miércoles, 23 de octubre de 2013

Es increíble Madrid. Son las seis de la mañana, hace frío, es martes y ya hay gente en las calles. Siempre he pensado que eso de que las calles no están puestas aquí no se cumple porque creo que no se quitan nunca.

Volviendo a casa pienso en otra mañana, cada vez más lejos, en la que San Sebastián me daba los buenos días. Estaba muy gris San Sebastián. Y recuerdo que pensé en que era una mañana perfecta para un domingo, con el mar en calma y el cielo encendido en plata impulsando esa pesadez que se pega a la piel cuando el día está nublado. Como una invitación al alma, para que lo acompañe. He recordado que a pesar de todo sonreía, y el día no me podía parecer más amable, a pesar de las ganas de dormir y descansar por fin.

He conectado estos dos momentos porque en los dos mi sonrisa estaba cansada pero a gusto. En los dos momentos en mi mente brillan con fuerza ciertos reflejos a pesar de la oscuridad o el ambiente gris. Reflejos azules. Si cierro los ojos todavía puedo verlos.



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