, soy un viejo... Y me cortaron las alas.

***

Un día, sabe que ella ha reparado en su presencia. Detiene algo confusa su paso y se queda mirándolo con la duda en su rostro. ¿Lo recordará? Antes de que Alberto aparte la mirada, sintiéndose culpable e infantil, sus ojos vuelven a conectar unos segundos y saltan chispas. Eso cree él.

Y eso comprueba al día siguiente, cuando, sentado en un banco más alejado -todavía se siente avergonzado, probablemente quedó como un pervertido- observa que ella parece buscarlo con la mirada. ¿Lo busca? ¿O se ha convertido todo en una obsesión febril y adolescente que lo hace alucinar?

Al día siguiente, ocurre lo mismo. Por eso, guiándose por una vez por un impulso casi primigenio, Alberto se sube al mismo tren.

***

Está agarrada a la barra del vagón con dificultad, mientras con la otra mano sujeta un libro que intenta leer, ajena al bullicio del tren repleto de personas más felices y con muchas más ganas de hablar que ella. Alberto intenta abrirse paso hacia ella sin llamar la atención; le asusta tantísimo lo que está haciendo... Pero sigue sorteando cuerpos y mentes, para llegar hasta ella y, ¿decirle qué? No lo sabe. ¿Qué está haciendo?

Cuando ya está próximo, alguien le sale al paso y le dificulta el avance. Al final Alberto tiene que acomodarse como puede a las espaldas de ella, lo cual, piensa, le hace parecer todavía más pervertido. Mientras piensa el siguiente paso a realizar y se plantea seriamente bajarse en la siguiente estación y marcharse corriendo, ella levanta la vista, algo triste y cansada, y, reflejado en el cristal del vagón, reconvertido en espejo por la influencia del túnel oscuro que están atravesando, lo ve.

Se quedan mirando durante unos segundos eternos. Ella cierra su libro y deja caer el brazo, que impacta con la mano de Alberto consciente de ello. Alberto... Recuerda su nombre. Cree que él no recuerda el suyo. Él se aproxima a ella y cierra los ojos mientras acerca la nariz a su pelo, electrizado. Ella lo agarra de la mano sintiéndose en mitad de una película y, sujetos así, soportan el traqueteo del tren.

- Marga... - susurra Alberto. Y ella lo escucha.

Marga. Se llama Marga. Acaba de recordarlo.

Los "recuerdos" que sacan a flote las redes sociales sólo subrayan lo absurdas que son. Los más rebeldes negamos su peso pero en muchas ocasiones caemos en el abismo de darles más importancia que a la vida real. Cuando nadie puede alimentar un pensamiento, acudimos a ellas. Y a mí me abruma tanta foto que no sirve para nada, tanta palabra escrita, tanta palabra ajena que acaba pareciendo tuya, tantos amigos que nunca lo serán, tantos buenosdías con fotos que han quedado atrás y tantas ganas de darle al botón de Borrar, de seguir desetiquetándome de fotos hasta que no queden más, de eliminar esa parte de mí. Que no soy yo, ni nunca lo fui, sino solamente una parte que los demás creen que pueden ver.

martes, 11 de agosto de 2015

- ¿Qué? ¿Quieres pelear?
- Yo solía creer sólo en mi fuerza. Cuando dejé al Jefe Kawara... Pensaba que ganaría algo grande sólo con mi fuerza. Pero el mundo no es tan fácil. Aún si piensas que es ridículo, hay momentos en los que sólo tienes que ceder.
- Estúpido.
- ¿Qué?
- No llenes tu vida de excusas. Tú eres el que decide cómo vivirla.

lunes, 10 de agosto de 2015

Ojos.

Ojos que ven. Ojos oscuros, ojos abiertos, ojos endurecidos, ojos llenos de amor. Ojos que anhelan, ojos que lamentan, ojos que esperan, ojos que luchan. Ojos que titilan, que temen, que dicen, que guardan silencio. Ojos que sonríen, ojos que sudan, ojos que proyectan. Ojos que hablan, que cubren, que calman, que miran. Ojos que tiemblan, ojos sin ojos, ojos que, desorientados, intentan ponerse en pie. Ojos que callan, que aguardan, que resisten, que piensan. Ojos que suspiran. Ojos que tragan, ojos que buscan, ojos que acaban. Ojos que visten y desvisten, ojos que duelen, ojos que marchan. Ojos que vuelven.

martes, 4 de agosto de 2015

Mantenimiento.

