domingo, 27 de septiembre de 2015

Volverás cuando estés limpia 
Y yo no te haga falta 
Gritaré lleno de orgullo 
Tu nombre en el andén 

Feeling Good.


- Quería hablarte un minuto antes de que te fueras. Mira... Lo que pasa es que... Bueno, mi padre ha muerto.
- Oh, Troy, lo siento muchísimo.
- No...
- Lo siento mucho...
- Lo que ha ocurrido es que... Tuve una vista arcana del universo. Y lo mejor que puedo decir sobre eso es... No lo sé. Tengo un... planeta de arrepentimiento encima de mis hombros. Y no te imaginas cuánto me gustaría poder regresar a esa mañana después de que hiciéramos el amor y hacer todo diferente. Pero sé que no puedo, así que... Pensé que vendría a decirte algo. Y lo que quería decirte era que te quiero, y quería estar seguro de que eso quedaba claro para que no hubiera ninguna confusión. Bueno, entonces... ¿adónde vas?
- Iba a buscarte.
- ¿Para qué?
- Quería ver... si estabas bien.
- Tuve una semana de mierda.


PD: Gracias por una buena, y sencilla, noche de sábado.


sábado, 26 de septiembre de 2015

Luz compartida.

Vidas corrientes (09/11/2014)



Creo que a veces nos perdemos en el miedo a equivocarnos. Y por eso no somos capaces de admitir que los errores también tienen cabida en nuestras relaciones más profundas.

No siempre escogemos a la persona adecuada. A veces nos enamoramos de alguien con quien no dejamos de fantasear con lo que vendrá después. Despreciamos una vida corriente porque entendemos que lo mejor está por llegar.

El problema sobreviene cuando despojados de esa ensoñación nos vemos solos. Entonces nos damos cuenta de que en el hecho de anhelar una vida mejor no estábamos acompañados de esa persona a la que pensábamos amar de esa manera tan prístina. Es en ese momento cuando debemos darnos cuenta de nuestro error. De que no amamos sino idealizamos; de que hemos disfrazado el hecho de sentirnos solos con el pensamiento de que esa persona a nuestro lado algún día haría que dejáramos de sentir ese desamparo tan silencioso.

No hay nada de malo en amar a alguien y descubrir después que no era la persona a la que habíamos estado esperando. Que no nos completa. La vida no deja de ser un cúmulo de ensayos y errores que a veces confirman nuestras hipótesis y otras nos dejan el regusto de una prueba frustrada pero llena de vivencias que nos construyen desde lo más esencial e intrínseco.

Es a través de ese motor de búsqueda imparable que exploramos y analizamos el concepto de vida corriente. Pero, al mismo tiempo que no siempre acertamos, hay veces en las que para acertar debemos dejar de estar solos. A veces son otros los que nos destapan la luz. Los que nos ayudan a limpiarnos la mirada de legañas y fantasmas y alumbran nuestras ideas dotándolas de una perspectiva diferente.

Lo mejor que puede ocurrirnos entonces es comenzar a apreciar una vida corriente. Porque el hecho de esperar que nuestra vida empiece y se llene de grandes cosas deja de tener sentido cuando conoces que las grandes cosas pueden acumularse en el reflejo de nuestro rostro en los ojos de alguien a quien amas de verdad. Desaparece el anhelo de una vida mejor mientras tomamos consciencia de que no hay vida mejor que vivir como queremos la que ya tenemos. Sentirla como nuestra.

Creo que es en ese instante, y sólo en ese instante efímero que cubre una mirada o un roce de pieles, cuando no necesitamos arroparnos con fantasías y alcanzamos la plenitud de una vida vivida de verdad, a cada segundo, sin esperar a que los días tomen otro brillo. Tampoco se trata de conformarse; sólo se trata de ser capaces de ver. De entender nuestros errores y por qué las personas que desfilaron antes por nuestros pechos no nos terminaban de llenar. Se trata de aceptar nuestro pasado irregular y disfrutar de lo que se tiene y alimenta el espíritu. Aunque sea lo que siempre dijimos despreciar y apartar de lo que queríamos que fuese nuestro futuro.

“Aunque” sea una vida corriente.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Me quito la mochila que tenía llena de piedras.

Si algo deja cualquier guerra son tumbas. Para los dos bandos. Pero acaban siendo ocupadas por los cadáveres de aquellos que pelearon en ellas, no por quienes las causaron.

Y hasta yo misma sé que un día seré capaz de recoger flores en cualquier jardín y las llevaré a ese nicho donde descansarán, o simplemente estarán, tantas cosas como tantas tuvimos y dejamos ir.

Y volveré a nuestra tumba, dejaré las flores y con las yemas de los dedos recorreré la inscripción de la lápida, que no serán los nombres por los que todos nos conocen, sino aquellos dos con los que nos llamábamos cuando nos amamos, y que ahora comenzarán a disiparse junto a todo lo demás, mezclados entre la tierra y la tristeza.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cambio y movimiento.

