¿Las normas? ¿De quién? ¿Para quién? ¿Por quién?
¿Será el objetivo de sentirse bien con nosotros mismos el opio de nuestra sociedad de acomodados atiborrados de ansiedad?
Cuando rezas, cuando ofreces, cuando susurras una oración, cuando dices "amén", cuando donas, cuando sudas en el gimnasio, cuando adelgazas 5 kilos, cuando te enteras del mal de alguien que detestas, cuando sales de la consulta del psicólogo, cuando te tomas un té verde después de yoga, cuando te haces vegano y crees que combates una industria arrasando con todos los productos que encuentras con etiqueta verde, cuando te retiras a meditar en chándal en mitad de la naturaleza, cuando alquilas esa casita de la playa donde vas a poder escribir, cuando perdonas a tu mejor amigo, cuando cumples un reto, cuando acudes a una reunión del partido y aplaudes al que acapara el micrófono... ¿quién está alimentando al hambriento? ¿Quién está dando un techo al que no lo tiene? ¿Quién está gritando a pecho descubierto en la puerta de cualquier ministerio? ¿Quién se está preocupando de la miseria sistematizada, de cómo somos la servidumbre del poder, de cómo asesinamos a una parte del planeta para poder seguir viviendo como vivimos?
Una pista: tú, no.
¿Por qué vamos a hacerlo? Si estamos embarcados en la cruzada de mejorarnos como personas, de ahondar en nosotros mismos y sentirnos mejor, sin dolor, sólo llenos de paz. Nuestra propia paz.
¿Nuestra?
Creo que nunca hemos sido tan hipócritas como ahora mismo.
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