Después de dos años me estremezco de igual manera. Recuerdo las frases, los nervios de cada momento, el miedo y las palabras de aliento que nos dedicábamos porque existía aquello que podemos designar como compañerismo. Se desintegraban entre mis dedos las ganas de más, de más veces, muchas más, pero el fruto era mordido cada vez menos a menudo, después de duros meses de trabajo... La recompensa era ínfimamente inmensa.
Esta noche, entre calores febriles, me han atacado las pesadillas. La primera, la más feroz, como siempre se desarrollaba en un escenario. Era la hora de la representación que está grabada a fuego en mi memoria; era el turno de mi boca y no sabía qué decir. Salía al paso como podía, arrasando conmigo todas las ilusiones de mis compañeros de grupo, los nervios de nuestra directora, un grito ciego para que se abrieran los tablones y me tragaran sin dudarlo. El pavor siempre, o casi siempre, me ataca en el mismo aspecto. Sabe dónde me duele.
No obstante, horas después, durmiendo con el ceño fruncido y en esa misma representación de teatro, un inesperado Jeremy Davies, actor también y no sé a santo de qué, me besaba en los labios y me preguntaba por qué no podía soltarme. En el estupor nocturno, lo reconocía en mi sueño como uno de sus roles más disparatados, sin duda, el nervioso Daniel Faraday de la serie Lost.
Por ello, me he levantado con el sabor agridulce de la noche y el gusanillo de las representaciones y los actores, deseando una vez más entregarme sin pensarlo, persiguiendo ese sueño, siendo valiente por una vez. En el vídeo he introducido una vieja cinta. Con ella he vuelto a sentir que los echo de menos, que los echaré de menos. Que me han cogido de la mano tantas veces y hemos pasado tantas cosas juntos, siendo nosotros mismos o cualquiera de los personajes... Me volvían los escalofríos, pero esta vez no era la fiebre, era verlos, vernos, delante del cartel pintado con la tinta de nuestro esfuerzo. Incompleta sin ellos, me espera un año duro aprendiendo a echar de menos a los últimos, anhelándolos de nuevo juntos. Con la esperanza firme de que volveremos a encontrarnos.