Si pensara en cerrar este cajón de sastre... ¿alguna voz se alzaría en contra de que llevara ese pensamiento a cabo?

jueves, 16 de julio de 2015

She broke your throne,
she cut your hair
And from your lips she drew the Hallelujah

martes, 14 de julio de 2015

Remembranzas.

Llevo una semana con un recuerdo concreto golpeando las paredes de mi cráneo. No lo he compartido con nadie; simplemente he convivido con él esperando el momento en el que mi espíritu estuviera listo para teclearlo. Creo que ese momento ha llegado hace algunos minutos, cuando recorría el camino que separa mi casa de la estación.

No sé qué mecanismo rige las remembranzas. No entiendo por qué recordamos unas cosas y otras no. Parece algo aleatorio, una mera cuestión de azar. El caso es que hay imágenes que se nos quedan en la mente como una fina película, uno de esos momentos a los que añadimos un "No sé por qué, pero me acuerdo de..." y nos acompañan siempre.

Es verano, y estamos en la piscina. Soy muy pequeña, pero lo suficientemente mayor como para que mis primos celebren su primer año de vida. No recuerdo cuál de los dos; eso implica que no distingo si tengo siete o nueve años. La mayoría está en las mesas de los merenderos, pero nosotros jugamos en el césped, a la sombra, mientras el reloj va acercándose a la hora en la que ya habré hecho la digestión y podré volver a bañarme. Nos golpeamos con algo hinchable, no sé qué es, tal vez unos manguitos, un flotador... Qué importa. El caso es que de todas esas personas él es el único que ha venido a jugar conmigo, y mientras me pregunta esas típicas cosas que suelen preguntarse a los niños. Cuando parece que le gano la pelea, finge que se desploma lentamente en el suelo y dice, con voz aquejada:

- Siento dejar este mundo... sin probar pipas facundo...

Y yo río, y entonces no lo sé, pero ese recuerdo va a permear para siempre en mi cabeza. Y aquí sigue, probablemente quince años después.

De alguna manera, crecí con esa imagen en mi cabeza y, aunque apenas era una niña, creí, y con esa afirmación he crecido también, que él iba a ser un buen padre. Es algo irracional, que surgió en mí sin pretenderlo, que fue el fruto de ese rato de diversión y atención tan inocentes.

Lo demostró: fue un buen padre.

Ahora, y mientras volvía a casa con la vista temblorosa, recuerdo su sonrisa instalada en su rostro pálido y delgado, pero imbatible. Su mirada tal vez estaba aquejada de resignación, pero delante de ella había una única cosa: optimismo. Y así lo sentí la última vez que lo vi.

Es inevitable rechazar que la imagen de alguien ha desaparecido de la realidad después de la irrevocable llamada de la muerte. Se mezclan entonces la consciencia acerca de que nada sirve patalear y las ganas precisamente de patalear y preguntarse por qué. Por qué.

Nos creemos eternos porque sentimos que podemos controlarlo todo y al final alguien a quien le han dicho que su vida tiene fecha de caducidad nos enseña que, en realidad, no sabemos de lo que hablamos, de lo que nos quejamos, de lo que nos hunde egoístamente. No puedo desclavarme el recuerdo de esa tarde en la piscina, unido a la última imagen que guardé de él, en casa de mis tíos. Apenas era un elemento lejano en su vida, pero me gustaría que supiera que lo pensé, que lo vi; que era una cría pero supe que iba a ser un buen padre.

Y que forma parte de mis remembranzas, de mis pensamientos rebeldes y mis ganas de que la justicia alguna vez sea irracionalmente real. Y que no se irá de aquí. Porque al final, al final de los finales, sólo queda de nosotros precisamente eso: lo que otros recuerdan, y guardan, muy adentro, en el lugar donde las remembranzas no desaparecen.

lunes, 6 de julio de 2015

Radiografía de domingo.

Si se husmea en la cocina, pueden verse una taza y un vaso de cristal con restos de café y chocolate en los puntos del objeto donde se han apoyado los labios para beber ese rico líquido como desayuno tardío. Lazos de chocolate, al parecer, han sido el objeto del crimen. Se puede seguir caminando.

