viernes, 28 de agosto de 2015

"Vale"

Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Joel: ¡Espera!
Clementine: ¿Qué?
Joel: ¡No lo sé! Solo espera.
Clementine: ¿Qué quieres, Joel?
Joel: Solo espera. ¡No lo sé! Quiero que esperes. Solo... un rato.
Clementine: Vale.
Joel: ¿En serio?
Clementine: No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
Joel: No veo nada que no me guste de ti.
Clementine: ¡Pero lo harás!
Joel: Ahora mismo no lo veo.
Clementine: Pero lo harás... No sé, ya se te ocurrirán cosas. Y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
Joel: Vale.
Clementine: (Llora) Vale. (Sonríe) Vale.
Joel: (Sonríe) Vale.

domingo, 23 de agosto de 2015

viernes, 21 de agosto de 2015

Islas.

Él dijo extasiado que si su avión se estrellara en esa isla, jamás querría volver. A ella se le amortiguaron el resto de palabras en la cabeza conforme iba sintiendo una losa sobre su cuerpo y pensaba: Entonces yo no te volvería a ver.

Pasó algo de tiempo y aunque ella no le dijo nada sí lo escribió, y él reaccionó desinteresadamente y le dijo que sí, que volvería a por ella. Ella forzó media sonrisa mientras notaba el corazón más duro y fortalecido y, de nuevo, pensaba en silencio:

Es demasiado tarde, escuchó esta vez su propia voz retumbando en las paredes de su cráneo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

martes, 18 de agosto de 2015

Compañero de viaje.

Notas de viaje, I.

Ámsterdam es bonita, pero estoy segura de que lo es más con lluvia. Vuelan los chubasqueros. Un autóctono en bermudas corre para alcanzar a su pareja, con un jersey donde se repite el logotipo de Batman. La lluvia no para. Hace algo de frío, afuera y adentro. Los trenes vienen y van a la hora estipulada. Bebo té en la habitación del hotel y me pregunto si así se sienten los escritores que viajan solos de un sitio a otro arrastrando en su equipaje su pena y su cuaderno gastado. Me digo que no quiero saberlo. Pero escribo. Vuelco las turbulencias adquiridas ya en el vuelo en el papel preparado para ello, y un gato negro, famoso y parisino me mira desde su portada. Ámsterdam es la ciudad de los gatos y las bicicletas. También he visto un ratón. Quería hundir mi mano alérgica en el pelo de ese precioso gato de ojos verdes, que se ha sentado a mi lado, dueño del bar, y se ha ido quedando dormido poco a poco. Creo que con quien más quiero hablar es conmigo misma. Pero no. No es así. La lluvia repiquetea en la ventana, mis pies ya no están mojados y en mi pijama se dibujan otros tiempos. No sé si mejores; cómo podría saberlo. La taza de té ya está vacía, como mi tripa. Vacía. Qué ocurre con los distintos tipos de vacío, qué pasa con esta certeza en el estómago que quiere disfrazarse de incertidumbre. Pero Ámsterdam es maravillosa. Sobre todo por sus gatos, y por sus bicicletas.

jueves, 13 de agosto de 2015

La sección trabaja. Se nota, porque son más de las ocho y siguen aquí. La subdirectora mira por encima del hombro lo que el redactor escribe a toda prisa. ¡El Mundo ya lo ha dado, El Mundo ya lo ha dado!, vocifera el redactor jefe.

Anoche aparecieron los cadáveres de dos chicas que habían desaparecido en Cuenca, y el principal sospechoso, el ex-novio de una de ellas, acaba de ser detenido en Rumanía. Trabajan rápido, para que la información sea dada bajo el yugo de un logo lo antes posible. También ayer a una becaria le mandan transcribir los cortes de unas declaraciones para televisión. Un bebé de tres meses ha sido degollado por su madre en la capilla del cementerio y el empleado que lo encontró y el hermanastro del niño responden como pueden a los envites del micrófono. ¿Qué puede contar el que ha descubierto el cadáver de un bebé o el que acaba de perder a su hermano en manos de su madrastra? ¿Por qué se ríe a carcajadas una de las redactoras mientras habla por teléfono de un crimen? ¿Cómo se tranquilizan las familias con los golpes constantes de la Red, del morbo, del debate, de los juicios, de las fotos, de los párrafos que se repiten? Otra carcajada.

Duele el cuerpo de cansancio, de ausencia, de lejanía, de tiempo, de saturación, del mundo, de lo que hay ahí fuera, de los teléfonos que suenan, las risas, los gritos, la rapidez, los logos, el hambre, las teclas. 

Está atardeciendo. Los párpados se caen.

miércoles, 12 de agosto de 2015

AM, II.

La estación estaba llena de gente y, aun así, como por un golpe mágico y brutal, la vio. Caminaba rápida, escuchando música y con la melena ondeando tras su estela de prisa. ¿De qué la conocía? La conocía de algo, pero no recordaba de qué.

Esa noche, cuando volvió a su apartamento, dolorosamente vacío, supo responderse: la conoció en un taller de escritura... ¿Cuándo fue? ¿Hace un año, un año y medio...? Recordó que le quedaban seis meses para casarse. ¡Mierda! Parecía que todo tenía que girar en torno a la boda.

