Hay personas que parece que no se dejan querer. Que priman sus intereses a la amistad o que piensan que cualquier tiempo futuro será mejor y, aunque ojalá eso fuera cierto, les sirve de excusa para menospreciar su presente. ¿Por qué? A lo largo de todos estos años de idas y venidas, lo más positivo que puedo sacar, aparte de todo lo aprendido, es todo lo vivido. Y yo no habría vivido sin todas aquellas personas que han llenado, y llenan, mis días de experiencias con nombre, con recuerdos compartidos y sobre todo con la compañía que me ha hecho ser como soy. Uno de mis objetivos vitales es viajar, moverme, no cesar en conocer otros lugares, y ello, aunque enriquecedor, resulta doloroso porque para mí es inevitable ir separándome de personas en el camino. Pero eso es lo que me hace sonreír. Precisamente tener personas de las que separarme. Personas que echar de menos, con las que hablar de vez en cuando como si no hubiera pasado el tiempo, con las que contar, personas que probablemente me esperarían en la parte del mundo donde viven. Para mí en eso consiste, en un alto grado, vivir. Por eso no entiendo a la gente que se niega, que desprecia esta parte tan maravillosa de la existencia. Que evita mirar atrás o disfrutar de su presente porque confían en que el futuro les traiga mejores experiencias. ¿Qué mejor experiencia que la que se vive ahora? Qué triste debe de ser haber recorrido tantos sitios y no haber conservado ni una persona con quien compartir esos recuerdos siempre que se quiera...
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