- No me puedo creer que esté sufriendo.
Lo dicen los nervios danzando en mi tripa y las agujitas de angustia que de vez en cuando acuden a mi pecho. También mi mente, que no para de pensar, y recordar, y de trazar conclusiones que hasta hoy tenían polvo.
Recuerdo la angustia como algo malo. Recuerdo esa emoción como el principio del fin, como la marca en el calendario que hizo que mi cabeza hiciera clic. Y, ahora, sin embargo...
Yo pensaba que la angustia siempre era algo malo.
Pero resulta que hoy. Ahora. Parece que estoy despertando.
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