jueves, 25 de marzo de 2010

Estoy triste, señor desconocido, y por eso llevo el pelo recogido y no me he pintado los ojos. ¿Lo ha pensado al verme entrar? Seguro que sí, que estaba poco atractiva... Estoy triste, y por eso hoy no me importa su nombre, y es probable que en otro momento de mi vida me habría hecho la dura, para que me invitara a una copa y se lo ganara un poco. Pero hoy no puedo, ahora mismo no puedo, y lo he visto mirando su vaso y sus ojos me han recordado un poco a los míos. ¿Eh? No, no, por las ojeras no. No me gustan, pero siempre las tengo. Hoy sólo necesito que alguien me recorra para borrarme de la piel el fracaso y la frustración como acto caritativo. Seguramente le parezca una loca, una pobre desequilibrada, pero es así, señor desconocido, estoy así... Sólo seamos los desconocidos que menos se conocen del mundo. Sin que importen nuestros nombres o de dónde venimos. ¿Nuestro trabajo? Qué más da. Somos dos cuerpos que quieren que dejemos de hablar. Míreme a los ojos, de veras, míreme. ¿No se reconoce? Vamos a bebernos la tristeza el uno al otro. No perdemos nada, salvo el aliento. No me mire así, señor desconocido, en serio lo necesito... Necesito saber todo de usted, pero sin que hablemos. Ni una palabra. Nada que pueda comprometernos a que se nos escape el alma.

2 comentarios:

Euforia dijo...

¿Te he dicho ya que me encanta como escribes? :)
Hay momentos en los que nos derrumbamos y encontramos un resquicio de luz y de esperanza en desconocidos, en alguien que por un momento nos haga volar y alejarnos de tanto dolor... Sólo queremos olvidar por un momento el dolor.

Besos de cristal, y.. Sigue así! :)

Soñadora Empedernida dijo...

Me gustan tus besos de cristal.
^^