lunes, 29 de noviembre de 2010

Siempre que algo me parece realmente bonito pienso inmediatamente en francés. C'est jolie. Aunque no concuerde con el contexto, me sale solo. Creo que es porque el sentido más estricto de la palabra bonito lo asocio a París y a la vida que me dejé ahí cuando fui efímeramente. Porque supe que volvería a buscarla y no me movería más de ahí.

Sin embargo, lo más bonito que siento ahora es poder sonreír un domingo por la noche en un contexto diferente. Haber perdido el miedo a estar lejos sencillamente porque aquí también estoy cerca. Es agradable no sentirse sola, y ser parte de una familia peculiar compuesta por muchos, muchos huérfanos que día a día comparten la misma estructura de vida y el mismo edificio.

Un placer el frío de Madrid, abandonar botellas de ron, bailar como hacía mucho que no hacía, casi llorar en la estación de cercanías, ser pseudoabandonada, oler el Otoño de aquí, reír demasiado e ignorar muchas miradas, y sobre todo quemar una noche sin dormir hasta que amanece. Que ya iba olvidándolo.

Así, en frío, parece una ironía. Pero de veras lo digo. C'est jolie.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Qué nariz más fría.
Lo pienso mientras camino y el frío me corta las mejillas, aunque estén tapadas por el pañuelo de siempre. También pienso que debería actualizarme, vestirme con más color y dejar de ser tan gris en algunos sentidos. Pero me paro a observar las calles heladas de Getafe y siento que todo el color que quiero ya lo tengo aquí.

La alfombra que cubre las baldosas, el tiempo que pasa y deja su huella. Una mezcla de la esperanza del naranja y el novoyavolver de los tonos tierra. Aunque sea mentira: todos sabemos que siempre vuelve.

Por mi mente pasan cientos de historias románticas que me gustaría rodar. Cientos de historias a secas que me encantaría rodar. (Siempre he elegido los sueños más difíciles). Y de veras creo que el amor tiene que tener estos colores, tiene que estar hecho a base de otoños consumidos, con ese frío que no es tan, tan frío porque el sol brilla, si hay suerte, y parece que le estamos robando instantes al verano. Sonará Sabina, seguro, porque aunque su espíritu ande algo encorvado sigue siendo un artista en las canciones más bonitas del mundo.

Tenía que hacerlo. Escribir para esta estación, para el único mes que escribo de verdad con mayúscula y que me vuelve loca. Porque respiro el frío que se despereza, y todos los segundos me parecen segundos retratables en un lienzo. No sé por qué me vuelve tan loca. Me vuelven tan loca. Otoño y Noviembre, como un cuento que nunca acabo de relatar...


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Me mira a los ojos y no sé qué decirle. Me gustaría mentirle pero sé que eso no estaría bien. Siento que ya no confía en mí como antes y puedo notar ese miedo del que todas hablan... Se me está yendo. Se está marchando sin que yo pueda hacer nada porque, en teoría, es lo que corresponde. A ella y a mí, a todas nosotras.

Sigue en silencio porque espera una respuesta. Pero no va a llegarle. ¿Por qué ya no puedo hablarle como antes y ver cómo bebe de mí, cómo encuentra en mi figura alguien a quien seguir y a quien acudir cuando se está perdido? El tiempo no cura nada, sólo abre heridas y las deja marchitarse, para que un movimiento brusco las haga doler todavía más. ¿Cuántos segundos han pasado ya?

Parece que la veo pegada a mis rodillas, otra vez. Esperando a que la coja de la mano y la lleve a un sitio que, aunque sea mentira, no haya visto nunca. Ya no puedo darle nada. Nada nuevo, nada que la motive y la invite a sonreír. Me he quedado vacía porque le he dado todo lo que tenía demasiado rápido. A mí crecer no me dolió tanto.

¿Por qué con ella... sí?

martes, 23 de noviembre de 2010

-Me duele el pecho- decías.



