miércoles, 23 de junio de 2010

Debajo llevan los labios pintados de carmín, porque les gusta, y algunas incluso rodean sus ojos con lápiz de carbón. Aunque no se las vea.

Pienso qué será ahora de aquellas que nacieron rodeadas de burkas, y se casaron con un hombre que creció rodeado de burkas. Me recorre un escalofrío la espalda cuando llego a la conclusión de que muchas lo llevan por devoción y respeto a una religión y una tradición común, sí, pero las otras... Aquellas otras que fueron obligadas por el autoritarismo de sus padres y el silencio de sus madres -o viceversa-, para caer después en manos de un hombre que recogió el legado de sus suegros. ¿Qué ocurre ahora con ellas? Vinieron aquí tal vez buscando una mejora en sus vidas, pero, ¿y ahora?

Se me vienen a la cabeza los ojos llorosos de sus hijos cuando sus padres gritan: gritan porque está prohibido y aun así debe llevarlo, gritan porque está prohibido e incumpliendo la prohibición han llegado a casa con una multa que no pueden pagar. ¿Con qué cara un agente de la ley le dice a una viadante que debe multarla porque la libertad exige la prohibición de su atuendo?

No estoy a favor de que se asfixien dentro de esas cárceles de telas gruesas y opacas; lo veo una aberración y un peligro para la salud. Pero sólo sé que si lo llevan es por algo, y que en mi concepto de libertad no está incluido el verbo prohibir. No sé si este pensamiento me hace peor persona, pero en mi defensa diré que en un planeta donde viven casi seis mil ochocientos millones de personas diferentes no podemos exigir que todos los pensamientos funcionen como el nuestro. Porque no es así.

viernes, 18 de junio de 2010

Una de las peores armas es una pluma, si tienes ganas de cargarte el mundo. De reventarlo desde abajo, desde lo que abarcan tus propios ojos, y esa rabia la traduces en palabras que nos retratan como la raza más despiadada que jamás poblará la Tierra. La desventaja es, a mi juicio, que el alcance de dicha arma varía bastante. Es lo que tiene la cultura, que hay gente que se resiste a darle importancia.

Pero yo creo que él pensaba como yo, y por eso nos arrancó la piel a todos para dejarnos desnudos. De sus manos salió el mejor libro que he leído nunca. Porque a través de la más retorcida y alarmista situación imaginaria, consiguió que tomara conciencia de que no tiene sentido hablar de un mundo que destroza si no te incluyes en ese mundo. Lo considero un hacedor de milagros, porque, a pesar de su tono crítico, supo encuadrar sus historias de una manera maestra que impidió que éstas desaparecieran.

Y hoy le arrancaba el último suspiro a este mundo del que tanto ha hablado y al que -estoy segura- amó tanto. Se nos ha ido uno de los mejores maestros que he tenido el placer de conocer. Así que, ahora, esté donde esté, ya sólo queda la inmortalidad que le dieron sus libros. Su ceguera visionaria.

domingo, 13 de junio de 2010

-¿Por qué sonríes de medio lado?
-¿De medio lado?
-Sí. Al sonreír, sólo levantas una parte de la boca. ¿Sabes cómo te digo? De medio lado, como si te estuvieras pensando si sonreír o no y te quedaras a medio camino.

No sabes cómo te digo, no. Lo veo en tu cara, porque si algo sabe la gente de ti es que eres transparente. La gente y yo, por supuesto. Aunque a veces eso duele más que si disfrazas tus sentimientos, porque cuando me voy en expedición a tus adentros siempre acabo viendo que no me amas.

-Chica, no sé. Pues porque me sale así...
-¿De verdad que nunca te has fijado en cómo sonríes?
-No, creo que no. ¿Por?

Porque yo sí. Porque yo me sé tu sonrisa como si la tuviera tatuada en la retina; y así era, que la veo en todas partes, mire lo que mire, ahí estás tú. Lo peor es que tú lo sabes y por eso te alejas, pero al mismo tiempo nos gusta estar juntos. Me gusta a mí, y te gusta a ti, y por ello no entiendo que nunca, nunca, me beses. ¿Qué falta?

