Eran tiempos difíciles y nadie en su sano juicio lo negaba. Ni siquiera nosotros, aunque obviamente también teníamos lo nuestro. Parecía que nunca salía el sol de detrás de las montañas; el hambre era algo que estaba a la orden del día, sobre todo en las ciudades, donde había más estrés y más revolucionarios que no querían más que juerga. Los niños se quedaban huérfanos de bien pequeños solamente porque sus padres eran unos rojos de mierda. Aunque a veces ni eso; simplemente eran unos ignorantes que ayudaban a la persona equivocada en el momento equivocado... Y así acababan. Dejando a un hijo solo, hijo que podría haber disfrutado de la protección de sus padres si éstos hubieran tenido dos dedicos de frente.
Yo en ese tiempo no me podía quejar porque mi padre tenía bastante nombre y quien me tocara los huevos ya sabía lo que pasaba. Hubo gente que se quiso reír de mí y de mi cámara, pero acabó con más de dos hostias bien dadas. Eso sí, ni mi padre ni yo nos manchamos las manos en ningún momento.
Lo más triste era cómo se intentaban meter a escondidillas en nuestro mundo. Las mujeres se creían más listas, como si por ser mujeres no se les iba a ver que eran unas putas, y además republicanas. A veces me hacían gracia. Que si metiéndose de cocineras o niñeras, a mezclarse con los hijos de nuestra sangre; y luego los enanos lo soltaban casi todo. No se daban cuenta, de momento, y ellas acababan en la cárcel hasta que salían los juicios y, bueno, ya se sabe el resto.
Me gustaba hacerles fotos a ellas. El primer día que conseguí afianzarme entre la patrulla de fusilamientos, llegué justo cuando un grupo de mujeres bajaban del vehículo temblando y llorando, muchas gritando o intentado zafarse de los brazos que las agarraban. Sabía, al verlas, que muchas no entendían todavía por qué iban a matarlas. Pobres ilusas. En cuanto las vi escupí al suelo y comencé a hacerles fotos. Sus expresiones vendían más que las de los hombres, y mis fotografías empezaban a hacerse valiosas ahora que la guerra, en teoría, había acabado y ya no había que andarse con tantos remilgos.
A mí me gustaba captar sus caras justo cuando apretaban el gatillo y antes de que la bala llegara a sus cuerpos. Me daba una especie de regusto por dentro que no me daban las mujeres caminando por el parque o desnudas en mi cama. Hubo una una vez que me preguntó a gritos cómo podía ser tan frío y tan hijo de puta. Me reí y le hice una foto. Esa todavía la guardo yo, no dejé que nadie la viera. Me parecía divertido que una hubiera tenido cojones a fijarse en mí y en la repugnancia que le causaba mi presencia. Como si violara su intimidad, no te jode.
No pensaba que esa foto me iba a causar problemas ni nada por el estilo. Total, era una zorra más, una lista que seguro que había gritado que viva la jodida República cuando la apresaron. Y ahora vienes a preguntarme por ella, qué casualidad, ¿no? Sobre esta mujer. Casi sesenta años después... No te puedo decir mucho más de ella, solamente que sería...
No siguió hablando porque un balazo le cortó la voz en la garganta. Se miró la herida sangrando y murió casi al instante. El muchacho que portaba la pistola lo miró con verdadero odio, cogió la foto de su abuela y se marchó pensando que después de tantos años sentía verdadero alivio, y orgullo. Orgullo de ser hijo de uno de esos hijos que se quedaron huérfanos por ser el fruto del amor de esos rojos de mierda.
Yo en ese tiempo no me podía quejar porque mi padre tenía bastante nombre y quien me tocara los huevos ya sabía lo que pasaba. Hubo gente que se quiso reír de mí y de mi cámara, pero acabó con más de dos hostias bien dadas. Eso sí, ni mi padre ni yo nos manchamos las manos en ningún momento.
Lo más triste era cómo se intentaban meter a escondidillas en nuestro mundo. Las mujeres se creían más listas, como si por ser mujeres no se les iba a ver que eran unas putas, y además republicanas. A veces me hacían gracia. Que si metiéndose de cocineras o niñeras, a mezclarse con los hijos de nuestra sangre; y luego los enanos lo soltaban casi todo. No se daban cuenta, de momento, y ellas acababan en la cárcel hasta que salían los juicios y, bueno, ya se sabe el resto.