Y a mí ahora me dueles tú, porque ya no estás.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Hoy te he echado de menos. Sí, a usted, pecho que me sujeta y me ha sujetado hasta hace unos minutos; y a ustedes también, manos enormes que me cubren la espalda a la altura de la cintura por completo. Hoy os he tenido a todos y os he echado de menos todavía.

Estaba a punto de entrar en un estado avanzado de congelación y aun así tenía la suficiente consciencia para desear que vinieras y me abrazaras por detrás para cortarme un poco el frío y un mucho la respiración. He pensado también que me parece un ritual maravilloso el de consumir todas las ganas de la semana en tu cama y acabar acurrucados porque el frío continúa y nosotros no vamos a pararlo con nuestro fuego.

Ya te he echado de menos teniéndote a un milímetro y también cuando subía las escaleras de mi portal y me volvía para verte a través del cristal, sonriendo o sacándome la lengua, después de decirme otra vez que me querías. Porque todo es un hermoso cuento a tu lado, y prefiero no pensar en las veces que nos amamos desde la distancia y ya no son dos minutos lo que nos separan. Porque me maldigo por no estar ahí, por acompañarte, por timbrarte después de haber estado estudiando, y no sé, ver la tele, besarnos, discutir o cualquier cosa.

Pero lo cierto es que te echaba de menos porque ya sé cuánto te echaré de menos estos días que se me vienen encima. A tu pecho, a tus manos, a tus bromas desmesuradas. Te he echado de menos a ti, a ti entero, pero con una sonrisa en los labios.

Mañana, cuando despierte, pensaré en ti y sabré, a diferencia de otros días, que seguro que voy a verte.

martes, 9 de noviembre de 2010

Comía con los dedos cuando todos los demás no nos atrevíamos por pudor o temor a quedar mal delante del resto de la residencia. A veces salpicaba sus jerseys de aceite y otras, simplemente, derramaba agua de su vaso o reía con la boca abierta. A cada bocado se le unían un par de miradas más.

Y había veces que, sin más, levantaba la vista y nos sonreía con amabilidad. Sin pizca de maldad. Era entonces cuando a todas se nos escapaba un suspiro de chico imposible, de cuento de princesas, de anhelo de cita perfecta.

lunes, 8 de noviembre de 2010

He vuelto a mi segundo cuarto, en el que paso mi vida de estudiante, y las arrugas de las sábanas estaban intactas. También la posición de la almohada, ligeramente contra la pared, y todos los objetos que dejé encima de la cama para que no siguieran esparcidos por el suelo. Se me ha caído un suspiro sin quererlo cuando he visto los restos de la merienda del viernes, y me he acordado de ti en mi mundo de aquí, tan extraño, con tu sombra proyectada en la pared haciéndome sentir viva. La lucha de cuerpos desnudos que desempeñamos y que acabó formando todas esas arrugas en las sábanas, las mismas que he visto esta mañana.

Al entrar en el baño me he encontrado también la ducha tal cual la dejaste, después de que terminaras de eliminar de tus músculos el jabón y yo me secara rápidamente porque me moría de frío. Tú decías que hacía calor.

Lo estaba deseando desde hace mucho tiempo, pero ahora qué difícil me resulta la separación de mis mundos otra vez. Y es que me encuentro con que aún es lunes, y con el recuerdo de uno de los fines de semana más maravillosos que recuerdo. Contigo, mi mundo de allí, unido a mi mundo a regañadientes de aquí. Las escaleras del metro con tus labios acercándose a mi pelo mientras subimos o bajamos, o yo revolviéndote el pelo porque sé que te gusta.

Y, ahora, un lunes sin ti. Doliéndome tu ausencia y deseando el bálsamo mágico que me cura. Contando los segundos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

¿Que por qué no te hablo y evito mirarte a los ojos? No es porque te odie o pretenda que tú hagas lo mismo conmigo. En realidad lo que menos deseo es que me odies o dejes de mirarme a escondidas porque temes que te descubra y te queme la vida desde mis propias pupilas. El tiempo pasa demasiado despacio cuando te tengo cerca, cuando te observo intentar acercarte para acortar el espacio de tensión que nos separa. ¿Que qué has hecho mal?