-Por nada. Por qué va a ser...
-Estás muy rara hoy. ¿Qué ocurre?

Nada. Qué puede ocurrir. Lo de siempre, un día tras otro, a tu lado y sin tenerte. ¿Qué clase de broma puede ocurrir que no fuera esa? No sé si... No sé.

-Nada. Qué puede ocurrir. Lo de siempre, un día tras otro, a tu lado y sin tenerte. ¿Qué clase de broma puede ocurrir que no fuera esa? No sé si... No sé.
-¿Qué?
-¿Cómo que qué? Lo que oyes.

La he liado de verdad. No pensaba que se me pudiera ir tanto la cabeza como para decírselo. ¿Estoy idiota o qué? Pero es que él ya lo sabía, era un secreto a gritos. ¿Qué hago? Me está mirando y no sé qué decirle.

-A ver, quiero decir...

A tomar por culo. Voy a besarle.

sábado, 12 de junio de 2010

Ya no soy la chica de doce años que soñó de golpe cuando llenaste su cabeza de nombres, obras, recuerdos y sensaciones. Ya no lo soy, porque he crecido, pero sigo soñando con la cabeza llena de historias: más serias y creibles, pero historias al fin y al cabo, y todo el mundo sabría que sería mentira decir que a veces no sueño cosas imposibles.

Tengo grabadas en la memoria cada frase. Cada personaje. Cada punto álgido de la representación que me hacía vibrar o me libraba de la presión de soltar al texto o, simplemente por la trama, lo amaba. He tenido que aprender mucho y experimentar sensaciones que no concebía pegadas a mi piel, pero aquí está la magia. En la mentira y la falsedad que creamos de tal manera que parezcan ciertas. Una farsa, como siempre, como cuando nació esta fiebre hace miles de años.

Recuerdo a Quiteria y su mal genio, y recuerdo también la primera vez que le grité a Nacho y cómo abriste la boca porque ¡hay que ver qué mal genio tiene esta chica! Muy bien, Elena, ¡muy bien! También a la angustiada sin más sobrina del Quijote. Y a todos los personajes que me poseían cuando nos calzábamos la nariz de payaso de siempre y enmudecíamos para aprender a expresarnos sin las palabras.

Y llegaron más. Llegó Greta, Rania, Pluma Blanca, Pata Negra y el abanico de nombres enrevesados que nos dejó Bocaccio como legado y que estaban recogidos en la sencillez absoluta de Dama 1 (Giacmina, Falopina, Tessa, Myriam...).

Pero, como te dije ayer, el que verdaderamente me ayudó a crecer fue Pata Negra. De su voz ronca y su cojera conseguí construir una parte de mí a base de días tristes, lágrimas de impotencia y esfuerzo. Pero lo conseguí, lo conseguimos, y ahora soy como soy en parte por ella. En parte por ti.

Cuando alguien diga que esto no sirve para nada es que no ha hecho teatro nunca. De ninguna de las maneras: no sólo en un escenario, sino también con cualquier broma inocente una noche de risas, un momento de drama. No será consciente, pues, de la cantidad de vidas que llegamos a vivir los que actuamos -los locos que actuamos-, los sentimientos que conocemos... ¿No se erige como un privilegio la posibilidad justificada de dejar de ser tú? Completamente. Para bajar y recobrar mis sueños, mi timidez, mi futuro palpitante que me aguarda unido a este mundo. Es lo único que sé.

Eso y que ha sido tan maravilloso que no puedo estar triste. Que te echaré de menos, muchísimo, pero volveremos a encontrarnos. Porque, en realidad, buscamos la inmortalidad, y somos inmortales.