<< A mí me gusta pensar en el futuro, porque es donde voy a vivir. El pasado, pasado está; es en el futuro donde yo voy a estar de verdad. >>
Si de algo me sirve este pequeño archivo de mis adentros es de descubrirme, y redescubrirme, una y otra vez. Hace cuatro años el otoño acudía a mí hablándome de mi espíritu, al que yo llamé mi animal, y en el que pensaba ensangrentado y desnudo, pero fortaleciéndose día tras día. Y ahora vuelvo a esa canción que me dio fuerzas y que en un día como hoy me habla de que todo ocurre por alguna razón. Que las heridas cierran y cicatrizan, y los otoños siguen viniendo, con grises y naranjas, sin amarillos esta vez, pero acudiendo a mí para curarme y para invitarme a seguir saliendo ahí afuera y acariciar y cuidar a mi animal.



<< Una muesca más en tu fusil, que seguirá disparando. ¿A quién le interesa un fusil sin usar? >>

martes, 22 de septiembre de 2015

Eutanasia.

El que quiere luchar, lucha.
Aunque duelan las heridas.

And I thought I heard you call my name.

But don't you dare
Let our best memories bring you sorrow
Yesterday I saw a lion kiss a deer
Turn the page
Maybe we'll find a brand new ending
Where we're dancing in our 
tears

But are we all lost stars, trying to light up the dark?

domingo, 20 de septiembre de 2015

Aceptación.

Se despiden de mí y antes de abrir el portal me vuelvo a mirarlos y veo que caminan, alejándose, abrazados. Pienso que es curioso que un gesto tan sencillo pueda esconder tanto, y noto la alegría sincera de que hayan sabido torear todas sus tormentas y ahora caminen abrazados una noche cualquiera, en Zaragoza, donde ahora viven los dos, a pesar de haber vivido separados durante meses y con demasiados kilómetros de por medio. Pudo parecer en ocasiones que la batalla les haría rendirse pero imagino que en esos momentos de casi desfallecer ellos se abrieron los ojos el uno al otro y continuaron porque sabían que vendrían tiempos mejores. Porque merecía la pena. Y porque, efectivamente, vinieron.

Cualquier día puede comenzar a ser parte de esos tiempos mejores si así lo queremos.

Ella así lo quiso, así lo quisieron los dos, y ahora vive aquí, acostumbrándose al zierzo y a los nuevos rostros, las nuevas calles. Con trabajo, ilusión, ganas, y durmiendo todas las noches con él.

Me han acompañado hasta casa por si, han dicho, me ocurría algo en el breve camino.

En un momento, cuando entre la música alta del bar y las frases un poco a rastras sobre el futuro y los latidos del pecho, él me ha hecho una pregunta que, como muchas otras cosas en estos días tan largos, había estado dejando de lado:

- ¿A partir de diciembre qué harás? ¿Te quedarás en Madrid? ¿O sigues pensando que no te importaría volver a Zaragoza?

He respirado dos segundos y le he contestado con sinceridad. Que no lo sé. Que antes lo sabía pero, ahora, la verdad... Es que ya no lo sé.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

“Todos tomamos decisiones, 
pero al final, 
nuestras decisiones nos hacen".
(Andrew Ryan)

martes, 15 de septiembre de 2015

Doble graduada.

Cuando, dentro de varios años, me pregunten por mis últimos días de universitaria, ¿de qué les hablaré? ¿Les relataré los madrugones mientras en realidad acuden a mi mente los ojos hinchados? ¿Todavía recordaré las visitas al baño del trabajo, los dedos manchados de rímmel y la sonrisa impuesta y frágil mientras tecleaba con el alma vacía? ¿Vendrán a mí los pinchazos en el pecho y la desorientación cuando me pregunten por si fue duro hacer dos Trabajos de Fin de Grado a la vez?

Les contestaré que algo sí, pero estaré pensando en otras cosas.

En los desayunos de Ikea que ya no comeremos y en los muebles que ya nunca compraremos para un hogar que no existirá. En esta habitación de paredes desnudas que no llegaste a conocer, y en todos los japoneses de mi nuevo barrio en los que nunca entramos. En todas las canciones que descansarán en el cementerio que de vez en cuando activarán nuestra memoria mientras tal vez rememoramos también todas las películas que se quedaron en planes, y todos los viajes que no fueron más que proyectos cuando finalmente se separaron todos los caminos, y las estepas, que pensé que íbamos a recorrer juntos. Pensaré en las sábanas sin arrugas, las almohadas húmedas y la soledad de todas las casas llenas de gente pero vacías porque tú no estabas, en todas las fiestas que di y a las que no viniste y en todas las nevadas que observó sola tu ventana, sin mi nariz y mi cuerpo medio desnudo pegados al cristal. Tal vez no piense en videojuegos, ni en reportajes, ni en tribunales, sino en todos los capítulos de nuestra historia con los que quise llenar todas mis estanterías y que ya no escribiré por respeto, por pérdida, por olvido, por la batalla -finalmente- perdida a pesar de que en este cuerpo todavía quedaban fuerzas y ganas de llenarme las uñas de tierra y las rodillas de magulladuras para no hundirnos, ni que te hundieras.