Que no eres mío, que no te tengo y sé que no te voy a tener nunca. Porque te conocí siendo ya de otra y eso no va a cambiar. Porque tengo que luchar con eso a cada minuto mientras te sigo queriendo en silencio, haciéndote creer que te odio, cuando todo lo que pretendo desde que me levanto es cruzarme contigo. Rozarte, levemente, y pedirte disculpas con voz cortante. Para que pienses -sin ninguna duda, por favor- que jamás voy a ser capaz de quererte.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Tengo que aprovechar el momento para escribirte, ahora que la música me habla de ti, otra vez. Ahora que me viene envuelta en nostalgia la sensación de estar tranquila en tu cama, mientras tú te duchas, oyendo el repicar del agua y pensando en la pereza que me da vestirme. Con la canción que nos toque ese día, los minutos por delante para pensar qué hacer, las ganas de aprovechar el tiempo... Y tú, que sales de la ducha, abres el armario para vestirte y yo sigo tumbada en la cama, con los ojos cerrados. Para quedarme dormida y no despertarme de ese momento.

And love is blind and that I knew when,
My heart was blinded by you.
I've kissed your lips and held your head.
Shared your dreams and shared your bed.
I know you well, I know your smell.
I've been addicted to you.

miércoles, 27 de octubre de 2010

A veces la otra línea cruza justo a la vez las vías que se rozan y es como estar en una película de ciencia ficción. Por un par de segundos el sonido se hace ensordecedor y parpadean las luces que se cuelan por la ventana, como si fuera a llegar el fin del mundo.

Pero sólo dura unos segundos. Luego continúa el frenesí pausado de las paradas que se suceden, la gente que viene cargada, los que no se han quitado el abrigo y se mueren de calor, y también aquellos que se han entregado a Morfeo y seguramente ya se hayan pasado de parada. Ayer unos chicos sentados a mi lado hablaban sin parar en árabe, para de vez en cuando, y sin saber por qué, soltar un par de frases en castellano. Intercalaban los idiomas con una facilidad pasmosa, y a mí me pareció totalmente mágico. Cómo me gustaría controlar así una lengua propia, en lugar de chapurrear unas cuantas palabras en aragonés.

Yo me entretengo observando a la gente, intentando adivinar los títulos de los libros que leen y recordando el sabor del metro de París. Cuando no está concurrido y se sortean codazos para llegar a las puertas, la cosa está mejor. No obstante, me sigue pareciendo un escenario maravilloso para un montón de historias. Como las estaciones de autobús o los aeropuertos.

Me gusta ir en metro, a fin de cuentas, porque se me antoja como una novedad constante, con intimidades muy aisladas, muchos pares de ojos... Y ya sabéis cómo me gustan las miradas.

martes, 19 de octubre de 2010

Es muy duro que te rechacen por estar enamorada de otra persona. No deja de ser algo injusto que te acostumbres a la presencia de una persona para que, tiempo después, se esfume porque es ya consciente de que no va a conseguirte. Y por ello considera que el resto de tu ser ya no merece la pena.

Una terapia para echarle una mano al olvido. Para que no duela tanto. Para posibilitar la entrada de otra chica en la cabeza, para que no nubles tanto el camino que esa persona avanza. Pero no hay que olvidar que mi corazón también palpita, que yo también siento, que amar a alguien no significa que no pueda amar sin besar a mil personas más. Se me hace daño, y lo peor es que parece que es la parte que me toca, porque el destino me ha conferido el papel malo en esta historia.

Hay personas que me gustan, con las que de verdad disfruto, porque me llenan y verlas sonreír es como un impulso a mis propios labios. Por ese motivo duele su marcha, sobre todo si tienes que verlas, si van a estar en tu vida. Porque ahora ya te han negado la entrada.

