sábado, 11 de agosto de 2007

A mi derecha un par de niños que pelean por una piruleta me hacen sonreír sin poder evitarlo. La piruleta cae al suelo y se rompe en pedazos. La niña empieza a llorar, mientras que el chico se ríe aunque en sus adentros acabe de mellarse la felicidad que le hubiera producido degustar ese premio. Ganarle esa batalla a su hermana.
Y yo sonrío porque veo en ellos simbolizada la dulce infancia que dejé atrás sin importarme que la iba a echar mucho de menos.
Ahora los dos bromean entre sí. Y no ha pasado nada.
Si todo fuera tan fácil...

En mi nuca siento los reproches que una mujer dedica a su nuera. La otra está totalmente de acuerdo y casi puedo vislumbrar los asentimientos que estoy dibujando en mi mente por parte de la otra mujer. Parece que ambas se comprenden bien. La conversación deriva en problemas de salud varios. Su tono de voz es escandaloso. Una de ellas tose en mi cabeza, pero parece no importarle. Yo me remuevo pero no hago nada más.
Sonrío, no obstante. Porque sé que yo también pondré verde a mi posible y futura nuera. Y porque sé que lo que le pase a mi salud será lo más importante no sólo para mí, sino para el mundo entero.

En mis narices una pareja se besa apasionadamente mientras un hombre los mira con desagrado. Parece ser que no recuerda su último beso desairado, la última vez se olvidó de que sobre la faz de la tierra no sólo estaba él y la persona que aferraba por la cintura. La pareja se da cuenta y ríe mientras entorna los ojos. Se toman de la mano y miran el inquietante paisaje que sus ojos les brinda.

Miro en general y me doy cuenta de que la riqueza existe. Y la tengo aquí, ante mis ojos que disfrutan sin más. Alguien de piel morena se sienta a mi lado y me dedica una sonrisa de dientes blancos y labios gruesos cuando me sobresalto por lo inesperado de su presencia. Le devuelvo la sonrisa. Es fantástico la de veces que he sonreído ya.

Y se une más gente. A nuestro paso, la aglomeración es inminente y todas y cada una de estas personas tiene su propia historia, que fascinaría simplemente por la grandeza de ser contada. Pero todas tienen un rumbo concreto y ello es lo que nos ha juntado este día y a esta hora. No a otra, sino a esta. Tarde o temprano, llegaremos a nuestro destino.

Mi mirada se pasea regocijándose de que ahora sea libre detrás de mis gafas oscuras. Es grandioso saber que los demás te observan, sacando tus defectos e imaginando tal vez qué pasaría si se acercan a mí y me pregunta qué hora es.

"La hora de que tú y yo coincidamos"

Cierro los ojos y suspiro mientras dejo todo atrás. Es casi mágico. Poder subir un peldaño y encaminarte a otro lugar, segura de mí misma. Sabiendo que el mundo me está esperando y que por algo se empieza. Varios ojos curiosos me ven escribir y luchan por deslizar sus miradas en mi cuaderno, sin que se les note que se mueren por saber en qué me ocupo, qué me inspira aquel sitio que a otros horroriza.
A mí me llena. Porque soy libre. Porque el movimiento continuo me llena de paz y le perdona todos los pecados a la desazón de mi alma.


Casi en éxtasis, me doy cuenta de que la diversión se acabó. Debo irme. Me quedaría aquí una eternidad pero no me es posible. Con mi mente refunfuñando a gritos inaudibles para los demás, me levanto y me seco el sudor de la frente.
Ahora no me queda otra salida que volver a sonreír intentando creer que lo hago de verdad. Porque en cuanto deje este atrayente lugar, mi vida volverá a ser mía. Volverán los desiertos helados a asolar mi semblante, y la Soledad volverá a cogerme de la mano.
No, no quiero.
Pero, de todas formas, me queda la esperanza de que puedo volver a hacerlo en cuanto guste. Cierro mi cuaderno y sorteo gente que me mira por encima de sus brazos elevados.

Se detiene y aguardo a que se abran las puertas que me devolverán a la realidad que me envuelve todos los días.

Ahora sí, bajo y, a pesar de que el sol muerda, guardo mis gafas. Ya no quiero mirar a nadie con la diversión de si se fijará en que le estoy mirando. Mis pasos resuenan entre el rugir de los vehículos y veo alejarse el que me acaba de soltar.

Algunos dirán que prefieren evitarlo, pero a mí me brinda la oportunidad de tornarme ignorante de mí. Y, creedme, la magia del momento me envuelve en su delicioso manto, desde que el autobús arranca, hasta que me deja en mi destino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pipi actualiza y eso me pone feliz, en el ultimo caso lo leir, se me olvido comentar, aun asi, leer tus textos, significa para mi como en este caso,uno o dos minutos de dejar volar la imagincacion...

y eos me gusta, sobretodo si esta tan bien escrito ^^

la siguiente vez me avisas de ke lo actualizas ke eso de revisarlo cada dia xDD

weno un beso ;)

Xy~~