domingo, 14 de septiembre de 2014

No me iré a casa sin ti.

Me despierto y me imagino haciendo café no sólo para mí. Tengo ganas de que los días pierdan ese carácter rígido que parecen tener siempre y que se desvanecía cuando estando juntos despreciábamos cualquier tipo de reloj. Podríamos desayunar lentamente aunque fuera más bien la hora de comer y luego trasladarnos al sofá.

Allí podría reírme cuando llamen al timbre para traernos la comida china y tú te equivoques de puerta y tenga que ir mientras te escucho decirle al repartidor que ahora vas, que no puedes abrir. Después de comer sería el momento de pelearme con la televisión porque no tengo reproductor de DVD y no me lee el USB con la película que queremos ver. Cuando funcionara al fin, podríamos perdernos fragmentos de los subtítulos porque estamos mirando a los ojos del otro y no a la pantalla.

Más tarde sería el momento de seguir tumbados en el sofá mientras oscurece o enchufar el Heavy Rain y que tú me observes jugar mientras saco conclusiones en voz alta sobre el juego, o desesperarte porque soy pésima en los First-Person Shooter si eliges poner otro, o simplemente acabar apagando la videoconsola porque una vez más nos ha parecido más interesante ponernos de nuevo a ver The Fall.

Podría pasar el tiempo y que yo sí mirara el reloj y me preguntara cómo han podido pasar tantas horas si apenas me he enterado. Tú podrías hacer la cena mientras me tumbo en la cama y observo los títulos de tu estantería. Puede que, tal vez, mientras tú cocinas yo juegue con Huellas y nos oigas trastear desde la cocina...

En cualquier caso el día pasaría sin relojes, sin prisas, sin historias que nos desequilibraran. En todas esas horas seguramente habría momento para ensayar alguna canción, puede que I walk the line, y yo podría sacar la cámara y hacerte unas fotos pésimas mal enfocadas.

Pero, qué más da, al fin y al cabo. Serían nuestras.


No hay comentarios: