Creo que es imposible describir Cuba, hablar de Cuba de una manera medianamente fidedigna. Esto es algo que ocurre con cualquier lugar que uno visite, pero irrumpir en esta isla es un viaje diferente, de una naturaleza desconocida para mí hasta hace un mes. ¿Cómo hacer justicia a ese rincón del mundo construido con unos cimientos distintos, que nosotros ni siquiera podemos llegar a comprender? Las grietas de cada edificio de La Habana nos pueden hablar de una realidad que, en realidad, no estamos entendiendo.
Sin embargo, Cuba tiene un magnetismo particular. Se convierte en un sitio que atrapa a pesar de su misterio, a pesar de que uno se sienta un bicho raro allí plantado, con su líquido anti-mosquitos (que a veces no funciona) y sus ideas europeas e imperialistas. No pasa nada; nos han educado así. Nos han educado, en parte, para no comprender la revolución: el que no la desprecia la idolatra, y ninguno de los dos enfoques es el correcto para poder desentrañar los hilos de este país.