jueves, 28 de enero de 2016

Fórmulas.

Supongo que
no existe
una fórmula científica que
justifique
las ganas de pegarse a un cuerpo,
despertar con alguien,
curar la jaqueca en otros ojos,
perderse en unos acordes que cobran
-de repente-
otro significado,
comerse de postre otra piel,
o sentirse a salvo
y
otras tantas cosas,
tantas,
que juraste que ibas a guardar
(esta vez sí)
durante un tiempo.

Digo yo que no hay fórmula
química, física o matemática,
que teorice sobre
la velocidad
de curación de
algunas
cicatrices.
Que conduzca a una ley,
que explique por qué
el alma
enseña los dientes porque sonríe,
cuando antes
tenía miedo
(otra vez)
de volver a desnudarse.

Creo que, si existe esa fórmula,
si es posible que conviva
acurrucada
entre dos personas que comienzan a
conocerse,
no responde a una cuestión científica,
explicable,
lógica,
razonable,
medida,
o hallada mediante una ecuación.
Se debe a algo mucho más
difícil
de comprobar
-desde fuera-,
tal vez místico
o
irremediable
o
deliciosamente recóndito;
algo que muchos,
en muchas ocasiones,
con muchas personas diferentes,
llamaron -y pueden todavía llamar-
magia.



miércoles, 27 de enero de 2016

No quiero despertar.

Una está tan acostumbrada a escribir para otros que, de repente, las palabras ajenas sobrecogen, voltean y emocionan de una manera sin precedente. Cuando me siento así suelo volver a la misma pregunta, no como una queja velada sino como un ejercicio de autoconsciencia: ¿Merezco todo lo bueno que tengo? 

Hace algunos meses escribí una certeza que -creí- retrataba mi realidad y, aunque han pasado muchas cosas desde entonces y en mi piel se pueden leer las cicatrices de aquellas heridas que no busqué, en mi tripa se agitan el calor y el hogar, el tiempo y la ausencia de arrepentimiento, el anhelo positivo y la suerte de poder sentirme tan viva a pesar de que no hace mucho pasé momentos en los que hacerlo se me antojaba una auténtica utopía.

Cuando la pasión propia peligra, siempre se puede echar mano del arranque y la luz reflejado en los ojos de otros, porque, una vez más,

si miro a mi alrededor,
se calienta mi alma.

martes, 19 de enero de 2016

My -intense- blue monday.

24 horas sintiéndome una extraña en el mismo cuerpo. 24 pares de ojos que se arremolinan a mi alrededor para darme la certeza de que son todos ellos los que siguen siendo mi faro, pase lo que pase y sean mis circunstancias las que sean. 24 suspiros mediante los que echo de menos mi otra ciudad, mi otra porción de vida, mi Zaragoza bonita que es el símbolo más vivo de que tener el corazón dividido no es una imperfección, sino la posibilidad de sentir el doble. Más de 24 risas, y más de 24 sonrisas.

Y, sobre todo, más de 24 veces volvería atrás y sería exactamente la misma. 24 horas, ayer y todos los días, para estar orgullosa de quién soy y de mis pasos, y para seguir luchando por que ese sentimiento nunca desaparezca.




domingo, 17 de enero de 2016

No mires: ve.

No sentí tus labios,
no he sentido el peso de tu cuerpo,
y ya estoy
muriéndome de celos
por el hombre que
ahora
besa
tu pecho.

He de reconocer que no tengo derecho...

Aún no te conozco,
y ya te he perdido.
Me valdrá cualquiera...
Siempre me pasa lo mismo.

sábado, 16 de enero de 2016

C'est fini.

Te comprendí a pesar de la cobardía, el victimismo y los malos gestos y las malas palabras. Te entendí hasta el hueso, a pesar de todo, y no tuve ningún miedo en ser honesta conmigo y con los demás y admitir que sí: te comprendía, aunque todavía siguieran sangrando mis heridas. Te comprendí.

¿Pero la mentira? La mentira nunca.

Nunca.

jueves, 14 de enero de 2016

"Zendagi migzara", dicen los afganos: la vida sigue.

Devolví la fotografía al lugar donde la había encontrado. Entonces noté algo: que ese último pensamiento no me había producido ningún tipo de punzada. Mientras cerraba la puerta de la habitación de Sohrab me pregunté si el perdón se manifestaría de esa manera, sin la fanfarria de la revelación, si simplemente el dolor recogería sus cosas, haría las maletas y se esfumaría sin decir nada en mitad de la noche.
(Khaled Hosseini)

martes, 12 de enero de 2016

sábado, 9 de enero de 2016

"Nos amamos. Locamente"

Luis, mira ahí, junto al río. Esos árboles torcidos, ¿los ves? Parecen un fallo de la naturaleza, ¿verdad? Parece que estén muertos, que sean árboles vencidos. ¿Los ves, Luis? 
Ves justo lo contrario: hace algunos años hubo un corrimiento de tierra y muchos de esos árboles cayeron. Los que vemos son los supervivientes, Luis. Se han mantenido en pie, creciendo así: torcidos. Oblicuamente, Luis. Los imperfectos. Los torcidos. Oblicuamente, Luis... Oblicuamente... 
(C. Redondo) 

viernes, 8 de enero de 2016

One day.