Tras afrontar el pasillo, un par de cajas de pizza vacías y un portátil a medio cargar encima de la mesita atestiguan que alguien ha comido mientras veía una serie. Dos personas, de nuevo, al parecer. Entre los restos de esos víveres, folletos de Irlanda. Parece que alguien va a hacer un viaje.

Avanzando un poco más en espacio y un poco hacia atrás en tiempo, la primera habitación que queda a la izquierda desvela dos cuerpos desnudos que se quieren entre las sábanas empapadas de sudor tras la noche de calor y trajín semiinconsciente.

"Desnúdate", ha dicho una voz minutos antes.

La ropa por el suelo, una mochila, botellas de agua ya recalentada, y algunas cajas de cartón son parte de los objetos que pueden registrarse a la luz del sol que se cuela por la ventana, con la persiana casi cerrada por completo.

El resto puede que escape a una primera percepción.

martes, 30 de junio de 2015

- ¿Crees que esto cambiará alguna vez, abuela?

Marzul miró a su nieta, y se sintió tentada de acariciarle el cabello, pero supo que Ictria ya era demasiado mayor para esas muestras de cariño que, por lo general, solían estar reservadas a las abuelas y a sus nietas más pequeñas.

- Ictria...
- ¿Qué?

La joven la miró, con sus ojos grandes e inquietos. En sus pupilas había una ligera señal de desprecio, el signo del rencor que la chica iba acumulando conforme pasaban los días y aumentaba su sensación de insatisfacción. Su abuela sabía reconocerlo, pero no había nada que pudieran hacer. Excepto mantenerse a salvo.

- Esto es lo que nos ha tocado vivir. ¿Por qué debería cambiar?

Ictria desvió la mirada, descontenta con la respuesta de su abuela de sangre. No podía evitar que latiera en su interior cierta rabia; así se había sentido desde que le alcanzaba la memoria. Era un sentimiento que no se iría de su pecho hasta que se sintiera libre. Pero, ¿libre cómo? ¿Cómo se podía ser libre en un mundo en el que nacían condenadas a esconderse, aunque sólo pareciera importarle a ella?

La anciana sabía que no le quedaba mucho tiempo. Lo presentía en el aire que quemaba sus pulmones cada mañana, y la idea de dejar a su nieta la apenaba más que cualquier otra cosa. Ictria necesitaba una guía, o se desviaría de una manera que podía resultar mortal. Marzul había vivido ya más de lo que las habitantes de los subsuelos solían durar, y en cierta medida se sentía preparada para cerrar los ojos y dejar de sentirte en tensión. Como si fueran a atraparla en cualquier momento. A ella, y a todas las demás.

Desvió esos pensamientos que tan poco ayudaban a las arrugas de su alma, y volvió a concentrarse en su nieta. En sus adentros más íntimos, la entendía. Marzul apenas recordaba cómo se sentía cuando la luz del sol impactaba en su piel y nublaba su visión, pero al menos era una de las afortunadas que habían conocido ese recuerdo. Su nieta, sin embargo, había pasado cada uno de sus días en los subsuelos y, aunque eso era una buena señal, porque significaba que seguía viva, podía comprender su frustración. Ictria había nacido con unas inusuales ganas de conocer y descubrir. Esas ansias, compaginadas con una vida de confinamiento para sobrevivir, le producían a su nieta una existencia desagradable e incompleta. Pero, de nuevo, apenas había nada que pudieran hacer si querían seguir con vida.

- Tal vez, si mejoras tu instrucción, podrías unirte a las cazadoras de víveres en cuanto estuvieras preparada. Como tu madre... -le propuso su abuela, sabiendo que la chica rechazaría esa opción, porque siempre lo había hecho.
- No quiero ser una cazadora de víveres. ¡Cazadoras de víveres! Sólo el nombre es estúpido.
- ¡Ictria!
- ¿Qué, abuela? Es así. Además...

Su nieta, testaruda y llena de fuego, se frenó poniendo todos sus esfuerzos en controlar su lengua. Su abuela, no obstante, la animó a que continuará hablando.

- Además, ¿qué?
- Son unas cobardes. Como mi madre.

Las dos guardaron silencio después de la última estocada verbal de Ictria. La joven sabía que no debía haberlo dicho delante de Marzul, pero, ¿por qué debía controlarse? Apenas podía dar dos pasos sin que la vigilaran; al menos le quedaba la libertad de sus palabras. Estaba furiosa, y eso es algo que nadie podía arrebatarle.

