lunes, 24 de marzo de 2008

Lo miro. Parece ajeno a todo. Ajeno incluso al hecho de que su respiración calmada cayendo en mi cuello va a acabar por enloquecerme. Son los locos los que cometen locuras.

Lo observo. Adivino detrás de sus párpados cerrados el tono ambarino que refulgirá en la habitación si despierta. Recorro su espalda sin que me tiemblen las manos, quiero que sienta cómo me poseen las ganas de dibujarle, sin lápiz, construyendo una copia exacta a él con las yemas de mis dedos aventurándose en sus facciones. Siento que si me decido a besarle en ese punto exacto donde tengo clavada la vista es posible que se mueva, que reaccione, y no quiero que la atmósfera se quiebre por el momento. Quiero seguir observándolo. En la penumbra está misteriosamente más hermoso.

Se agita. Y me encanta. Sería capaz de convencer al tiempo para que frenara las manecillas de todos los relojes conocidos, que acallara su sonido condenador, pero para eso tendría que moverme. Y no quiero. Quiero quedarme ahí mientras afuera el atardecer se dispone a ir muriendo vestido con mortaja de tonos púrpura. Quiero seguir sintiendo su aliento calentándome la piel, alimentando esa sonrisa que él no ve pero yo sí siento y a la que no le encuentro otra explicación que el ahora.

¿Sabrá por qué le acabo de apretar la mano? No quiero que se aleje, pues sería muy complicado calmar este hambre con su ausencia. No me quedaría otra que tragar poco a poco recuerdos. Como el de esta tarde, mientras el frío se cuela sigiloso por la ventana entreabierta, equilibrando la temperatura de la habitación. Llevándose el sabor de lo pasado, renovando el aroma de su cuerpo al mismo tiempo que pienso que tengo que escribir esto. Me pregunto si de verdad dormirá. Y, si así es, qué mundos estará surcando su alma para tener esa expresión. Me quedo a su lado, confiando tal vez en que cuando se decida a darle luz a sus ojos, estos mismos apaguen mi curiosidad por saber de qué color se visten sus sueños.

Lo miro. Parece ajeno a todo. Con la respiración calmada, entre mis brazos. La ocuridad me revela con total claridad el niño que nunca ha dejado de ser.

1 comentario:

Rubbens dijo...

Sí que me he dormido, sí.

Y por un momento creo que tú también.

^^