Le digo la verdad y llora. Y se me esconde en esos ojos confusos que ya no sé si creer, que ya no me transmiten nada bueno. Agacha la cabeza mientras solloza y me dice que no le diga esas cosas. Pero, bueno, ¿en qué quedamos? Me ha pedido la verdad. Y yo entiendo por verdad la verdad verdadera, no esa verdad que cuelga de sonrisas adornándolas de hipocresía. Esa se la dejo a los que la disfrutan, que no son pocos.
Pretende derrumbar mis defensas y no se lo pienso permitir, por mucho que me acaricien sus espesas pestañas. Procuro seguir alimentando la firmeza en mí, y parece que, de momento, todo marcha bien. A lo lejos se oye el fútbol. Y ella sigue allí, oye, intentando que decaiga. ¡Que no, vamos a ver! Que esta vez no. No pienso decir nada más y aún así me veo a mí misma pidiéndole disculpas por mi tono. Pero, ¿qué me pasa? Y le devuelvo la sonrisa. ¡¿Qué pasa aquí?!
Deja de llorar. Por fin, pensaba que sus lágrimas iban a acabar inundando mi determinación y no es plan. Me dice que se alegra de que haya recapacitado. No la entiendo, de veras que no la entiendo. ¿A qué juega? Recapacitar dice... Y una tortilla de ajos tiernos, también. Le vuelvo a repetir lo de antes. La verdad. Me mira desconcertada y noto como una chispa de decepción iluminando su cara. Pero por qué me conoceré su rostro tan bien... También percibo la sangre acudiendo a paso ligero a mis sienes, palpitando bien ahí, ensordeciéndome por si no era poca la juerga que llevo encima.
¡Sorpresa! Que no me entiende, me dice. Por favor, que no empiece a llorar de nuevo. Que no lo soporto, vaya, que no quiero que lo haga. Se queda en silencio y le tiemblan los labios, no sé si de los cero grados que cuelgan de la nariz de los habitantes de la ciudad radical esta o de la congelación de sus sentidos. Me pregunto si le habré chafado su felicidad y no sé si me da gusto o repulsa pensarlo. ¿En qué me estoy convirtiendo? No, nada de eso, hay que seguir impasible. Eso es.
Parece que va a decir algo pero decide guardar silencio. De verdad que la ausencia de palabras me está quemando. Que diga algo, que me insulte, que chille, que me monte una bronca allí mismo. ¡Que me tire de los pelos si lo hace hablándome, que me da igual! La contemplo y esta vez sé que no voy a decir lo siento. Me habla con los ojos antes de volver a llorar. Creo que se va a deshacer en lágrimas si sigue así. ¿No puede parar o qué le pasa?
Consigo apartar mi mirada de su persona y escucho gritos mientras me alejo del espejo. Alguien ha metido un gol y mi padre defiende que ha sido fuera de juego.
2 comentarios:
buenísimo.
¡Fuera de juego!
Fuera de juego ella. Fuera de juego la verdad para tantas personas. Cuando la verdad es siempre un todocampista que nadie quiere mirar. Porque la verdad alegra y duele. La verdad crea y destruye y porque la verdad [aquella que, no es redundancia, es verdad verdadera] no hace falta de más licores para completar el cocktail perfecto.
El idioma de los ojos pequeña Elena.
Habla por ese idioma y todos sabrán la verdad.
El silencio mata, más que un grito o un insulto, porque despues de todo...
oculta la verdad
=) !
Ya podían romperse todos los espejos, ya...
Felicidades otra vez, traidora=)
Que ya podían ser todas las traiciones como las tuyas^^
Vieja.
^___^ Un besazou
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