Era la dueña de la luna entera. En sus manos tenía el patrimonio más rico que había conseguido nunca. "Te guardas uno para después, ¿eh? Ahora si quieres te comes uno; pero sólo uno, señorita." Ella había contestado obediente a su madre que sí, pero lo que su madre no sabía, desde esa gran altura que le otorgaba tanta sabiduría, era que la había sumergido, a la vez, en la peor disputa de su vida.
Se sentó en su rincón de pensar y luego cambió de postura tumbándose de lado y sintiendo el frescor de las baldosas. ¿Cuál? Por un lado... pero por el otro... Recordó todas las historias que le habían contado y que empezaba a leer bien orgullosa de sí misma y se sintió una heroína. Iba a ser valiente, valiente de verdad, una verdadera heroína merecedora del trono hecho de polvo de estrellas que la aguardaba en la luna. Su decisión iba a ser muy importante, y era consciente, pero iba a obrar con justicia y sabiduría. Aunque no fuera tan alta como su madre.
Respiró hondo dos veces, frunció el ceño y se sintió mayor. Con estudiado cuidado, desenvolvió, finalmente, el envoltorio dorado. Lo observó unos segundos y prosiguió la operación con suma concentración. Apenas el caramelo había rozado su boquita, pensó que había cometido un error incalculable. ¡Cómo iba el trono de la luna a pertenecerle así! Tendría que haber elegido el otro, estaba claro. Pero el caramelo ya se deshacía en su interior, y tragó sin lograr disfrutar su sabor.
Se quedó pensativa un instante. Tal vez dos. Se aseguró de que el pasillo de su casa estaba desierto, desplegó a todo su equipo de seguridad imaginario, y desenvolvió el otro caramelo sin hacer ruido. No se iba a enterar nadie. En su mente sonaba música de intriga, como la de las películas de mayores, y entrecerrando los ojos saboreó el caramelo verde.
No supo por qué, pero mientras el segundo se movía en su garganta pensó que todo eso del trono de la luna era una tontería y que qué deliciosa estaría en ese mismo momento una gran tarta de fresas.
Se sentó en su rincón de pensar y luego cambió de postura tumbándose de lado y sintiendo el frescor de las baldosas. ¿Cuál? Por un lado... pero por el otro... Recordó todas las historias que le habían contado y que empezaba a leer bien orgullosa de sí misma y se sintió una heroína. Iba a ser valiente, valiente de verdad, una verdadera heroína merecedora del trono hecho de polvo de estrellas que la aguardaba en la luna. Su decisión iba a ser muy importante, y era consciente, pero iba a obrar con justicia y sabiduría. Aunque no fuera tan alta como su madre.
Respiró hondo dos veces, frunció el ceño y se sintió mayor. Con estudiado cuidado, desenvolvió, finalmente, el envoltorio dorado. Lo observó unos segundos y prosiguió la operación con suma concentración. Apenas el caramelo había rozado su boquita, pensó que había cometido un error incalculable. ¡Cómo iba el trono de la luna a pertenecerle así! Tendría que haber elegido el otro, estaba claro. Pero el caramelo ya se deshacía en su interior, y tragó sin lograr disfrutar su sabor.
Se quedó pensativa un instante. Tal vez dos. Se aseguró de que el pasillo de su casa estaba desierto, desplegó a todo su equipo de seguridad imaginario, y desenvolvió el otro caramelo sin hacer ruido. No se iba a enterar nadie. En su mente sonaba música de intriga, como la de las películas de mayores, y entrecerrando los ojos saboreó el caramelo verde.
No supo por qué, pero mientras el segundo se movía en su garganta pensó que todo eso del trono de la luna era una tontería y que qué deliciosa estaría en ese mismo momento una gran tarta de fresas.
3 comentarios:
Deliciosamente raro :) como a mí me gusta! La luna, un trono hecho de polvo de estrellas, caramelos que deciden tu futuro... y música en tu cabeza! Factores a tener en cuenta.
Un beso muy muy grande
Sea una metáfora o no, mola mucho XD
me has sacado una sonrisa ;) y ganas de dulce *¬*
Simplemente, me ha hecho sentir como un niño! ^^
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