Me parece absolutamente hipócrita que -yo misma- critiquemos una historia de España que se nos antoja cargada a la espalda. Lo toleraría si el lastre del pasado nos impidera emprender un nuevo futuro. Pero vale ya de heroismos débiles. Lo debemos de llevar en la sangre, en la genética, no sé, algún alelo muy cabrón que nos cayó a todos en gracia cuando fuimos concebidos. No cambiamos ni aunque nos pongan en las narices cifras que muestran gente que murió por no ponerse de acuerdo.
He asistido al espectáculo más atroz de mi vida. Dentro del límite de riesgos y guerras que he vivido, el más atroz. Ver cómo gente de diecisiete a veinte años no se ponían de acuerdo a la hora de organizar una cena que, en teoría, es para disfrute de todos. Para que en nuestra vida que empieza tras este verano conservemos un buen sabor de lo que dejamos atrás.
Sin embargo, preferimos anteponer el victimismo, las modas, los amiguismos y la bandera que enarbola cada uno, aunque esa bandera que nos parece tan auténtica no sea más que la falsedad reflejada de una sociedad que nos arrastra. Modas. Tu amiga, tu amigo, tu chico, tu chica, el que te cae mal, el que te cae bien. ¿Resumo? El que te anula.
Soy una defensora incansable de mi generación. De los jóvenes. De acabar con los tópicos que nos acechan y nos impiden desarrollarnos al cien por cien. Pero ahora, ahora mismo, soy consciente de que si el futuro del país estuviera en nuestras manos, en las manos de cincuenta adolescentes que no han aprendido aún a comprender, acabaríamos en otra guerra civil que nos dejaría miles y miles de cadáveres con la incomprensión todavía en el rostro.
He asistido al espectáculo más atroz de mi vida. Dentro del límite de riesgos y guerras que he vivido, el más atroz. Ver cómo gente de diecisiete a veinte años no se ponían de acuerdo a la hora de organizar una cena que, en teoría, es para disfrute de todos. Para que en nuestra vida que empieza tras este verano conservemos un buen sabor de lo que dejamos atrás.
Sin embargo, preferimos anteponer el victimismo, las modas, los amiguismos y la bandera que enarbola cada uno, aunque esa bandera que nos parece tan auténtica no sea más que la falsedad reflejada de una sociedad que nos arrastra. Modas. Tu amiga, tu amigo, tu chico, tu chica, el que te cae mal, el que te cae bien. ¿Resumo? El que te anula.
Soy una defensora incansable de mi generación. De los jóvenes. De acabar con los tópicos que nos acechan y nos impiden desarrollarnos al cien por cien. Pero ahora, ahora mismo, soy consciente de que si el futuro del país estuviera en nuestras manos, en las manos de cincuenta adolescentes que no han aprendido aún a comprender, acabaríamos en otra guerra civil que nos dejaría miles y miles de cadáveres con la incomprensión todavía en el rostro.
2 comentarios:
No te equivoques, el mundo pasa a una generacion que de momento no esta preparada para ello, me suelo considerar una persona madura, pero a veces me doy cuenta de que no, soy extremista con lo entra en mi cabeza, si ara mismo algo del mundo que ha de pasar a nosotros pasara por mi,seria un error...
Dales tiempo a esos jovenes que defiendes, todos maduramos, evolucionamos, y como hablabamos en otros suspiros, todos saldremos del capullo que estamos siendo ahora mismo!
Me parece genial que abordes estos temas. Si el mundo estuviera en nuestras manos... estaríamos mñs que perdidos! quién sabe si desembocaría esto en una guerra mundial?
A mí también me desespera la gente así... Juntas, haremos lo posible! ¿de acuerdo? :)
Un beso muy grande
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