"Dear Catherine, 
I've been sitting here thinking about all the things I wanted to apologize to you for. All the pain we caused each other. Everything I put on you. Everything I needed you to be or needed you to say. I'm sorry for that. I'll always love you 'cause we grew up together and you helped make me who I am. I just wanted you to know there will be a piece of you in me always, and I'm grateful for that. Whatever someone you become, and wherever you are in the world, I'm sending you love. You're my friend to the end.
Love,
Theodore."

Her

lunes, 4 de enero de 2016

- Ahora es cuando me dices... "Te dije que antes de que se acabara el día te ibas a marchar con ella".
- No te lo voy a decir.
- Todas las cosas que he dicho que sentía estos días las sentía de verdad.
- Lo sé. No lo pongo en duda...
- ¿Y tú? Todo lo que has dicho que no sentías, ¿no lo sentías?
(...)
- Diego, deberías aprender a estar solo. A no volcar tus necesidades y dependencias con la primera que se te cruce en el camino.
- Yolanda no es la primera que se cruza en mi camino.
- Es que no estoy hablando de Yolanda.
- Martina...
- Diego, que no pasa nada. No hace falta que te justifiques, ni que te sientas mal.
- ¿Por qué tengo la sensación de que no he tomado ninguna decisión?
- Porque no has tomado ninguna decisión. O porque quizás estaban todas las decisiones tomadas desde el principio.
- Soy un desastre.
- Es parte de tu encanto... Todas las cosas que te he dicho que no sentía no las sentía, porque no me ha dado tiempo a sentirlas. Te prequiero. Mucho.

Primos



sábado, 2 de enero de 2016

A veces quieres volver pero ya no puedes, y cada vez más breve el recuerdo cede.

Hace días que te noto pegado a mi espalda. Te sentí a partir de una noche de la semana pasada en la que, entre los recuerdos agitados y frescos de tus ojos extraños por primera vez, me dormí con tu presencia adherida a la piel de mis hombros. Pero no eras una carga, ni me estremecía el peso de nuestros demonios, y ni siquiera sentí la melancolía como piedras. Sentía tus brazos pegados a mí como cuando nos dormíamos en calma y exhaustos después de una pelea de cama o dejábamos que el silencio se mezclara con el agua caliente mientras nos dábamos un baño en tu casa, o en cualquiera de las habitaciones de hotel en las que cincelamos nuestros nombres de una manera pura y honesta. En efecto: es difícil encontrar a alguien con quien se pueden compartir horas sin decir una palabra en voz alta pero sin dejar de amar, de experimentar, de compartir.

Los días siguen pasando y procuro no hacer demasiados altos en el camino para preguntarme qué ha sido de nosotros. ¿De qué sirve? ¿Por qué darle vueltas a un pasado que no es presente, a unas vivencias ajadas, llenas ahora de grietas y en ruinas? Creo que nos veo como una foto en blanco y negro, uno de esos recuerdos que sin esperarlo recuperas y en un primer momento el hallazgo ilumina los ojos pero al segundo se cae en la cuenta de que los rostros que sonríen en el papel desgastado no han vuelto a sonreírse. Que el gris fue comiéndose el color poco a poco, porque así debía ser, porque así pareció decidirse, porque así tuve que aceptarlo aunque no deje de ser contradictorio caer en la cuenta que tal vez lo mejor para la salud es alejarse de la persona que más quieres.

No nos engañemos: no soy tan fuerte. A menudo tengo que forzarme a recordar por qué hemos llegado aquí. Y, entre todas las remembranzas llenas de luz e historias preciosas sobre lo que estaba siendo y lo que iba a ser nuestra vida, me obligo a sacar a flote también todos los golpes que fueron dañando mi piel, esa piel que sigo sintiendo contigo, y que convirtieron nuestros cuerpos en un campo de batalla que ojalá nunca hubiera alojado combatientes. Cuando te conocí fui consciente de que el amor puede acabar doliendo, pero no me arrepiento de no haber pensado jamás que iba a albergar cicatrices con tu nombre.

Por eso la fortaleza autoimpuesta y la calma trabajada segundo a segundo para que no se me desparramen los recuerdos. Por eso intento mantener mis ojos abiertos aunque choquen irremediablemente con los tuyos, perdidos, verdes, marrones, amarillos, líquidos, grandes, temerosos, vacilantes y tuyos, siempre tuyos, y tenga que agarrarme con fuerza al timón y seguir aguantando la tempestad. En el espectro de mi mirada abarco entonces todo lo que puedo: tanto mayo de 2014 como septiembre de 2015, tanto Iván Ferreiro y la electricidad como Warcry y el vapor, tanto la amarga sensación de acabar sabiendo como la sutil felicidad que sentía en esa bañera contigo, con el fuego bailando a nuestro alrededor y un albornoz de Hulk envidiando nuestro contacto.

Pero sobre todo me obligo al silencio, como me dije hace meses. Porque verbalizar más a menudo que en parte sigues aquí sólo provocaría caminar hacia atrás sin rumbo real, sin objetivo presente. Creo que todos nuestros rumbos y objetivos se marcharon, y descansan con nuestras sonrisas en esa foto en blanco y negro en la que todavía brillan nuestros nombres, aquellos que eran sólo nuestros. Que siguen siéndolos, aunque ya no quiera escribir sobre ellos.