Estaba loca. O eso decía ella misma. Estaba como una regadera porque le regalaba sus miserias a una foto colgada en la pared azul de su cuarto. Casi cada día se tumbaba en su colchón de muelles infernales y se limpiaba bien el alma mirando a la foto. A veces de sus ojos de azabache salían dos lágrimas o se reía provocando que sus rizos castaños se desordenaran. Otras veces, sin más,se quedaba mirando la fotografía porque tan desequilibrada andaba su pequeña mente adolescente que pensaba, emocionada y triste por no tener una emoción mayor, que la miraba.
El chico de la foto. ¿Por qué él? De cara conocida, pero no lo suficiente para imprimir pósters con su rostro. De ojos penetrantes, en una simple foto que capta la magia de un momento que reposa allí, en la pared azul de su habitación.
¿Por qué él?
-Pero, bueno, ¿en qué piensas? Atiende. ¡Atiéndeme, joder!
-Perdón...
-Últimamente estás que no estás. Y no lo entiendo. Tienes el mundo a tus pies.
-Eso no es cierto, y lo sabes.
-¿Que no? Cada vez vas mejor. Te llueven las ofertas, estos últimos meses están siendo de locos. Por dios, mira por la ventana, las chicas te esperan a la salida del hotel. ¿Estás loco o qué?
-Puede. Porque me da igual todo esto.
-Si fueras una tía te diría que te va a venir la regla. Dios mío.
-Quiero dormir, anda, por favor, déjame un rato. Luego seguimos, ¿vale? Dame un par de horas. Y estaré más atento en serio.
-Más te vale, muchachito. Nos vemos en un rato.
Y se marchó dejándolo solo para que durmiera, como el joven le había pedido. Porque a pesar de que la suerte le sonriera en los últimos meses él ahora sólo quería dormir. Sólo cuando dormía podía disfrutar de ese reflejo de noche. Cerraba los ojos para encontrarse con ese pequeño aliento de ojos negros y cabello moreno. ¿Por qué ella? Inexplicablemente, en sus sueños la veía y la escuchaba, la miraba deseando una sonrisa, e incluso -creyéndose loco- comenzaba a quererla. Siempre la misma chica.
¿Por qué ella?
El chico de la foto. ¿Por qué él? De cara conocida, pero no lo suficiente para imprimir pósters con su rostro. De ojos penetrantes, en una simple foto que capta la magia de un momento que reposa allí, en la pared azul de su habitación.
¿Por qué él?
-Pero, bueno, ¿en qué piensas? Atiende. ¡Atiéndeme, joder!
-Perdón...
-Últimamente estás que no estás. Y no lo entiendo. Tienes el mundo a tus pies.
-Eso no es cierto, y lo sabes.
-¿Que no? Cada vez vas mejor. Te llueven las ofertas, estos últimos meses están siendo de locos. Por dios, mira por la ventana, las chicas te esperan a la salida del hotel. ¿Estás loco o qué?
-Puede. Porque me da igual todo esto.
-Si fueras una tía te diría que te va a venir la regla. Dios mío.
-Quiero dormir, anda, por favor, déjame un rato. Luego seguimos, ¿vale? Dame un par de horas. Y estaré más atento en serio.
-Más te vale, muchachito. Nos vemos en un rato.
Y se marchó dejándolo solo para que durmiera, como el joven le había pedido. Porque a pesar de que la suerte le sonriera en los últimos meses él ahora sólo quería dormir. Sólo cuando dormía podía disfrutar de ese reflejo de noche. Cerraba los ojos para encontrarse con ese pequeño aliento de ojos negros y cabello moreno. ¿Por qué ella? Inexplicablemente, en sus sueños la veía y la escuchaba, la miraba deseando una sonrisa, e incluso -creyéndose loco- comenzaba a quererla. Siempre la misma chica.
¿Por qué ella?
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