sábado, 6 de mayo de 2017

El grito.

Si tú supieras
que quería gritarte que te quedaras
conmigo.

Pero no puedo. Me he encerrado en esta posición de enferma de lo racional porque así es mi escudo y no soy ni siquiera capaz de gritar a nadie que no sea yo misma (cuando nadie me escucha). Me gustaría gritarte, de verdad, avisarte de que voy a hacerlo, y hablarte de todos mis porqués, de mis sacudidas y de mis miedos.

Pero no es mi momento. O quizás sí, y prefiero pensar, razonar, que ya lo fue, y así me excuso, y sigo protegida, con un escudo que ya se resquebraja, mientras vuelvo a casa gritándo-me, hablándo-me. Como si tú estuvieras en algún lugar, escuchando, y mi grito tuviera algo de sentido.

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