domingo, 1 de septiembre de 2013

Mientras manejo el cuchillo y el tenedor de forma mecánica con la voz del telediario de fondo me pregunto cómo es posible que estén muriendo cientos de personas en un conflicto que, en esencia, manejan personas que están a miles de kilómetros. Pienso en toda la sangre, los refugiados, las vidas que jamás volverán a ser iguales, las pérdidas y los sacrificios sin poder compaginarlo mentalmente con los intereses de Rusia o Estados Unidos. Cómo es posible que funcionemos así.

A los pocos segundos, después de haber cambiado de canal tras haber visto los goles de los partidos de fútbol más importantes del fin de semana, la voz atronadora e irrespetuosa de mi hermano comienza a interrumpir el sonido de las noticias para seguir hablando de fútbol. Se levanta, incluso, y se pasea por delante de la televisión. No importa que pida silencio, porque sigue hablando y además encuentra interlocutores de sobra. Siria parece no ser interesante en ese momento. Sólo el fútbol, a cualquier nivel, y por parte de cualquier equipo.

Entonces pienso. Cómo no va a ser posible que funcionemos así.