Se acerca un momento importante, que puede marcar una muesca muy profunda en mi mapa de la vida. Es complicado aceptar que a los sueños se los agarra de los pelos para que no escapen, y convencerlos a susurros que no te dejen escapar a ti aunque ahora te parezca una locura. Puedes acabar suplicándoselo, de eso estoy segura.
Es fácil decir que lo importante es perseguirlos, coger ese tren, pero la complicación viene cuando el billete te lleva demasiado lejos, tan lejos que su perspectiva en parte duele y aviva más la llama del qué debo hacer. ¿Qué debo hacer? Lo tengo claro, y me siento feliz por haberme decidido al fin, pero hay más preguntas cuya respuesta me desagrada. Dónde, en qué circunstancias, durante cuánto... con quién. Me angustia que esta ciudad no vote por las artes de ningún tipo, que cualquier joven que quiera explotar su lado colorido tenga que volar del nido, más por obligación que por devoción. Preguntadle a artistas de cualquier tipo: amantes de la pintura, empedernidos títeres de un escenario, soñadores, como aquí servidora, que sueñan con una vida entre cámaras y estrés infinito, bullir de emociones, historias en los dedos que hagan vibrar a la gente.
Y ahora que sé qué es lo que quiero me da miedo. No temo a un inesperado cambio de opinión, pues sé que si ocurre será sincero y estaré a su merced; pero, llanamente, no quiero marcharme. No a la ciudad del agobio y el metro colapsado de caras somnolientas. Quiero salir de aquí, quiero experimentar en otros sitios, pero no lejos de mi hogar. Este hogar que han construido las personas que acuden a mi mente durante el día, con los que discuto, converso, hago locuras, estudio, observo... A los que quiero, ante todo, y me han hecho echar raíces allá donde vayan. Allá donde vaya.
Mis sueños han estado conmigo toda mi vida, cambiando de forma, y por ello les llevan ventaja. Pero me apena tanto tener que dejar mi pequeño imperio, mi mundo repleto de más, como siempre, de más mundos. Nunca he podido odiar al tiempo tanto como ahora. No es por tedio ni la angustia de la espera, sino por encaminarse hacia mí afilando los dientes y agitando en sus manos un gran lazo. Quiere atraparme, para llevarme con él. A cumplir parte de mis sueños, pero a pesar de ello siempre pensé que sonaría muchísimo mejor hacerlo.
Es fácil decir que lo importante es perseguirlos, coger ese tren, pero la complicación viene cuando el billete te lleva demasiado lejos, tan lejos que su perspectiva en parte duele y aviva más la llama del qué debo hacer. ¿Qué debo hacer? Lo tengo claro, y me siento feliz por haberme decidido al fin, pero hay más preguntas cuya respuesta me desagrada. Dónde, en qué circunstancias, durante cuánto... con quién. Me angustia que esta ciudad no vote por las artes de ningún tipo, que cualquier joven que quiera explotar su lado colorido tenga que volar del nido, más por obligación que por devoción. Preguntadle a artistas de cualquier tipo: amantes de la pintura, empedernidos títeres de un escenario, soñadores, como aquí servidora, que sueñan con una vida entre cámaras y estrés infinito, bullir de emociones, historias en los dedos que hagan vibrar a la gente.
Y ahora que sé qué es lo que quiero me da miedo. No temo a un inesperado cambio de opinión, pues sé que si ocurre será sincero y estaré a su merced; pero, llanamente, no quiero marcharme. No a la ciudad del agobio y el metro colapsado de caras somnolientas. Quiero salir de aquí, quiero experimentar en otros sitios, pero no lejos de mi hogar. Este hogar que han construido las personas que acuden a mi mente durante el día, con los que discuto, converso, hago locuras, estudio, observo... A los que quiero, ante todo, y me han hecho echar raíces allá donde vayan. Allá donde vaya.
Mis sueños han estado conmigo toda mi vida, cambiando de forma, y por ello les llevan ventaja. Pero me apena tanto tener que dejar mi pequeño imperio, mi mundo repleto de más, como siempre, de más mundos. Nunca he podido odiar al tiempo tanto como ahora. No es por tedio ni la angustia de la espera, sino por encaminarse hacia mí afilando los dientes y agitando en sus manos un gran lazo. Quiere atraparme, para llevarme con él. A cumplir parte de mis sueños, pero a pesar de ello siempre pensé que sonaría muchísimo mejor hacerlo.
2 comentarios:
Ya es otoño...y se nota.
Me ha encantado esta entrada. Debías escribir, entre otras cosas porque mi cuerpo te lo pedía.
Enorme decisión. Pero la más grande vendrá dentro de aproximadamente 9 meses, cuando tengas que definir tus prioridades de lugares...
Eres enorme. Por darte cuenta de estas cosas desde ya. Yo tuve que viajar a miles de kilómetros para darme cuenta, y aún así no hubiera sabido expresarlo tan bien como tú.
Eres enorme.
Hacías cuentas y te quedaban 25 minutos para el otoño. Ahora quedan 1439 minutos para mi cumpleaños.
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