No puedo disculparme por amar, por estar enamorada de él, por ansiar el viernes para que sus manos me recorran y podamos caminar juntos. Tampoco puedo elegir porque sería impensable: en mi boca vibraría su nombre antes incluso de formular la pregunta.

jueves, 7 de octubre de 2010

"Recuerdos maravillosos y recuerdos tristes que conforman el mural más completo e íntimo de mi vida, de mi identidad, porque no puedo ser yo si no encuentro tu voz ni el amanecer de tu rostro.
Tendré que buscar otra luz mientras no pueda ver tu sonrisa y te aseguro que asusta, te aseguro que de verdad acojona. No he podido escuchar esa canción de Journey en toda la semana, mi mente ha ido esquivando la idea, sorteando la tentación, y ahora mismo es esa melodía la que guía estas líneas... Nunca había entendido tan bien y profundamente esta letra.
No sé cómo hacerlo, ni siquiera dónde estoy.
Porque no solo te vas tú, contigo se va lo mejor de mí y te aseguro que no es mentira ni
exageración alguna.
Es increíble cuánto necesitaba llorar. Y no imagino cuánto me queda por hacerlo todavía, cuántas noches veré tu imagen velada por mis lágrimas ni cuántas tardes me giraré en tu plaza al pensar que te veo."

Es increíble la fuerza de tu influencia un mes después de esas palabras. Es increíble que sigamos vivos, que haya pasado ya un mes, y que queden tantos otros. Todavía no me atrevo a escuchar mucho esa canción. Pero qué bien sienta cuando lo hago. Porque te trae a ti, de nuevo. Conmigo.
(Creo que no necesito decir de quién son las líneas arriba citadas).




Right down the line It's been you and me...

miércoles, 6 de octubre de 2010

Al salir a correr me han venido a la mente las vueltas a los campos de fútbol sala de esos martes y jueves muertas de calor o muertas de frío. Las que se paraban, las que querían acortar pero el murete no les dejaba, las que se quedaban atrás, Andrés mirando el móvil, las vueltas extra por pasarnos de listas que nunca hacíamos... Siendo unas niñas, y luego no tanto.

Los viernes sueltos, los domingos de partido. El nunca querer jugar y el no querer que me quitaran cuando ya estaba en el terreno de juego. Buscar incansablemente el color azul con la mirada, lanzar lo más fuerte posible el pase, sin que botara. Animar a la portera, darle siempre al empezar el partido un toque en el casco, las risas robadas a la preparación de una falta o la mala leche de cagarla, conscientemente, y saber que ya no había nada que hacer.

Los gritos desde la banda y los oídos sordos cuando Andrés y Alfonso hablaban a la vez y nos decían cosas distintas. Los golpes, las uñas rotas y los cabreos tontos de Miriam o el recelo de Begoña a pasarnos la bola. Los estiramientos del final, cuando estábamos reventadísimas y sólo queríamos ducharnos e irnos a casa.

El frío de enero y el sol inaguantable de mayo. Los dolores, el agotamiento y la ausencia de cambios en el banquillo. Las botellas de agua, que iban y venían, y el temor a caer en el césped corto y afilado, rasgándonos la piel levemente. La desesperación por interceptar un pase, impedir un gol o entrar en el área para que el gol fuese válido.

Tantas cosas... Que me faltan ahora, que echo de menos y se agolpan en mis recuerdos como tantas otras. Cosas que me han venido hoy a la mente, mientras corría y notaba la ausencia del stick en las manos y el césped mullido y mojado bajo mis botas de jugar a hockey.
Regresó, aunque muchos pensaran que no iba a hacerlo. Todos le buscaban cicatrices, heridas de guerra, pero no se las veían; tenía heridas, todavía, que palpitaban dolorosamente y le supuraban angustia, pero iban por dentro. Lo peor iba por dentro.

Se alegraron, lo cubrieron de vítores, de lágrimas, de alegría. Todo era felicidad porque, aunque hubieran muerto miles de personas, él había regresado. Estaba sano y salvo, y todo el mundo le felicitaba. Había vuelto al hogar entero, aparentemente, y todo apuntaba a que debía sentirse orgulloso por ello.

