Vidas corrientes (09/11/2014)
Creo que a veces nos perdemos en el miedo a equivocarnos. Y por eso no somos capaces de admitir que los errores también tienen cabida en nuestras relaciones más profundas.
No siempre escogemos a la persona adecuada. A veces nos enamoramos de alguien con quien no dejamos de fantasear con lo que vendrá después. Despreciamos una vida corriente porque entendemos que lo mejor está por llegar.
El problema sobreviene cuando despojados de esa ensoñación nos vemos solos. Entonces nos damos cuenta de que en el hecho de anhelar una vida mejor no estábamos acompañados de esa persona a la que pensábamos amar de esa manera tan prístina. Es en ese momento cuando debemos darnos cuenta de nuestro error. De que no amamos sino idealizamos; de que hemos disfrazado el hecho de sentirnos solos con el pensamiento de que esa persona a nuestro lado algún día haría que dejáramos de sentir ese desamparo tan silencioso.
No hay nada de malo en amar a alguien y descubrir después que no era la persona a la que habíamos estado esperando. Que no nos completa. La vida no deja de ser un cúmulo de ensayos y errores que a veces confirman nuestras hipótesis y otras nos dejan el regusto de una prueba frustrada pero llena de vivencias que nos construyen desde lo más esencial e intrínseco.
Es a través de ese motor de búsqueda imparable que exploramos y analizamos el concepto de vida corriente. Pero, al mismo tiempo que no siempre acertamos, hay veces en las que para acertar debemos dejar de estar solos. A veces son otros los que nos destapan la luz. Los que nos ayudan a limpiarnos la mirada de legañas y fantasmas y alumbran nuestras ideas dotándolas de una perspectiva diferente.
Lo mejor que puede ocurrirnos entonces es comenzar a apreciar una vida corriente. Porque el hecho de esperar que nuestra vida empiece y se llene de grandes cosas deja de tener sentido cuando conoces que las grandes cosas pueden acumularse en el reflejo de nuestro rostro en los ojos de alguien a quien amas de verdad. Desaparece el anhelo de una vida mejor mientras tomamos consciencia de que no hay vida mejor que vivir como queremos la que ya tenemos. Sentirla como nuestra.
Creo que es en ese instante, y sólo en ese instante efímero que cubre una mirada o un roce de pieles, cuando no necesitamos arroparnos con fantasías y alcanzamos la plenitud de una vida vivida de verdad, a cada segundo, sin esperar a que los días tomen otro brillo. Tampoco se trata de conformarse; sólo se trata de ser capaces de ver. De entender nuestros errores y por qué las personas que desfilaron antes por nuestros pechos no nos terminaban de llenar. Se trata de aceptar nuestro pasado irregular y disfrutar de lo que se tiene y alimenta el espíritu. Aunque sea lo que siempre dijimos despreciar y apartar de lo que queríamos que fuese nuestro futuro.
“Aunque” sea una vida corriente.
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