Pensaré, quizás, en aquella tarde de septiembre, en las que el cielo ya comienza a ser gris y naranja, en la que Carmen me encargó un poemario lleno de desamor y se me encogió el espíritu mientras entre las nubes veía destellos de ojos amarillos y leía, sin poder evitar el torrente salado:

(...)
Pasará el tiempo
y no seremos esa pareja de ancianos
que se dicen día a día sus defectos
pero necesitan el uno del otro
para poder dormir,
vivir
y sobrevivir al terremoto de los años.

Nos olvidaremos,
como se olvida el tacto de los manillares de tu primera bicicleta
o la textura de los labios de tu primer beso.
(...)
LS.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Cuando algo malo ocurre, y ya no estás para compartirlo contigo.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Yo, robot.

Desde que me despierto y entierro las últimas legañas en el fondo de mi taza de café hasta que me cubro con la sábana, me recuesto de lado y suspiro antes de dormirme pueden ocurrir muchas cosas. De lunes a viernes, y hasta dentro de no mucho, ocupo unas ocho horas más o menos en ir a trabajar, trabajar y volver. También suelo verter una media de dos horas en desayunar, comer y cenar. Luego, por supuesto, hay variaciones.

En ocasiones voy en metro, otras cojo el tren de cercanías. Leo un libro o escucho música si estoy pensativa. Por lo general, mientras como me veo un capítulo de alguna serie o hablo con mis compañeras de piso. Sonrío más o menos en el trabajo, me angustio más o menos, me aburro más o menos. A veces puedo incluso tomarme unas cañas, ir al cine, dar un paseo o incluso salir de fiesta, aunque cada vez menos. El fin de semana suele ser más voluble y mi rutina cambia: vuelvo a casa, veo a gente, me tumbo en el sofá, veo una película, vagueo, paso horas delante del ordenador.

En las horas que se extienden desde que me despierto hasta que me acuesto existe un gran abanico de actividades y tareas en las que ocuparme. El tiempo va discurriendo mientras yo me dedico a eso que nosotros, los humanos, conscientes de nuestra consciencia, llamamos vivir. También vivo cuando duermo, pero de eso me entero menos.

Como se suele decir, se pueden hacer muchas cosas. Pero si bien es cierto que ocupo mi tiempo de una manera o de otra para procurar no aburrirme, también debo admitir que sin ti todas esas actividades y ocupaciones se me antojan algo mohínas. Las manecillas del reloj pierden su brillo si no puedo compartir mi día contigo.

Entonces pasa otro día y yo sigo viviendo esas horas de consciencia de una manera casi robótica, mientras detrás de mi pecho mi alma sigue adormecida, perezosa sin poder agarrarse a tus brazos e iluminar así el fondo de mis ojos.

No puedo decir que esté vacía, porque no lo estoy; sin ti sigo teniendo todas esas cosas que tenía mientras estabas tú. Pero sin poder hablarte de ellas, sin poder disfrutarlas contigo, el día pierde fulgor y desde que despierto hasta que vuelvo a dormir en mi pecho sigue oscuro un pequeño vacío que nada ni nadie puede llenar si te vas.

No voy a pedir que el mundo se pare si tú no estás, porque soy perfectamente consciente de que sería un deseo absurdo. Prefiero guardar mis esperanzas para algo que sí vea factible, como vivir los días contigo, mientras mi despertador sigue sonando y mis ojos siguen cerrándose todos los días independientemente de la falta de calidez en mis paredes metálicas. Quiero decir... En mi piel.

viernes, 4 de septiembre de 2015



Tal vez la clave no es pedirle a alguien que no se vaya,
sino
que ese alguien
se quede
porque quiere
quedarse.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Septiembre: quiero

Cada vez estoy más cansada de los nudos; creo que perdemos mucho tiempo intentando desenredar algo que a veces simplemente ha perdido ya su orden. Quiero sencillez, quiero que aquellos a los que quiero conservar sigan poniéndole color a los hilos de mi tejido más gris. 

Quiero deshacerme de los lastres que sólo me aportan retraso en avanzar, en crecer, en superar todos los miedos del pasado para mirar atrás y sentirme tranquila, y sobre todo enfrentar el futuro con valentía. No quiero arrepentirme de nada, y mucho menos de todo lo que pude y quise hacer y al final no hice. Creo que quiero más que nunca cosas auténticas. Sencillas; sin nudos, sin enredos. Sólo hechos que me abriguen, palabras que me alimenten y gestos que me cubran la piel de complicidad, ternura y comprensión. Quiero todo lo nuevo, pero también quiero que lo bueno no cambie.

Septiembre está aquí, con los primeros coletazos de frío. Toca taparse, y seguir adelante. Siempre hacia adelante.

And here I go again.