Estaba en casa. Lejos de las bombas, de los compañeros muertos, de la sangre ajena en su rostro y del dedo tembloroso apretando el gatillo. Debía sonreír, congratularse de su suerte. Ya no había gritos de puro temor y últimas respiraciones. Ya nadie imploraba ni ninguna piedra que caía helaba los corazones de aquel que aguardaba en silencio.

Estaba en casa... Pero sólo de día. Sólo cuando todo el mundo estaba despierto y, por descontado, él también. Por la noche volvían las heridas de bala en sus pesadillas. Cuando conseguía dormir, a su pesar, era consciente de que iba a estar condenado el resto de su vida. Por la noche volvía a la tierra entre las uñas, el miedo y la piel hecha jirones. Volvía, en un bucle infinito, al campo de batalla.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

A través del cristal contempló muchas despedidas, pero sólo se fijó especialmente en las que incluían besos en los labios. La había acompañado a la estación, pero, sin saber todavía muy bien por qué, esta vez no se habían besado. Y ahora ya no lo veía. Ya no esperaba en el andén a que el bus se marchara y los dejara con un nudo en la garganta, se había ido antes que ella; en realidad se habían ido los dos hacía mucho tiempo.

Sintió ganas de que a su lado se sentara un desconocido, que la mirara con ojos profundos y se convirtiera de repente en el hombre más misterioso del mundo, en el único que pudiera quitarle esa pena tan agarrada a la piel. Esa ausencia de él. La eterna pregunta de por qué si antes sí, ahora ya no se querían.

Eran una maldición esas estaciones. Llenas de cadenas rotas y de gente que se va, que viene, unos tristes y otros ya sin tristeza. Fantaseó con la idea de no volver nunca más, y cerró los ojos sabiendo que era imposible, mientras seguía esperando a ese desconocido. La sobresaltó un cuerpo a su lado y vio a un niño que se acurrucaba en el asiento de al lado. Contempló a su compañero de viaje y el bus se puso en marcha.

Lo que no llegaba a sospechar es que él sí que la estaba observando. Esperando que el bus se fuera. Como siempre, aunque ya no se besaran en los labios.

lunes, 27 de septiembre de 2010

A mucha gente la ha pillado de sorpresa, en pantalones cortos, sandalias y minifaldas. Yo lo observo en silencio porque siempre lo hago, y aunque su aliento está matando de dolor a mi garganta vuelvo a agradecer su vuelta. No sé qué tipo de esquizofrenia me hace amarlo tanto, pero es notar su tacto frío y sonreír.

Pronto cobrará más fuerza, se repondrá de su letargo, y nos cubrirá con su efecto naranja, haciendo crujir nuestros pies y aumentando las ventas del chocolate caliente. Cuando me preguntan que por qué, que no es ni frío ni calor, sino una ambigüedad injusta y débil, no sé qué responder. Supongo que aprecio más este sol y que ahora que estoy lejos me gusta más su zierzo perezoso, el que nace en estas fechas para desnudarnos a todos en enero.

También será porque abarca noviembre. Por muchas cosas más, por las chaquetas que han dormido dentro del armario, por su cálido abrazo y porque me pasaría protegida detrás del cristal de la ventana los tres meses, mientras lo miro. Porque me recuerda a él, al primer beso, a nuestros primeros meses turbulentos. Porque siempre vuelve. Mi otoño de nuevo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Debo centrarme en vivir, que es lo que más me gusta. Sin embargo, no puedo evitar pensar en lo difícil que se me está haciendo tener el hogar lejos y no ser capaz de hacerme uno de reserva que le dé de comer a mi alma en los momentos de desazón. La filosofía que aplico en estos momentos es la de la calma, y la de esperar, pacientemente, a que vaya tomándole cariño a ese otro sitio que ahora sólo se me antoja como el causante de la lejanía.

Ha sido un paso de gigante, y mis piernas estaban acostumbradas a caminar a pasitos cortos, sinuosos, sin mucha más trascendencia. Pero ahora es distinto, ahora estoy sola porque así lo he elegido, porque así lo he creído necesario para, por fin, hacer algo que me gusta. A ratos me embarga la esperanza y a otros la más profunda tristeza. Es algo de lo que no me puedo evadir, pero que intento trabajar para no ver los días getafenses tan grises y llenos de cuchillas. Hay momentos para todo, y espero que los buenos sigan creciendo para que no se me haga tan complicada la llegada del gran gigante de hierro que me monta en sus cuatro ruedas para volver a la capital.

