jueves, 31 de enero de 2013


We're all in this thing together 

Walkin' the line between faith and fear 
This life don't last forever 
When you cry I taste the salt in your tears



martes, 29 de enero de 2013

Noto los ojos cansados, como si tuviera grietas que me cruzaran los párpados y las ojeras. Es un cansancio de esos mudos, resignado, en el que no cabe ni tristeza ni rabia. Sólo agotamiento. Se acumula en mis hombros cada minuto que paso lejos de casa, en constante espera. Me siento exhausta. A punto de decir esa falacia de No puedo más. Falacia porque siempre se puede más. Aunque la tentación de pronunciar esas palabras es un abismo que me va tragando, a cada segundo de inactividad. Pero debe quedar claro. Siempre se puede más.

A pesar de todo este desaliento añadiría a mis pupilas apagadas los pesares de las tuyas, y a mis hombros todo tu peso, pues ahora todo tu ser se encuentra triste. Me cargaría tu espíritu y tu extenuación, tu mirada vidriosa y tu cuerpo inmóvil tapado con una manta en el sofá. Limpiaría tu rostro de paseos a solas en mitad del invierno y de risas forzadas que no son más que el disimulo de tu corazón roto. Quiero que cojas el mío. Quiero librarte de todo sufrimiento y si eso significa extenderlo por mi propia piel lo haré sin dudarlo. Porque siempre se puede más, y yo hoy quiero poder más, quiero poder con tus ojeras, tu lasitud, tu espalda molida y tus lágrimas amargas. Lo quiero todo para mí. Porque quiero que te muevas liviana, grácil, y que por una vez después de mucho tiempo... seas libre. Puedas decir que te sientes libre.

domingo, 20 de enero de 2013

"Pero... ¿qué vale toda una vida sin recrearla en un teatro? Precisamente sois vosotros los actores de esta época."
Bajamos todos a recoger el premio. Sentados en el palco, intentábamos templar nuestros nervios con risas robadas los unos a los otros pero no veíamos el momento de que dijeran nuestro nombre. Nuestro nombre. Ese segundo nombre que habíamos adoptado seis años atrás de la manera más tonta, pero que nos marcó a todos, y a algunos de una manera determinante. Y entonces llegó. Lo dijeron.

- Mención especial a la Mejor Interpretación Colectiva... Grupo de teatro "Tal y Tal", del IES Tiempos Modernos.

Bajamos entre tropiezos y estando allí pensamos, por un fugaz instante, que era una buena despedida. Que a pesar de haber quedado bajo la sombra de los grandes presupuestos y las grandes ayudas que nunca tuvimos, ahí estábamos, desnudos de artificios y ofreciendo todo lo que éramos. Lo mismo que le habíamos ofrecido al teatro. Todo. Toda la piel, toda la voz, todo el tesón en una mezcla mágica que reacciona con las luces de los focos y los aplausos.

Al salir del teatro en esa calurosa tarde de mayo se nos encogió a todos un poco el alma. Desde la última actuación habíamos sentido que el premio iba a ser lo que nos siguiera haciendo sentir unidos, la garantía de que todavía no se había acabado. Pero salimos del teatro y supimos que se había acabado. "Cógela, pero léela cuando estés a solas". Y nuestra directora se marchó tras darnos las cartas con lágrimas en los ojos y con la promesa de volver a vernos. A algunos delante de un café; a otros desde su asiento en el patio de butacas.

Y a quién no le tembló el labio al leerla. Yo sentí que se me escapaba un trozo de vida. El teatro me había dado tanto que el final de todo aquello parecía un mal sueño. El dolor de un mal sueño, que diría Max Estrella. Quedaba la experiencia y la sensación, totalmente auténtica, de que había sido maravilloso. Llegamos niños a un instituto sin teatro y nos fuimos, jóvenes y amigos, dejando a nuestras espaldas dos grupos, más la estela del nuestro, que se habían formado al vernos.

Se quedaron flotando en el recuerdo las frases de nuestros personajes y los sentimientos que sin ellos jamás habríamos experimentado. Se quedó todo lo que crecí, todo lo que aprendí a ser gracias al esfuerzo, la superación y la magia de ocho meses volcados en las dos horas más intensas de nuestras vidas. Gracias al teatro. Todavía hoy siento esa pasión en el estómago, los nervios erizados al recordar la sensación de un telón a punto de abrirse, la sonrisa sincera del final, el cansancio de un trabajo bien hecho. La euforia. Todo ello sigue aquí, después de dos años. Y si sigue aquí... Tiene que ser por algo.


sábado, 19 de enero de 2013

18 de enero.