- Yo no quiero cazar víveres, abuela - añadió a los minutos, dulcificada. 
- Lo sé, Ictria.
- No es eso lo que quiero...
- ¿Y qué quieres? ¿Salir al exterior como si no pasara nada? ¿Quieres que te maten? ¿Que nos maten como asesinaron a nuestras antepasadas y a todas las que no tienen la suerte de seguir aquí, respirando este oxígeno vacío que no deja de ser oxígeno que nos permite seguir viviendo?

Ictria frunció el ceño, dolida por la dureza en la voz de su abuela de sangre. No, no era nada de eso lo que quería. Al menos no directamente.

- No, abuela. Yo quiero cazar hombres. No víveres.

Su abuela se llevó las manos a su frente, resignada y disgustada con la fantasía atroz de la joven. Como siguiera así, la catalogarían como lunática, y se acabaría cualquier atisbo de sueños imposibles.

- Cazar hombres, abuela. ¡Piénsalo! Si son ellos los que nos han hecho esto, los que nos aniquilian... ¡¿Cuándo vamos a empezar a devolvérselo?!

Ictria se levantó, rabiosa. Miró a las alturas, y dio una patada a un trozo de tierra. Allí, escondida en las entrañas de la ciudad, con el sol siendo poco más que una leyenda, siempre era noche cerrada.

viernes, 12 de junio de 2015

Falsos reflejos.

Cuando Lena cortó con las tijeras el trozo de precinto, lo frotó contra la caja para que no se despegara. Había utilizado ese caja en una de sus muchas mudanzas, y se hacía patente cierto maltrato. Cortó varios trozos más y rodeó con ellos el objeto de cartón, asegurándose de que quedaba bien cerrado.

Decidida a meterla debajo de la cama, para que escapara a su vista, esbozó una sonrisa amarga al darse cuenta de que, tal y como había empaquetado todo, la caja no cabía bajo el somier. Tenía que ladearla, pero no quería; temió por todos los objetos que había depositado dentro. Algo desorientada, estudió su pequeña habitación buscando un espacio donde pudiera dejar esa caja confiando en no topársela a diario. No lo encontró.

Algo resignada, se decidió por depositarla detrás de la puerta, con otra caja encima. Ahí quedó, ciertamente desangelada, y Lena no pudo más que suspirar y concentrarse en templar sus nervios.

Pensó en los viernes. Se adivinó una vez más saliendo de trabajar o llegando a la estación de trenes y autobuses mirando hacia todas partes sin poder evitar ese acto cercenador. Podría haberlo llamado reflejo, pero se habría mentido a sí misma: no era un reflejo, era algo que simplemente quería que ocurriera. Buscar con la mirada a una persona que ya no iba a estar. Y encontrarla.

lunes, 8 de junio de 2015

No sense.

¿Qué 
ocurre con el
sentido
de todas esas cosas que
tenían
sentido
porque las compartías con
esa persona,
cuando
esa persona
se
ha
ido?

The Darjeeling Limited.

- What's wrong with you?
- Let me think about that. I'll tell you the next time I see you.

sábado, 6 de junio de 2015

El día que conocí a Carlos Germán Belli y Vargas Llosa y él recitaron estos versos.

Nuestro amor no está en nuestros respectivos
y castos genitales, nuestro amor
tampoco en nuestra boca ni en las manos:
todo nuestro amor guárdase con pálpito
bajo la sangre pura de los ojos.
Mi amor, tu amor esperan que la muerte
se robe los huesos, el diente y la uña,
esperan que en el valle solamente
tus ojos y mis ojos queden juntos,
mirándose ya fuera de sus órbitas,
más bien como dos astros, como uno.

(CGM)

jueves, 4 de junio de 2015

Copiloto.

Me dice Sé fuerte, tienes que intentarlo, y yo me quedo unos segundos en silencio porque estoy tomando consciencia de que me lo está diciendo una mujer de verdad. Una mujer que a sus espaldas carga años de sacrificios y momentos duros que la han hecho ser tal y como es y que me han hecho a mí querer hacerla feliz cada día desde que la conozco. Tengo el privilegio de tenerla como amiga y confidente, y el tono de su voz es el ingrediente que busco siempre, a veces desesperadamente, cuando mi despensa se está quedando dolorosamente vacía.