La vida... No tiene fin.

domingo, 6 de junio de 2010

Era la dueña de la luna entera. En sus manos tenía el patrimonio más rico que había conseguido nunca. "Te guardas uno para después, ¿eh? Ahora si quieres te comes uno; pero sólo uno, señorita." Ella había contestado obediente a su madre que sí, pero lo que su madre no sabía, desde esa gran altura que le otorgaba tanta sabiduría, era que la había sumergido, a la vez, en la peor disputa de su vida.
Se sentó en su rincón de pensar y luego cambió de postura tumbándose de lado y sintiendo el frescor de las baldosas. ¿Cuál? Por un lado... pero por el otro... Recordó todas las historias que le habían contado y que empezaba a leer bien orgullosa de sí misma y se sintió una heroína. Iba a ser valiente, valiente de verdad, una verdadera heroína merecedora del trono hecho de polvo de estrellas que la aguardaba en la luna. Su decisión iba a ser muy importante, y era consciente, pero iba a obrar con justicia y sabiduría. Aunque no fuera tan alta como su madre.
Respiró hondo dos veces, frunció el ceño y se sintió mayor. Con estudiado cuidado, desenvolvió, finalmente, el envoltorio dorado. Lo observó unos segundos y prosiguió la operación con suma concentración. Apenas el caramelo había rozado su boquita, pensó que había cometido un error incalculable. ¡Cómo iba el trono de la luna a pertenecerle así! Tendría que haber elegido el otro, estaba claro. Pero el caramelo ya se deshacía en su interior, y tragó sin lograr disfrutar su sabor.
Se quedó pensativa un instante. Tal vez dos. Se aseguró de que el pasillo de su casa estaba desierto, desplegó a todo su equipo de seguridad imaginario, y desenvolvió el otro caramelo sin hacer ruido. No se iba a enterar nadie. En su mente sonaba música de intriga, como la de las películas de mayores, y entrecerrando los ojos saboreó el caramelo verde.

No supo por qué, pero mientras el segundo se movía en su garganta pensó que todo eso del trono de la luna era una tontería y que qué deliciosa estaría en ese mismo momento una gran tarta de fresas.

viernes, 4 de junio de 2010

Hay veces que cuando sonrío me siento ridícula. Muy ridícula. Pienso que es porque sé que a mi sonrisa plena le acompañan mis pómulos que suben, y la barbilla que se afila todavía más. En mi interior pienso, mientras sonrío, que debo de estar espantosa. Vista desde fuera. Pero si sonrío tanto para sentirme ridícula es porque el momento lo merece.

Porque también tengo otras sonrisas. La media, la tímida, la triste, la educada y la que suspira. Hay miles. Y en ocasiones me han dicho que es preciosa, pero yo sigo viéndome más guapa seria. Con los músculos relajados y en calma, yo totalmente en calma. La tristeza es otro cuento, otro escenario donde actuar, pero entonces no pienso en si estaré bonita o no. En esos momentos sólo hay abandono y apatía (supongo que todos os conocéis en esos momentos, cuando ya no preocupa si estás guapo).

Lo noto sobre todo en los pómulos, que al subir acompañados de mis mofletes me dan un aire a veces diabólico. A mí no me gusta. Porque además me empequeñece los ojos y mira que es paradójico: cuando sonrío es cuando más grande tengo la mirada.

martes, 1 de junio de 2010

Debería descorchar una botella de champán, o algo así, pero no puedo. Me he dado cuenta de que después de todo esto me tengo a mí misma, y es una sensación extraña, porque es como si no pudiera salir de aquí. Después de días y días de sonrisas torcidas y miradas borrosas después de haber estado sobre los apuntes... Ya está. Se ha ido. Prácticamente cualquier resquicio del instituto está siendo borrado en estos momentos. A él volveré, me imagino, como un antiguo polluelo más, a contar qué es de mi vida, la carrera qué tal. Y todo eso que se dice.

Simplemente perdida. Tras la alegría inicial y las felicitaciones diversas, me hallo en un torbellino. Sólo una semana más, un último empujón, y en tres meses... Todo sería más fácil si comenzara a beber champán, ¿no creéis? Pero sola no tiene mucha gracia. Just a week.