jueves, 24 de septiembre de 2015

Me quito la mochila que tenía llena de piedras.

Si algo deja cualquier guerra son tumbas. Para los dos bandos. Pero acaban siendo ocupadas por los cadáveres de aquellos que pelearon en ellas, no por quienes las causaron.

Y hasta yo misma sé que un día seré capaz de recoger flores en cualquier jardín y las llevaré a ese nicho donde descansarán, o simplemente estarán, tantas cosas como tantas tuvimos y dejamos ir.

Y volveré a nuestra tumba, dejaré las flores y con las yemas de los dedos recorreré la inscripción de la lápida, que no serán los nombres por los que todos nos conocen, sino aquellos dos con los que nos llamábamos cuando nos amamos, y que ahora comenzarán a disiparse junto a todo lo demás, mezclados entre la tierra y la tristeza.

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