A veces me siento asustada, y es entonces cuando el nudo en la garganta se me hace más grueso. No obstante, suspiro y me armo de valor. Me he enfrentado a otras batallas, y todas me han hecho más fuerte. Puedo sobrevivir a una más...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Se me está comiendo la añoranza. De una manera tal que me da esperanzas la idea de tumbarme en la cama a leer apuntes tapada con tu manta para curarme el frío de las manos y del alma. Me trepa la soledad en determinados momentos y me clava las manos en la espalda porque sabe que estoy vulnerable, que no me voy a quejar, porque hasta entiendo que me visite y se acurruque a mi lado.

No obstante, no puedo ponerme nostálgica porque no pienso en las veces que me has abrazado sino en las veces que me vas a abrazar cuando te vea y cuando el sabor de tus brazos se me mezcle con los de todas esas personas que tanto echo de menos. Me está creciendo el nudo en la garganta por momentos, pero casi me gusta la idea porque así el beso que me des será más largo, y así tu saliva lo disolverá hasta que vuelva a formarse en un ciclo que pienso se repetirá bastante a menudo.

Te echo tanto de menos que me consume el arrepentimiento y, a pesar de saber que esto es lo correcto, se me plantea la duda de si he hecho bien. Porque no dejo de soñar contigo, de revolcarme en la incomprensión de por qué te anhelo tanto si he aguantado más días sin ti. Sin ti. Esas dos palabras se tumban conmigo en la cama hasta que vengas tú las eches, para llenarme de tu esencia, y devolverme la vida que se me escapa entre estas paredes. Y estar contigo.

viernes, 27 de agosto de 2010

No habléis de amor. Ni os enredéis con historias a estas alturas. ¿Os gustáis? ¿A ti te gusta ella? Una declaración no debe contener por norma general el verbo amar. ¿No merece la pena saltarse los pasos de las películas y besarla lentamente para ver qué se siente? La vida está hecha de riesgos, y el camino que seguimos lo tejen éstos mientras se cruzan. En intentarlo está la clave. Nadie se enamora con sólo mirar a alguien a los ojos, es una mentira. Cupido murió hace mucho, y no hay nadie que haya perpetuado el legado de sus flechas.
Sólo sé que no hay que tener miedo a equivocarse. Ni tampoco aspirar a encontrar el amor eterno en esas pupilas que nos observan, sin intercambiar una palabra, un roce de manos, o el sabor de otra piel distinta. Hay que probar y aprobar miles de cosas. Por ese motivo, no habléis de amor si estáis todavía en el maravilloso juego de los nervios y las primeras veces. Si quiere venir, vendrá. Os enamoraréis y será otro mundo... Diferente. Extraño al principio.
No obstante, ahora... no estropeemos el presente con un futuro que no sabemos si llegará. Y menos en los asuntos que incluyen latidos de corazón que encienden el alma.

jueves, 19 de agosto de 2010

Es que te falte algo, a pesar de que sabes que lo tienes siempre y que acabas de dejarlo. Es sentir en tu piel algo distinto pero del mismo nombre, un cosquilleo que quema en las yemas de los dedos cuando te roza. Es hacer todos los días lo mismo, pero seguir estando lejos de la rutina; cuando es rutina y te la quitan, lo agradeces, esto, sin embargo, te falta en silencio si desparece. Aunque no desaparece del todo, sino que solamente se vaporiza unos días y te lo trae el viento, en cada vez que suspiras. Él está conmigo. Es su olor, su voz, sus sentidos que son los míos, sus ojos que chispean en la memoria, el calor, las ganas.

Echarlo de menos aún hoy... Hoy, hoy mismo, como la primera vez que me marché y nos separamos. Eso sigue siendo magia.