El abismo más inmenso se abrió a sus pies y pensó que había muerto, y que eso era el infierno. Tanto dolor en el pecho no podía ser humano, de verdad que había tenido que morir. Las luces artificiales del pasillo bizquearon un instante cuando él golpeó la pared con los puños roto de pena, y todos callaron sin intentar calmarlo, porque ni siquiera ellos lo entendían. ¿Cómo se podía comprender una cosa semejante? Por un momento sintió que caía sin remedio, y sus rodillas chocaron contra el frío suelo cuando perdió el equilibrio y comenzó a llorar sin poder pararlo.
La médico se retiró de su lado diciéndole con serenidad fingida que si él quería le podían traer un calmante. Él sólo deseó un avance científico de locos, o una máquina del tiempo que se comiera los años gastados, para volver a arrancar las hojas del calendario. Se maldijo y en su locura momentánea intentó arrancarse el corazón para arrojarlo por el ventanal y que dejara de latir. Por fin se puso en pie y llegó hasta la puerta. Una punzada de angustia le susurró con malicia que esa iba a ser la última. Que de allí no iba a salir, y sus pupilas se nublaron queriendo escaparse de sus ojos para hacerse ciegas.
-Está dormida- oyó al abrir la puerta. Pero él no contestó.- Ahora duerme-repitió, y al ver que no contestaba lo dejó a solas con ella. Unos minutos no iban a hacerle daño. Al menos, no más daño.
Él se sentó al lado de su cama, y la observó tan tranquila y niña que quiso despertarla y llevarla en brazos hasta el fin del mundo. Parecía que al cogerla iba a pesar menos que una pluma, tanto que podría echarla a volar. Porque en realidad era un ángel. Le besó las manos, y siguió observando su rostro con una frase en los labios.
-Me vas a matar, mi amor...
Y lloró en su regazo hasta que cayó rendido en esa extraña posición. Todavía angustiado, sintiendo su corazón latir y preguntándose de qué le iba a servir cuando ella le diera la razón a los médicos. ¿De qué servía entonces su alma, esos latidos del demonio, si no eran capaces de mantener vivos a los dos? Si ella moría... ¿Qué sentido tenía su vida si ella moría?
La médico se retiró de su lado diciéndole con serenidad fingida que si él quería le podían traer un calmante. Él sólo deseó un avance científico de locos, o una máquina del tiempo que se comiera los años gastados, para volver a arrancar las hojas del calendario. Se maldijo y en su locura momentánea intentó arrancarse el corazón para arrojarlo por el ventanal y que dejara de latir. Por fin se puso en pie y llegó hasta la puerta. Una punzada de angustia le susurró con malicia que esa iba a ser la última. Que de allí no iba a salir, y sus pupilas se nublaron queriendo escaparse de sus ojos para hacerse ciegas.
-Está dormida- oyó al abrir la puerta. Pero él no contestó.- Ahora duerme-repitió, y al ver que no contestaba lo dejó a solas con ella. Unos minutos no iban a hacerle daño. Al menos, no más daño.
Él se sentó al lado de su cama, y la observó tan tranquila y niña que quiso despertarla y llevarla en brazos hasta el fin del mundo. Parecía que al cogerla iba a pesar menos que una pluma, tanto que podría echarla a volar. Porque en realidad era un ángel. Le besó las manos, y siguió observando su rostro con una frase en los labios.
-Me vas a matar, mi amor...
Y lloró en su regazo hasta que cayó rendido en esa extraña posición. Todavía angustiado, sintiendo su corazón latir y preguntándose de qué le iba a servir cuando ella le diera la razón a los médicos. ¿De qué servía entonces su alma, esos latidos del demonio, si no eran capaces de mantener vivos a los dos? Si ella moría... ¿Qué sentido tenía su vida si ella moría?
2 comentarios:
Perdón por mi ausencia, Soñadora Empedernida :)
La desesperación revolotea entre tus letras...
Una historia muy bonita, y melancólica.
Un beso enooorme
Triste sentimiento, de un latir tan intenso!!
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