Su silueta se abrió ante mí cuando avanzaba por la estación de trenes y autobuses con pasos temblorosos y agarrando con fuerza la maleta para que no se abriera un abismo ante mis pies y cayera irremediablemente. Cuando Zaragoza me azotó con toda la furia de los recuerdos, sus brazos me sostuvieron y me llevaron hasta el coche mientras guardaba silencio sobre mis lágrimas, y dejaba que sus ojos también se encharcaran poco a poco.

Es difícil estar aquí, le dije cuando me abroché el cinturón y emprendimos el rumbo. Asintió y me cogió la mano con fuerza, mientras avanzábamos por los lugares que tan bien conozco y que iban adquiriendo nuevos matices conforme aparecían ante mí y los momentos recientes, aunque pasados, me golpeaban con la fuerza de la añoranza y la pesadumbre, que velaban el miedo a que no volvieran a repetirse.

Compartió conmigo los silencios más densos e instrospectivos, y acurrucándome junto a ella en el sofá recuperaba la cordura del hogar, de saberme en un sitio al que pertenezco. Es mi chica, siempre lo ha sido, y en torno a la determinación de no dañarla o decepcionarla se ha construido en parte mi espíritu, mi actitud, mis entrañas. Unos adentros que también son suyos, pues ella me hizo, me modeló y me enseñó a no querer soltarla nunca.

Me llama todas las mañanas, su voz no puede ocultar la preocupación sobre cómo he pasado la noche, volvemos a hablar por la noche, y entonces por el sonido de mis palabras sabe cómo estoy y cómo de difícil ha sido el día. Siempre que me sienta a oscuras, ella estará allí. Como lo estaba cuando mi alma se desplomaba en el asiento del copiloto, y mi ciudad me devolvía su imagen distorsionada por la angustia de las decisiones que deben acatarse.

Nunca está de más recordarlo. Que eres mi amiga, mi confidente, mi chica, mi imagen, mi sangre, mi piel y mis huesos. Y así seguirá siendo, porque te necesitaré siempre conmigo.

Te quiero, mamá.

sábado, 30 de mayo de 2015

¿Entonces ya sabes lo que ocurre con Mónica y Ramón?

Many times I tried to tell you
Many times I cried alone
Always I'm surprised how well you cut my feelings to the bone
Don't want to leave you really
I've invested too much time to give you up that easy
To the doubts that complicate your mind

(...)

Maybe it's a sign of weakness when I don't know what to say
Maybe I just wouldn't know what to do with my strength anyway
Have we become a habit? Do we distort the facts?
Now there's no looking forward
Now there's no turning back

(...)

Close your eyes and try to sleep now
Close your eyes and try to dream
Clear your mind and do your best to try and wash the palette clean
We can't begin to know it, how much we really care
I hear your voice inside me, I see your face everywhere

We belong to the light, we belong to the thunder
We belong to the sound of the words we've both fallen under
Whatever we deny or embrace for worse or for better
We belong, we belong, we belong together

jueves, 28 de mayo de 2015

¿Qué ves cuando cierras los ojos?

El frío se está comiendo la pequeña plaza de Notre Dame. Turistas y autóctonos caminan ateridos por la bajísima temperatura, pero él sigue tocando. Da forma a la música que sale de sus instrumentos mientras entona canciones canallas sobre la cárcel y las mujeres que arrancan más de una sonrisa a los que por allí pasan con las manos refugiadas en los bolsillos. 

A escasos metros de allí, la librería Shakespeare and Company ofrece calor y lecturas anglosajonas a curiosos y peregrinos, y esconde rincones con verdadera magia que invitan a desafiar el cartel de Prohibido hacer fotos.

A pesar de la sensación térmica bajo cero, sus manos siguen entrelazadas, mientras reparten sus fuerzas entre sujetar la cámara y el bolso y observar con un brillo tierno en los ojos todo lo que París les brinda en los últimos días de diciembre.

martes, 26 de mayo de 2015

¿Cuándo iremos a ver el mar?

Son unas escaleras empinadas; obviamente, no será lo mismo bajar que subir. Poco a poco la noche se ha ido cerrando y la brisa se cuela de vez en cuando entre sus palabras, recordándoles que están lejos del calor y el viento de su hogar. Pocos pasean por esas zonas, llenas de verde y penumbra, pues la mayoría prefiere acercarse al centro del pueblo, donde casetas y un pequeño escenario atestiguan que están de fiestas.