Hay momentos en los que se empieza a suspirar y se acaba cogiendo todo el aire que se puede. En algunas de esas ocasiones comienzo a notar un calor que me cubre el espacio entre el estómago y el pecho. Aunque esté tiritando esa sensación me calma y me acaba alcanzando también los labios. Y sonrío. Es entonces cuando soy consciente de que no lo estoy haciendo tan mal, porque hasta en el peor momento quedan resquicios de calor en mis adentros. Me siento afortunada por tener gente que permite que en cada bocanada de aire me sienta viva.

Ayer fue un día maravilloso. Se compuso de pequeños detalles que me hicieron sentir no sólo viva sino arropada. Y es en ese sentimiento donde encuentro algo de sentido a mi existencia. Quien quiso estar conmigo lo hizo, a kilómetros o a centímetros, y no pude suspirar más veces y notar ese calor. Suena a tópico barato pero lo que de verdad merece la pena son los detalles que me hacen ver que hago feliz a las personas, que soy importante de una manera similar a como lo son ellos para mí. Después de tres tartas, aires zaragozanos, dispares en esa pequeña familia que hemos formado en clase a falta de la propia y getafenses, una tarde en el cine, Madrid reflejado en mis retinas de nuevo, abrazos amigos y brazos protectores de noche no podía más que limitarme a sonreír.

En el crepitar del fuego de las velas no sólo estaban los que ayer me besaron, sino también aquellos que pese a la distancia quisieron hacerme saber que se acordaban de mí, que los kilómetros nunca son una excusa para el distanciamiento de espíritu. Son tres cumpleaños ya fuera de casa, sin poder reposar el nuevo año cumplido en el regazo de mis padres, pero la soledad no me acecha ni un sólo instante cuando estoy aquí a pesar de que haya gestos que amarguen. Tengo lo importante en la palma de la mano, una vida plena y feliz, propia y escogida, confeccionada por mis torpes pero firmes manos, que me permite coger aire y notar ese calor. Calor de hogar, de equilibrio y de justicia. Un día en el calendario apenas es nada cuando lo importante se tiene siempre.


miércoles, 16 de enero de 2013

mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy, las damas primero,
mi Cantinflas, mi Bola de Nieve, mis tres Mosqueteros,
mi Tintín, mi yo-yo, mi azulete, mi siete de copas,
el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa.

JS.

miércoles, 9 de enero de 2013

A veces sólo se necesita una mirada atenta y la cercanía de alguien que te dice con convicción Todo va a salir bien. Algo tan nimio que asusta. Algo tan necesario que sana los males si tenemos la suerte de que ocurra.

viernes, 4 de enero de 2013

La calle está tan oscura como siempre. Hay algún rezagado que se esconde del frío y a lo lejos veo el humo de una fábrica. Camino tan sola como camino siempre, pero la sensación hoy no es física sino una sensación de adentro.

¿En qué se queda el hogar cuando dejo de notarlo como tal? Cuando la palabra pierde por un momento sentido y se desdibuja en parte lo que hace que lo llamara así. Cuando me siento en tierra de nadie, ni de Madrid ni de Zaragoza, sólo alguien que viene y va y que apenas deja rastro. Que si algún día el va no acompaña al viene no se va a notar demasiado.

Me han vuelto a preguntar esta noche que por qué no celebro mi cumpleaños. He sonreído queriendo disimular que era una de esas sonrisas que amargan, y me he encogido de hombros. En Madrid me pilla de exámenes y aquí... Y sólo me he encogido de hombros, dando a entender que soy una de esas tías rancias que pasan de celebrar su aniversario. Pero mientras me concentraba en el disimulo una voz en mi mente, el tono de mi propia voz que sólo escucho yo, contestaba que hace tres años vine a Zaragoza para celebrar mi cumpleaños y la noche en cuestión mis amigos se fueron de fiesta sin mí. Que se olvidaron, les pasó desapercibido, no le dieron importancia. Y por eso desde entonces vuelvo en silencio, beso a mi familia, pero no tengo ganas de celebrar nada fuera de las paredes de mi casa.