Se habla mucho de abrazos y poco de besos. Pero llevo tiempo preguntándome qué está pasando con esos besos que no estamos dando porque nos han roto todos los contextos que nos hacían sentir valor y empuje para hacerlo. ¿Qué está pasando con todas las noches a oscuras en bares abarrotados en las que íbamos a besar a personas con las que es probable que no nos crucemos hasta dentro de mucho? ¿Dónde están los amigos de amigos que se iban agarrar a nuestro estómago en caída libre después de conocerlos en ese ese evento cultural que nunca llegará?
No puedo huir de un pensamiento que ha desencadenado todo lo demás como una volada de viento que tira todos los naipes colocados con empeño y seguridad. A título personal, el 2020 se llevó a una de esas personas que pensé que tarde o temprano iba a besar. Que un día volveríamos a coincidir en la ciudad y entre algún baile torpe y una conversación con muchas risas le haríamos justicia al impulso que juntaba nuestros raciocinios en el segundo exacto en que nos decíamos: Algún día pasará. Pero ya no. No será probable porque el universo articula mecanismos que no comprendo porque soy incapaz de asimilar lo que no considero justo.
Sin embargo eso me hace dar vueltas en torno a los besos que no dimos, que no estamos dando, porque ya no hay noches precoces ni ruido de música que no nos interesa ni miradas que analizan rostros al completo que sonríen con comodidad ni grupos que se juntan para que las ganas sigan fluyendo. ¿Estarán en algún lugar?
No seré yo la que os anime a buscar las bocas que os mueven los cimientos y que ahora observáis de manera tímida a través de la pantalla cambiando las miradas furtivas por likes. No voy a ser abanderada de buscar a todas las personas que tenemos en esa lista que todos tenemos (no me engañéis) porque no podría predicar con el ejemplo. Ni yo misma, a pesar de esas cuestiones que se agolpan justo detrás de los labios, como calambres que asolan después de demasiado tiempo sin circulación. No sé dónde están esos besos, ni siquiera si están en alguna parte. Me asusta pensar que todo ha cambiado y que, sea como sea, no nos van a esperar.
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