Si hay algo general que se aprende, o se lee de pasada, en cualquiera de los saberes es que el ser humano es un ser social. Por lo general, necesitamos las relaciones sociales y en torno a ellas se basan los cimientos más fuertes de nuestra existencia. Aunque haya veces en las que marchemos solos siempre tenemos como motor las personas que encontraremos más allá y las personas que nos esperan en el paraje que acabamos de dejar atrás. Necesitamos amarnos, completarnos, conversar tanto como necesitamos discutir, odiarnos, decepcionarnos. Ser feliz a consecuencia de otros se equipara a sufrir a consecuencia de otros en el sentido en el que no sería igual si estuviéramos solos.
Sin embargo hay ocasiones en que los límites se vuelven difusos y confundimos nuestro individualismo con nuestra capacidad de relacionarnos. Nos empeñamos en ser grandes dejando a otros pequeños y queremos convencernos de que este acto es inherente a nuestra naturaleza. ¿Por qué? ¿Por qué gastamos tantas energías en sentirnos mejor o peor respecto a otra persona, en crecernos haciendo a otros menguar, en caer en el abismo de la comparación no legítima?
Es un abismo porque de ahí nunca se sale. No hay desenlace bueno o malo cuando calificamos a otra persona guiados por la egolatría con el único propósito de acallar los monstruos que gritan nuestra mediocridad, nuestras oportunidades perdidas o nuestra indolencia. En ese momento no existe motor o camino, sólo ignorancia y desprecio por nosotros mismos y por aquellos que usamos para nuestro propio alivio. ¿Qué alivio merece mirar hacia otro lado? ¿Qué alivio hay en la cobardía de ponerle a nuestros problemas el nombre de otro a modo de bálsamo adulterado?
Al contrario que en todas nuestras relaciones sociales, ahí no somos seres sociales. Somos seres negadores, egoístas, obcecados, invidentes... Con el único propósito, a largo plazo, de seguir haciéndonos daño a nosotros mismos.
"En la vida te encontrarás a muchos gilipollas. Si te hacen daño piensa que es su estupidez la que les impulsa a hacerte daño, así no responderás a su maldad... Porque no hay nada peor en el mundo que la amargura y la venganza. Sé siempre digna e íntegra contigo misma."