miércoles, 31 de enero de 2018

Pero soy un mar de dudas en oleaje perpetuo. (...) ¿Cuál es el problema? ¿Soy yo el problema y no hay más?
Puede parecer un recurso estúpido sacado de una película americana, pero admito que en ocasiones, cuando algo me preocupa, me entristece o me enfada respecto a alguien, suelo aplicar una regla sencilla: "Si de verdad este fuera el último día de mi existencia, ¿querría estar así?" Es entonces cuando compruebo que a menudo actitudes como el orgullo o la espera no tienen sentido, y por eso no quiero que pase más tiempo sin hacer nada para arreglar la situación (lo que a veces también me hace ser demasiado ansiosa y empeorarlo todo).

Sin embargo, sé que hay días en los que no tengo fuelle, en los que todo pasa por delante de mis ojos sin que yo consiga energías para alargar un brazo y tocarlo. Es como si me hubieran vaciado por dentro. Y soy consciente de que si ese día fuera el último de mi vida seguramente lo pasaría triste y sin ganas, con una mueca de serenidad pintada en la cara que podría ser infinita si yo quisiera.

No entiendo por qué me exijo a mí misma cosas diferentes de las que exijo a los demás. Llevo días pensándolo, y supongo que me cuesta admitir que muy al fondo, en esa parte de mí que hoy permanece cerrada a cal y canto, siento que la mayor parte de los problemas vienen de mí, y no sé en qué momento perdí el rumbo respecto a los conflictos o me convertí en el caparazón que soy ahora. El problema es que en esa pregunta que formulaba al principio tienen cabida los demás, pero no yo. Si la que me enfada, me apena o me preocupa soy yo misma dejo de tener tan clara la respuesta, y todo se vuelve más feo y más oscuro.

1 comentario:

R dijo...

Enfrentarse a uno mismo nunca es tarea fácil, y menos cuando se tiene la costumbre de "ir a cuchillo". Sin embargo, sólo aprenderemos a lidiar con nosotros mismos a medida que lo vayamos haciendo, y aprendiendo =).


P.D. Gracias(!)