jueves, 22 de febrero de 2018

Diario, día 913.

Me es inevitable preguntarme cosas. Cuestionarme a mí misma. Intentar desentrañar si soy una flipada, o una fracasada para siempre, o cualquiera de esas otras etiquetas que siempre es fácil ponerle a otros. ¿Lo soy? ¿Soy una de esas... millennial?
A menudo me pregunto si de verdad soy buena persona. Y digo "de verdad" porque obviamente pienso que sí. No me fastidies, ¿quién piensa de sí misma que no lo es? Podría escribirlo bonito, filosofar un poco, pero esto es un diario y puedo permitirme por una vez sacrificar la pompa hipócrita que siempre nos invade cuando hablamos de nosotros mismos. Es como la tía rubia de las películas de terror que, cuando asoma la motosierra por el marco de la puerta, dice: "Oh, dios mío, Jack, ¿qué vamos a hacer ahora?". ¿Pues qué vas a hacer? Morirte, salpicar de sangre las paredes, con suerte enseñar una teta cuando caigas al suelo sin cabeza. Esas cosas de siempre. Hace esa pregunta estúpida que no tiene sentido porque ya se sabe la respuesta (gracias, guionistas, sois geniales manejando personajes femeninos). Pues eso, esa tía en una situación real no preguntaría eso. Lo mismo nosotros cuando nos pregunta alguien si nos consideramos buena persona o cuando nos lo preguntamos nosotros mismos, que es cuando podemos soltar toda la mierda si es que sois como yo y no os gusta tener auto-pudores.
Pero, en serio, me lo pregunto de verdad. O sea, creo que lo soy, me esfuerzo en serlo porque creo que es lo que menos dolores de cabeza me va a suponer. Intento tener paciencia, escuchar, no enfadarme demasiado, ser comprensiva, sonreír, sujetar la puerta del metro a esos bastardos que nunca me la sujetarían a mí... Sin embargo, hoy en clase he querido levantarme y preguntarle con violencia a un compañero si es que era subnormal (con opciones a meterle una colleja, o algo así, lo que me saliera en ese momento de enajenación). ¿Es posible que una buena persona quiera hacer eso? No lo sé. Lo he pensado en ese momento. Y luego he intentado justificarme y decirme a mí misma que ese tío en cuestión es un imbécil, que se pasa toda la clase riéndose de personas más hechas y derechas mientras él es un ególatra mantenido que piensa sobrevivir a base de practicar felaciones a los catedráticos de la facultad. Uy, esta frase me ha salido toda del tirón. Qué miedo. Hay que ver. ¿Ves? No sé. ¿Esto le saldría del tirón a una buena persona?
En ocasiones me intento explicar que una buena persona que siempre lo sea no sería una persona, sería un robot. Como la película esa de las esposas perfectas, las que sonríen siempre. Aunque luego se les va totalmente. Igual no es el mejor ejemplo. Pero a lo que voy es a que: ¿una buena persona no es aquella equilibrada, que aguanta sus momentos más oscuros y que sabe sobrellevarlos? ¿Existe alguien que nunca fantasea con reventarle la cabeza a otro alguien? Lo sé, suena fuerte, pero soy honesta. ¿De verdad nadie piensa alguna vez en que sería más feliz si X desapareciera del mapa o Y se fuera a tomar por culo para siempre con esa tal Z?
Y otras veces pienso, sin más, que la gente normal, esos que siempre son contratados como extras en las películas cutres porque tienen apariencia "normal", seguramente no se hacen estas preguntas. Pero es que yo soy así de imbécil, supongo. Bueno, no tanto como el lerdo de mi compañero. Somos imbéciles los dos, cada uno a su manera. ¿Soy mejor persona que él? ¿Es también él una buena persona aunque sea gilipollas? ¿Debería insultarlo? Es que me encanta hacerlo, se me llena la boca, y mira que estoy escribiendo. Gilipollas. Es sonoro, y bonito. No sé. Tengo un vocabulario fatal. ¿Las buenas personas dicen palabrotas? Aunque yo también me insulto a mí misma.
Eso tiene que contar... ¿No?
(...)