Caminan con calma, se miran, conversan, se entienden, se confiesan y hablan del pasado, del presente, de lo que ya fue y de lo que puede que vendrá. En realidad, apenas se conocen, pero han viajado juntos y la noche recién estrenada los ampara mientras ella se envuelve un poco más en su chaqueta, y él le pregunta si tiene frío. Es julio, pero el norte trae regalos nocturnos en forma de frescor arrancado al verano más abrasador. Se han dejado guiar por sus pies y sus frases, podrían haber elegido cualquier otro camino pero, sin embargo, ahí están, bajando esas escaleras y aproximándose al paseo marítimo.

El cielo se cubre de azules oscuros y apenas unas nubes perezosas lo salpican, mientras el mar les devuelve su reflejo. Un mar inmenso y calmo, en el que los días anteriores se han mojado los pies y las ganas, mientras se besaban, y que ahora es una masa negruzca jaspeada de plata que les habla sobre paz y vacaciones. Sobre haberse encontrado, y estar viviendo ese pequeño regalo al que, esperan, le sigan muchos más.

La tranquilidad del gran manto salado no es más que un eco de sus adentros. Se quieren, pero todavía no se atreven a tomar consciencia de ello; aunque ambos, a pesar de la resistencia de serie, lo están deseando. Van a comprar un par de pizzas.

Anochece en Suances; también en los fantasmas de su pasado.

sábado, 23 de mayo de 2015

VC.

Creo que en parte es nuestro deber tener presente que la vida puede ser sencilla. Dormir abrazado a esa persona y calentarle los pies con el calor propio, o conseguir encontrar el sueño con una sonrisa en los labios porque, aunque esté lejos, sabes que esa persona descansa y te espera, igual que tú aguardas el momento del reencuentro. Volver a casa, volver siempre a lo que consideras hogar, y tener ahí tu refugio. Tan sencillo y perpetuo, tan fácil y familiar, tan inherente y esencial, que ni siquiera tienes que plantearte si es o no tu sitio. Simplemente sabes que forma parte de ti. 

Saberlo es el primer paso. Encontrar a las personas que quieran compartirlo contigo es lo que completa el círculo.

lunes, 18 de mayo de 2015

Wasting time.

Hay silencios que queman más que cualquier palabra, y hay palabras que pueden lacerar de manera más cruenta que cualquier silencio. Sin embargo, hay veces en las que tanto los silencios como las palabras pueden comerse el vacío a dentelladas, y llevárselo para casi siempre.

Todos ustedes parecen felices...
…Y sonríen, a veces, cuando hablan.
Y se dicen , incluso,
palabras
de amor. Pero
se aman
de dos en dos
para
odiar de mil
en mil. Y guardan
toneladas de asco
por cada
milímetro de dicha.
Y parecen -nada
más que parecen- felices,
y hablan
con el fin de ocultar esa amargura
inevitable, y cuántas
veces no lo consiguen
(...) 
(ÁG)

 

jueves, 14 de mayo de 2015

Caminar de noche a solas por las calles de Madrid me ha transportado hoy a los tiempos de 2011 y 2012, cuando estaba aprendiendo a recomponer todos mis pedazos. El ambiente nocturno menos frenético de la capital me transmite una calma extraña que no se ha ido de aquí desde mis largos paseos en soledad con mi música y mis ganas de salir del agujero. Recuerdo una de esas tardes-noche, en la calle Preciados, cuando me encontré a un conocido de la universidad al que le hablé de mis caminatas después de que, apesadumbrado, me dijera que su chica lo había dejado.

- Pues, la próxima vez, cuando pases por Sol, haz una parada, llámame y te invito a un café en mi casa- me contestó.

Yo le sonreí e internamente decliné el ofrecimiento. En muchas ocasiones sé cuándo no voy a hacer algo; podría arriesgarme o intentarlo, y a veces lo hago, pero otras, sin embargo, simplemente sé que no voy a hacerlo.

Hay algo oscuro pero íntimo en esas noches en las que camino sola. Algo que no sé definir pero que sé que me define. Como si fuera en esos momentos cuando aflora esa parte de mí que siempre será mía y de nadie más, porque sólo la conoceré yo, y se extiende por mi cuerpo, de manera natural, como diciéndome:

"Sigo aquí".