sábado, 13 de septiembre de 2008

Hoy hay mucha gente. Antes de que lo abrieran ya había personas esperando a coger sitio dentro. Incluso están tres de esas chicas en las que siempre te fijas porque tienen una belleza especial que te hace desear de vez en cuando ser ellas. Ahora ocupan un par de sillas de una de las mesas del bar.

Tu ánimo ha cambiado desde que has estado sentada en el suelo esperando a que la persiana subiera del todo. Muy de repente. Has visto la tranquilidad de los demás y cómo esperaban a la noche y al darte cuenta de que tú no tenías nada que esperar te has sentido extraña. Luego también la música, que hoy es distinta. Por el tipo de gente, el ambiente, te ha dicho un amigo. A coser mi alma rota, a perder el miedo a quedar como un idiota. Murmuras la letra mientras los que te acompañan en la mesa la cantan más alto.

Piensas en que no es justo pero te preguntas que qué no es justo. Al fin y al cabo no es nada nuevo, pero no puedes evitar sentirte cada vez más fuera de lugar. Si tú supieras, si yo te dijera, si yo te contara. No es por ellos, es por ti, y el sopor de aburrimiento y humo de tabaco que se extiende sobre tu cabeza. Ni siquiera te ha apetecido jugar al futbolín. Hoy no. Ahora estás sentada en la mesa escuchando la voz de ella, que te cuenta lo que ya sabes de oídas, y de vez en cuando una broma, un par de risas, acomodarte en la silla de madera. Triste, muy triste, como las noches en las que hace demasiado frío e intentas seguir durmiendo por no levantarte a cerrar la ventana.

Hay algo que no termina de funcionar en esta tarde tan eterna dentro de tu pecho y sólo piensas en que los minutos no deberían pasar tan lentamente. Y envidias, de verdad, con la punzada en la mitad de la garganta, los que van a ocupar ese sitio horas después y disfrutarán porque habrá llegado lo que esperaban. Y cuentan que un verano voló y se dejó el corazón debajo de la cama. Que le dijo que no volvería, que no la esperara. Quién me iba a decir que al final iba a unir su tripa con la mía...

Por fin salís y en el viaje a la doble puerta saludas a unos amigos que han decidido pasar la tarde allí. Una de ellos es la chica de la belleza tan peculiar. Una de ellas.

Por fin fuera te invade el frío de este final de verano y se te mezclan las ganas de ser abrazada y no parar de hablar y de llorar y de saber qué está ocurriendo dentro de esta cabecita. Unos brazos amigos te dan un poco de paz y tú piensas que no saben lo que están haciendo. Vuelve la punzada en el centro de la garganta y añoras. Sin más.

Y ya te encuentras sentada en la silla que te da tanto dolor de hombros, tecleando, con la noche recién empezada y tú, resignada, que estás a punto de meterte en la cama.

2 comentarios:

Teru dijo...

Hey! Gracias por pasarte!


Por cierto... felicidades por tu Blog!

Me encanta!^^

Te meto en favoritos, y ya me iré pasando!

Besooooos! =D

Yuki Ashura dijo...

Teruruuuuuuuuuu *0*

Sabes qué, preciosa? Me parece que no ves lo bello de esa silla, ese frío, esos brazos y ese teclear. Y es mucho!

Mucho más de lo que tú ves.