Relajó su ceño, y se acostó. Por primera vez en meses, durmió tranquilo. Y por eso, sintiéndose un ser casi enfermizo, pero en parte liberado, motivado, renovándose, volvió a la estación algunos días después. A la misma hora. No sólo porque quisiera verla, pero sí. Esperando verla. Y la vio.

***

¿Cuántos años tendrá? Era joven... ¿Alrededor de 20? Uf, no más de 25. Aunque igual engaña. En fin, soy un viejo... Y me cortaron las alas.

***

Un día, sabe que ella ha reparado en su presencia. Detiene algo confusa su paso y se queda mirándolo con la duda en su rostro. ¿Lo recordará? Antes de que Alberto aparte la mirada, sintiéndose culpable e infantil, sus ojos vuelven a conectar unos segundos y saltan chispas. Eso cree él.

Y eso comprueba al día siguiente, cuando, sentado en un banco más alejado -todavía se siente avergonzado, probablemente quedó como un pervertido- observa que ella parece buscarlo con la mirada. ¿Lo busca? ¿O se ha convertido todo en una obsesión febril y adolescente que lo hace alucinar?

Al día siguiente, ocurre lo mismo. Por eso, guiándose por una vez por un impulso casi primigenio, Alberto se sube al mismo tren.

***

Está agarrada a la barra del vagón con dificultad, mientras con la otra mano sujeta un libro que intenta leer, ajena al bullicio del tren repleto de personas más felices y con muchas más ganas de hablar que ella. Alberto intenta abrirse paso hacia ella sin llamar la atención; le asusta tantísimo lo que está haciendo... Pero sigue sorteando cuerpos y mentes, para llegar hasta ella y, ¿decirle qué? No lo sabe. ¿Qué está haciendo?

Cuando ya está próximo, alguien le sale al paso y le dificulta el avance. Al final Alberto tiene que acomodarse como puede a las espaldas de ella, lo cual, piensa, le hace parecer todavía más pervertido. Mientras piensa el siguiente paso a realizar y se plantea seriamente bajarse en la siguiente estación y marcharse corriendo, ella levanta la vista, algo triste y cansada, y, reflejado en el cristal del vagón, reconvertido en espejo por la influencia del túnel oscuro que están atravesando, lo ve.

Se quedan mirando durante unos segundos eternos. Ella cierra su libro y deja caer el brazo, que impacta con la mano de Alberto consciente de ello. Alberto... Recuerda su nombre. Cree que él no recuerda el suyo. Él se aproxima a ella y cierra los ojos mientras acerca la nariz a su pelo, electrizado. Ella lo agarra de la mano sintiéndose en mitad de una película y, sujetos así, soportan el traqueteo del tren.

- Marga... - susurra Alberto. Y ella lo escucha.

Marga. Se llama Marga. Acaba de recordarlo.

Los "recuerdos" que sacan a flote las redes sociales sólo subrayan lo absurdas que son. Los más rebeldes negamos su peso pero en muchas ocasiones caemos en el abismo de darles más importancia que a la vida real. Cuando nadie puede alimentar un pensamiento, acudimos a ellas. Y a mí me abruma tanta foto que no sirve para nada, tanta palabra escrita, tanta palabra ajena que acaba pareciendo tuya, tantos amigos que nunca lo serán, tantos buenosdías con fotos que han quedado atrás y tantas ganas de darle al botón de Borrar, de seguir desetiquetándome de fotos hasta que no queden más, de eliminar esa parte de mí. Que no soy yo, ni nunca lo fui, sino solamente una parte que los demás creen que pueden ver.

martes, 11 de agosto de 2015

- ¿Qué? ¿Quieres pelear?
- Yo solía creer sólo en mi fuerza. Cuando dejé al Jefe Kawara... Pensaba que ganaría algo grande sólo con mi fuerza. Pero el mundo no es tan fácil. Aún si piensas que es ridículo, hay momentos en los que sólo tienes que ceder.
- Estúpido.
- ¿Qué?
- No llenes tu vida de excusas. Tú eres el que decide cómo vivirla.

lunes, 10 de agosto de 2015

Ojos.

Ojos que ven. Ojos oscuros, ojos abiertos, ojos endurecidos, ojos llenos de amor. Ojos que anhelan, ojos que lamentan, ojos que esperan, ojos que luchan. Ojos que titilan, que temen, que dicen, que guardan silencio. Ojos que sonríen, ojos que sudan, ojos que proyectan. Ojos que hablan, que cubren, que calman, que miran. Ojos que tiemblan, ojos sin ojos, ojos que, desorientados, intentan ponerse en pie. Ojos que callan, que aguardan, que resisten, que piensan. Ojos que suspiran. Ojos que tragan, ojos que buscan, ojos que acaban. Ojos que visten y desvisten, ojos que duelen, ojos que marchan. Ojos que vuelven.

martes, 4 de agosto de 2015

Mantenimiento.

Si pensara en cerrar este cajón de sastre... ¿alguna voz se alzaría en contra de que llevara ese pensamiento a cabo?