Me gustaba hacerles fotos a ellas. El primer día que conseguí afianzarme entre la patrulla de fusilamientos, llegué justo cuando un grupo de mujeres bajaban del vehículo temblando y llorando, muchas gritando o intentado zafarse de los brazos que las agarraban. Sabía, al verlas, que muchas no entendían todavía por qué iban a matarlas. Pobres ilusas. En cuanto las vi escupí al suelo y comencé a hacerles fotos. Sus expresiones vendían más que las de los hombres, y mis fotografías empezaban a hacerse valiosas ahora que la guerra, en teoría, había acabado y ya no había que andarse con tantos remilgos.
A mí me gustaba captar sus caras justo cuando apretaban el gatillo y antes de que la bala llegara a sus cuerpos. Me daba una especie de regusto por dentro que no me daban las mujeres caminando por el parque o desnudas en mi cama. Hubo una una vez que me preguntó a gritos cómo podía ser tan frío y tan hijo de puta. Me reí y le hice una foto. Esa todavía la guardo yo, no dejé que nadie la viera. Me parecía divertido que una hubiera tenido cojones a fijarse en mí y en la repugnancia que le causaba mi presencia. Como si violara su intimidad, no te jode.
No pensaba que esa foto me iba a causar problemas ni nada por el estilo. Total, era una zorra más, una lista que seguro que había gritado que viva la jodida República cuando la apresaron. Y ahora vienes a preguntarme por ella, qué casualidad, ¿no? Sobre esta mujer. Casi sesenta años después... No te puedo decir mucho más de ella, solamente que sería...
No siguió hablando porque un balazo le cortó la voz en la garganta. Se miró la herida sangrando y murió casi al instante. El muchacho que portaba la pistola lo miró con verdadero odio, cogió la foto de su abuela y se marchó pensando que después de tantos años sentía verdadero alivio, y orgullo. Orgullo de ser hijo de uno de esos hijos que se quedaron huérfanos por ser el fruto del amor de esos rojos de mierda.
6 comentarios:
¿Has escrito tú misma el texto?
Desde luego en mi idolatrado google no aparece nada similar.
¿Conoces la sensación de cuando descubres algo con realmente mucho valor y quieres guardarlo en una cajita para no perderlo nunca?
Creo que guardaré este blog en esa cajita.
Desde luego que si.
Da gusto deslizarse entre tus palabras. =)
Hola, soy del blog de: El tiempo vuela como tú, escribes muy bien y ojala sea cierto que te recuerde a ti a mi edad haber si yo a tu edad escriba tan bien como tú,claro, con mi estilo propio, jeje, me pongo en seguidores que me enamorado de tu forma de escribir.
He estado leyendo lo que te gusta y no te gusta, nos parecemos mucho en cuanto a gustos... en serio me han encantado tu texto =D
dew
Creo que es la primera vez que leo algo tuyo de este tipo de temas, tan duro y tan directo. Te ha quedado genial, un poco sadico, diria, pero no por ello desmerece. Te envidio mucho, que lo sepas!
No me mires raro por los acentos, estoy en Dublin y no puedo poner ni uno! Lo he intentado, conste xDDD
Besitos!
Whoa, pedazo de texto, Soñadora.
Es curioso que siempre que sale a la luz algo de republicanos, o del bando contrario... sea de unos o de otros, siempre, esté donde esté y con ambos bandos salta la misma frase.
Es que nadie se acuerda de los del otro bando
La primera vez me puso los pelos de punta. Pero ambos han matado. Y por ende creo que ambos tuvieron su parte de culpa.
Ñé.
Un abrazo, que ya estoy de vuelta! ^^
Por cierto, Yuki. no puedo entrar a tu blog, peeeero, si lees esto, las eñes que sepas que puedes ponerlas con alt+164 y alt+165 :)
lo descubrí estando e Inglaterra... en mi vida pensé que pudiera echar de menos esa letra
;)
Yuki, ya te vale, en tu primer párrafo no era necesario ni un solo acento... no deberías haber escrito Dublín!
:)
Un placer tenerte, y teneros, por aquí again.
=.=
eso está demasiao lejos de aquí como para ir a visitarte...aunque existe tentación.
necesito desconectar de este caos de trabajo por las mañanas y por las tardes.
realmente quería verte, y me había hecho a la idea de que podría verte y pasar encima un día contigo.
Buf. tonta fea.
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